miércoles, 19 de agosto de 2020

- ESTRUENDOS INDOLENTES -


 

Sordera aparente vecinal. Extraña normalidad. Desde una de las plantas bajas aledañas a mi casa de siempre, hay cambios y se escuchan ruidos. Movimiento. Y salen dos trabajadores eslavos y un poco esclavos, con los elementos propios de una potente reforma. Bien provistos.

Se acabó la tranquilidad en el medio del Agosto canicular y vírico. Los currantes actúan sobre la acera, la trabajan, y luego la inutilizan colocando material pesado sobre ella. El instrumento estrella es una taladradora perforadora, que reina sobre todo lo demás.

A más de treinta grados, los trabajadores se adentran también en la calzada, y hurgan bien. Y tras dos días de asedio para los oídos y para el derecho al sosiego, deciden colocar planchas de metal protectoras de sus trabajos y en el centro y conjunto de la calzada. Las planchas están mal puestas, y hoy en día se conduce rápido. Cada vez que las ruedas de los vehículos se posan sobre las metálicas planchas, el impacto es atronador. Pero, nadie dice nada. ¿Es que a los pocos chicos que moran en mi barriada no les molesta dicho ruido constante y estrepitoso? ¡No! Nada de éso. Lo que sucede es que esto no es 1970 y no hay que descontextualizar las cosas. Los chicos, lo que hacen, tiene cierta lógica. Y cuando algo no les gusta, no le ponen reflexiones densas o filosóficas. Simplemente, se van a casa de sus padres, a la segunda residencia, a casa de sus amigos, o a saber ... Pero saben defenderse. Es otro tiempo y otra verdad. Porque la que hubiese liado la señora Maruja de la puerta cuatro, hubiese sido gorda.

Esas planchas no se hubieran puesto en 1970. Hubiese habido consenso entre los señores del ladrillo y el tejido vecinal, o en su defecto hubiese acabado todo como el Rosario de la Aurora, policialmente, y con denuncias cruzadas. Y no me atrevo a decir que se hubiese parado la obra, pero no descarto esa posibilidad. E intuyo que se hubiesen suavizado los estrépitos generados por los conductores al pasar sobre las maléficas para el oído, planchas de metal ...

La otra noche leía a Cervantes y decidí bajar a la calle al ver que los impactos no me permitían conciliar el sueño y me despertaban contínuamente. Y tomé las llaves y el móvil cual Alonso Quijano camino de los molinos de viento, verifiqué el número de teléfono de la Constructora, y llamé para quejarme.

No pasa nada si a esas horas te cogen el teléfono. Puede ocurrir. Pero la mujer que me atendió supo torearme. Debe estar acostumbrada a las quejas y a las denuncias efectivas. Yo, finalmente, solo le rogué que por favor me dejaran dormir a mí y a las parejas acríticas que moran en lo que fue mi barrio. A punto de acabar la conversación, intuí que yo había fallado por la velocidad con que mi interlocutora colgó. Intuí lo peor. Y así sucedió. Y otras dos noches más sin dormir bien, a causa del tremendo ruido generado a toda hora por el paso de los vehículos. Esperable ...

Esta mañana me he asomado temprano al balcón de mi casa a observar. Éso de asomarse, ya nadie lo hace. Es una tradición anacrónica. Cuando ha llegado el obrero más importante, lo primero que ha hecho ha sido sonreír. El dejar las cosas así le ha causado hilaridad. Y las consecuencias de lo que hizo, le han importado un carajo. Le llamaban de la Constructora y les llamaba él, y cada vez estaba más tranquilo. Ha puesto una valla para que no pasaran los coches, pero alguien le ha hecho cambiar de opinión y ha seguido el estrépito insoportable.

Es otra cosa. ¿Los chicos que viven aquí? ... Yo, no he visto a ninguno ni siquiera negativamente en jarras reprochando nada a los paletas. Existe una nueva normalidad que es muy anterior al virus. El joven de hoy sabe que lo suyo es suyo, y que el Poder de las constructoras no parece contestable. Lo asumen. Y además, estas cosas proporcionan puestos de trabajo y tal ...

Durante algunas semanas, yo recordaré los molestísimos impactos del peso de los vehículos sobre las planchas de metal en la calzada. Volverá mi nostalgia a manifestarse allá por el salvador 1970. Pero yo no estoy solo con mis ideas. Quizás los muertos y ausentes del barrio, puedan pensar lo mismo que yo.

No hoy. Hoy, mi barrio, no es ni será lo que fue. Porque el mundo, se rige por las normalidades de la precariedad y del dinero. Antes también, pero menos ...

No volveré a hacer de Quijote de la nada. Si vuelve a pasar, emularé a los acríticos y energéticos jovencitos que me rodean, e intentaré poner tierra por en medio. O a lo mejor llamaré a la policía, denunciaré el hecho, y pondré una vela al santo de los optimistas. Han sido días intensos.

Ahora ya no están las placas metálicas ni la mascletà permanente, pero os juro que todo ocurrió y que solo he sido descriptivo. Como decía Serrat: "que llegamos siempre tarde donde nunca pasa nada ..."

-EN MI BARRIO NUNCA PASA NADA-

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