Es evidente que Juan Carlos, es todo menos rutinario y previsible. Nos lo endilgó Franco juntó con la Corona que iba a entrar en la nueva Carta Magna, ante la protesta y el rechazo de su padre Don Juan.
No. La Monarquía del altísimo Juan Carlos, debería ser de todo menos aburrida. Hay mil ejemplos que lo avalan. La inviolabilidad, el estar casi atrapado en Palacio, su matrimonio, o todas esas cosas que se ven venir cuando todo está atado por la Tradición.
Juan Carlos es una máquina imparable. Que si nos salva del Tejerazo en el 23-F, que si se pone campechano, que su deseo se llama aventura, o que parece como si el Emérito mediático e institucional hubiese abrazado a la chita callando al poliamor.
Esto último me hace barruntar, si este hombre alto altísimo, hubiese tragado demasiada quina en el tiempo anterior al de coronarse. Que si su mujer y él ya no se acostaban, que si había tenido experiencia sexual con la hermosa vedette de Totana Barbara Rey, y los mil etcéteras imparables que luego vendrían.
Porque en Juan Carlos todo no ha hecho más que empezar. Es un motor de aventuras y de hacer de su capa un sayo legal. Hace lo que quiere y lo que le da la gana. Nos ha engañado a todos los españoles como si fuéramos inocentes niños chicos, y se jacta de ello. Se lo pasa bien. De cine. Y a los hechos y a los datos me he de remitir.
Ha pagado silencios de amantes, sus yernos le han salido chorizos y drogatas, su nieto Froilán no parece llevar buen camino, y seguramente el Rey oficial Felipe VI debe estar pasándolo muy mal, porque lo más probable es que sepa todo lo de su padre. Y no descarto, de que a pesar de que mide dos metros como su progenitor, a veces se mire en el espejo de cristal y se pregunte si él es realmente un hijo de su padre.
¡Oh, Juan Carlos I de España! Un personaje sin igual. Amante de mujeres maravillosas y poderosas a las que les compró la maldita discreción. ¡Coño el Poder! A veces me dan ganas de ser un cabrón y mandar mis principios al pedo.
La de regatas bribonescas que ha surcado el veterano Emérito. Detrás del telón de protección general, el Borbón ha vivido la vida a sorbos opulentos de placer y exceso. Un gladiador en los yates, un gigante de la picardía, de la caza furtiva o del buen sexo seductor. No puede negar que su gen es el de un Borbón clásico.
Franco,-"el tío Paco"-, como también se le llamaba, estaría alucinado y volvería a la tumba al ver lo que hace su Superstar designado. No daría crédito a su error.
Juan Carlos posó desnudo. El cuerpo grande de un Rey. Solo le ha faltado ser seleccionado para el Draft de la NBA por los Lakers o Boston Celtics. Amó a todas las mujeres que se le pusieron por el camino, incluída su Marta mallorquina o el exotismo de journalistas exóticas yankees.
Ahora, se habla de una tal Alejandra. Una hija bastarda, la cual lo niega todo y a la que al parecer ha tenido callada el money junto a su familia durante cuarenta años. Cifra juguetona.
Gladiator Eméritus, Súper Romeo, se va a Abu Dabi, roba lo que no está en los escritos, viene a ver a sus amigos de Sanxenxo para preparar competiciones de mar venideras, y cuando una periodista le demanda arrepentimiento la manda poco menos que a la mierda.
Sigue, y sigue, y no para. Y vive como un Emperador más que como un Rey. Y nunca sabremos toda la verdad de lo que hace. Y en ese misterio se mueve con la indecencia de un pez en el agua.
-TIENE LA NARIZ MUY LARGA-