Lo confieso. Ser padre de una niña hubiese marcado y para bien la totalidad de mi vida. Que, me conozco ...No me he casado ni he tenido hijos, pero siempre puedo soñar. Y si la salud no me hubiera fallado tan precozmente, mil cosas tiernas hubiesen sido posibles. Tener a una niña con mi apellido. No haberla tenido, ha sido un castigo de mi destino. Por lo tanto, me dispongo a soñar acerca de esta ausencia.
¡Una niña! Una niña supone que hubiera consensuado con mi mujer, el modo de mantener y cuidarla lo más adecuadamente posible para procurarla cuidados, atención, educación, protección y felicidad.
¡Los primeros meses de mi niña muñeca! Es tan emocionante, que cuesta describir lo que hubiesen sido los momentos de esas emociones de cariño.
Sí. Lo primero que hubiese venido, es acercarla a mí y darla un suave besito. Hubiese tenido miedo a hacerla daño por el impacto del choque de mis labios hacia sus mejillas, sus cabellos, su toda ella ... Sostener su cuerpo diminuto, mecerla, y asombrarme siempre por ver cómo esa criatura era mía. De su madre y mía. Pero también mía.
Con el paso del tiempo hubiera descubierto el abrir de sus ojos, su crecer suave pero evidente, los pañales y su higiene, el que me despertara con su llorar en el medio de la noche con un calor potente o con un frío amenazador. ¡Nada de amenazador! Si una hija mía hubiese nacido, yo creo que no hubiera habido nada amenazador. Ni para ella, ni para su madre, ni para mí.
En cuanto hubiese terminado mi trabajo de docente en un Instituto o Universidad, se la habría arrebatado a su madre de las manos y me hubiera escapado con ella sin aparente rumbo fijo. No sé qué nombre le hubiésemos/hubiese puesto. Me vale con "María". María es un nombre femenino, con fuerza, con tradición, familiar, un nombre que a pesar de los anglicismos mantiene fuerza de actualidad y de quizás de eternidad. "María" ...
Inolvidables nuestros primeros paseos por la calle. Porque mi niña empezaría a dar sus torpes y maravillosos primeros pasos. Me llamaría papá, y entonces yo le devolvería la mirada embobado y en extremo feliz.
Mi niña "María" llamándome papá, y confiando en mi apoyo por si tropezaba y caía. Aunque los niños rebotan cuando caen, lloran un rato, y al cabo de unos minutos ya pueden estar nuevamente con la sonrisa y con la carcajada.
Cogería a mi niña, y la sentaría alzándola sobre mis hombros, como un trofeo innegociable de felicidad. ¡La hubiese querido como la hostia! Sus primeros regalos de los Reyes o de Papá Noel, hubieran sido lo de menos. Lo mejor hubiesen sido sus reacciones ante los juguetes. Si los hubiese tirado por los aires o inventado con ellos unos juegos personales e indefiniblemente maravillosos.
¡Seguro que hubiera sido una excelente estudiante la niña mía que no pudo ser! Porque su madre hubiera sido igualmente, buena y valiente. O profesora, o mujer de cuidados sanitarios, o incluso de la pata quebrada y en casa. Pero, de todo el amor sincero ...
Las notas de mi niña serían excelentes. Como las mías fueron. ¿Tratarla con tres, cuatro, cinco, diez, doce años? ... ¡Menudas experiencias para "María" y para mí.
Mi niña que no existió me hubiese ayudado mucho. Sus momentos de calma conmigo, la hora de saltar y de jugar, el adaptarme a su naturalidad de criatura singular que crece con la vida. Yo le hubiese dado la paliza contándole cuentos y ocurrencias, y ella me lo hubiese agradecido de corazón.
Hubiésemos corrido por el río seco como dos niños ante el asombro o colaboración de su madre. Hubiese tenido mi niña todas las comidas sus garbanzos o su comida equilibrada sobre la mesa. Si hoy conservo recursos imaginativos, puedo intuír con treinta años siendo más que feliz con mi niña imaginada.
¿Educar a mi/nuestra María?... Nada fácil. Pero yo hubiese sido muy valiente y clarito con ella cuando la adolescencia, su paso a mujer, la crecida de sus tetas y zonas genitales, y la habría hablado bien claro sobre sexualidad, deseos, placer, libertad, y claves para ser ella misma sin que nadie osara invadir su espacio de nueva mujer.
Mi niña vestiría como le diese la gana, aunque a mí me tocara las narices su cuerpo coqueto exhibido. Se pondría la precoz ropa que se plantan las adolescentes. Su no suje, su tanga, las formas de sus caderas de mujer, la demanda de aderezos o lencería, y finalmente su mundo.
¿Mi niña sería guapa además de inteligente? ¿Quizás alta como una modelo y preciosa como su hipotética madre? ¡Me daría un bledo! Haría todo lo posible para que se comunicara conmigo a través de todas sus demandas de chica que crece y que empieza a mostrarse mujer.
Podrían haber muchísimas cosas. Desde un fatal accidente que acabara con su vida, que le afectara y mucho que yo me separara de su madre, y tropecientas cosas más. Pero mi "María", seguro que no hubiese sufrido nada agorero y que hubiese sido una chica feliz.
Y sobre todo, ¡libre! Libre, gamberrilla, rompedora de las noches de juerga o campeona de Europa de atletismo. Si yo la hubiese visto dotes para la carrera, me hubiera apresurado a apuntarla a un club de atletismo. Y si me hubiera dicho que le encantaba jugar al rugby o al fútbol, me hubiese retirado a meditar un tiempo.
Porque hoy las chicas se liberan con pureza e inocencia. Y le hubiera dicho que,¡perfecto! Que aceptaba que le gustase el rugby o el ciclismo de montaña.
Y si un día llegábamos su madre y yo de sopetón a casa, y escuchábamos gemidos de placer en su habitación y no compartiendo el placer con un chico sino con una chica, entonces ...
¿Un nuevo disgusto?, ¿mi "María" una guarra depravada? ¡Ni hablar! Antes ya hubiese sospechado cosas. O quizás, no. Se hubiera puesto a prueba mi amor por ella. ¿Y qué si era lesbiana? ... ¿Sería mi hija "María" menos importante y menos querida por el hecho de que le gustaran las mujeres? ...
Insisto. Si hubiese tenido una hija, hubiese sido para mí toda una cátedra de saber y de conocimiento nuevos, femeninos, novedosos y reales.
¡Nunca nada debe estar escrito o ser previsible! Estaría maravillado de que la vida me hubiese otorgado a una hija de la condición u orientación sexual que fuera.
No podré demostrar casi ninguno de los deseos y sucederes que he afirmado en este escrito. La vida es un puto azar. La levedad y la vulnerabilidad del ser humano.
Pero intuyo que la presencia humana de mi "María" o "Salvadora", me hubiese sumergido siempre en perspectivas ricas y poco imaginables. Mi hija casi seguro que hubiera sido heterodoxa como yo, y nunca convencional ni esperable.
Sigo soñando. Va y un día me/nos viene "María" y suelta:
- "Papás. Quiero deciros que deseo consagrar mi vida a Dios en el interior de un Convento ..."
Yo hubiera respondido: - "¿No te dije que no debes confundir la creencia con la fe, hija mía? ..."
Y ella me hubiese respondido: -"No soy tonta, papá. Soy libre. Y en mi libertad nadie puede entrometerse ..."
¿Alguien piensa que siendo monja ya no podría querer a mi hija con el terremoto de amor terrenal? Dentro de la hipótesis, todas las apuestas me dicen que la hubiera querido a mares igualmente.
¡COMO SIEMPRE!