viernes, 17 de febrero de 2023

- EL HOMBRE DE LOS CABALLOS. -



Las pezuñas del caballo acaban cediendo al resbaladizo terreno por el que transita, llevando a lomos a Josep Espinach.

Mala fortuna. Aunque quizás era previsible el accidente. La localidad de Pinedo es muy húmeda, y los charcos que propician las lluvias continuadas muy cerca del mar, han precipitado lo inevitable en las fiestas de San Antón.

En San Antón bendicen a los animales, pero no el 17 de Enero, sino el fin de semana de tal mes que se decide que es el más oportuno. Un sacerdote sale a la calzada cortada, y bendice a todos los animales.

Josep Espinach no se pierde ningún año la fiesta tradicional. Ha intentado por todos los medios frenar los impulsos imparables de su blanco caballo, hasta que finalmente el animal ha resbalado y caído al suelo de forma brutal. No ha habido más remedio que sacrificarlo.

Afortunadamente, Josep ha heredado una cuadra, en la que habitan varios caballos más. Pero ha sido una putada lo sucedido, porque este caballo del accidente era hermoso y con mucho brío. Su caballo habitual para las fiestas y las correrías en el campo, y en su pueblo. En su Pinedo húmedo y aventurero.

Josep se ha lastimado igualmente. Y los médicos le han mandado a hacer rehabilitación a Valencia. Exactamente al ambulatorio al que yo voy. Y a veces coincidimos en el modesto gimnasio del Centro sanitario.

Josep Espinach es alto y bragado, fuerte como un oso, y muy peculiar. Parece campechano, pero es tímido. Y se dirige con nerviosidad contenida a la delgada y menudita fisio Teresa, la cual le mira con veteranía y practicidad. Teresa, parece un lince. Como si tuviera un alto poder de intuición.

Porque Josep Espinach habla fuerte, como la gente castiza de pueblo, y si no le conoces, parece que esté enfadado. Pero es su modo potente de hablar.

La fisio, le torea bien. Y Josep ahora parece relajado. Y no para de hablar de caballos y de tradiciones. Como lo hace un niño que va a hablar de cosas inevitables.

Observo que Josep no me mira a los ojos. Parece muy tímido. Afirma que vive solo y soltero, y que esto de los dolores en sus piernas es un fastidio. Pero que aún así se toma unos medicamentos mucho antes de caer de su blanco caballo. Cuenta su vida y pormenores, aparentemente sin ambages. Pero en realidad es la soledad la que le invita a explayarse.

Acaba de ver a Inma. Una chica que se ha fastidiado un hombro, y que es natural y extrovertida, y afirma tener mal de amores, y a quien parece gustar la espontaneidad casi infantil del oso Espinach. Inma es coqueta, delgada y sexy. Y muy de capital. Pero el hombre trata de darle carrete a la chica. Nos invita a todos a las fiestas de San Antón de su pueblo de Pinedo. Mas hay mucho postureo en Josep ...

Porque lo que quiere este hombre es hacerse oír. Llenar el gimnasio de fisioterapia con su voz potentísima y parlanchina. Pero en realidad Josep no parece tener demasiadas aspiraciones o expectativas.

Y lo que desea es que caiga la tarde, y en esa tarde no renunciará a su siesta sin horas que le lleva de cabeza a la merienda. Y sus amigos se cuentan con los dedos de una mano. Y siente que el tema chicas le viene grande. Y no sonríe tanto como parece. Porque el mundo es otro, y a lo único que aspira Josep Espinach es a no ser rechazado por demasiada gente.

Y cuando se sube a uno de sus caballos, arrea fuerte y trata de sudar y de mover su corpachón en plena libertad y aunque llueva o sea San Antón. Lo que le importa es moverse. Por eso quiere liberarse de los males que afligen sus extremidades.

-ETERNA ADOLESCENCIA-