Sus costumbres son claramente europeas y actuales. Creo que me dijo que se llamaba, Aline. Apenas hablamos que no sea por compromiso. Tomé la dura decisión, hace ya años, y cuando me di cuenta de que todas las personas que trae a esa puerta en inquilinato el dueño, presentan un potente choque generacional con carrozas como yo. Esto semeja a un Colegio Mayor ...
Aline debe tener unos escasos treinta años. Si llega. No sé a qué se dedica, si estudia, si trabaja, etcétera. Apenas se la ve sonreír. Lo hace para quedar bien. Es blanca, educada, silenciosa, delgada, y hoy he descubierto que lleva tatoos.
Vive ahí al lado con un chico. Si de ella apenas sé, de su compañero ya podéis imaginar. Solo es que es larguirucho como ella, extremadamente correcto, y a veces se pone a gritar como un salvaje cuando las palomas le despiertan del sueño con las claritas del día. Los porros, le chiflan. Y yo no soporto el olor de la maría. Es una constante lucha entre mi ambientador y lo que sale de otras casas, y no solo la de al lado de mi hogar. Media escalera ...
Aline. Parece muy segura de sí misma y nunca me conocerá, porque eso es un reto más que difícil. Hasta hoy, esa chica que vive ahí al lado, no era uno de mis seres favoritos.
Hace calor. Mucho calor. Excesivo calor. Hace virus y restricción. Aline parece fina y buscando su tiempo y su mundo. Y ese mundo, debe ser apasionante. Todo proceso de madurez, me apasiona. Solo por eso, me hubiera gustado ser profesor universitario. La Uni creo que es mi campo de fútbol preferido.
Desde hoy, Aline me cae mejor. La moza independiente se ha sentado en el banquillo, y ha sido capaz de asumir tierna vulnerabilidad. ¡Oh maravilla los jóvenes que la sienten ..."
Aline ha llamado a mi puerta. Me ha dicho nerviosamente que tenía moscas en casa. Y que las verdes no las puede soportar. Y a continuación y sin mascarilla ni más protocolos sociales, me ha hecho pasar a su casa.
¡Coño! Un bombón, un cuarto íntimo, toda su casa, y ninguna prisa. Deben ser muchos factores de calor de agobio, que chocan con el descanso y con la ausencia de su chico. Quizás también con su deseo, el cual vanidosamente me halaga. Soy un maduro o mayor. Alguien con experiencia. Soy alguien para ella, al que necesitaba allá sobre las once de la mañana.
Yo le he dicho a Aline que no veía moscas verdes, y que no se preocupara porque seguramente no procedían de ninguna rendija y que su estatismo tampoco habría de deberse a que estuviesen haciendo la digestión tras zamparse restos de animales feos en el tejado, como ella me sugería.
- "Yo, Aline, no veo nada especialmente de preocupar. Puedes esperar unas horas, y si ves que sigue eso, se llama al propietario y lo vemos todos ..."
- "¡Oh, estoy agobiada y ..."
Quería que no me fuera. Las dos puertas de las dos casas estaban abiertas, francas, unidas, hermanadas, comunicadas; remando en una única dirección.
- "No te preocupes, bonica ..."
- "¡Muchas gracias! ..."
Esta vecina me gusta más. Me la creo más. Además de su orgullo, a veces necesita una voz y hasta un cuerpo de carroza. Una presencia. Dos. Alguien más. Su chico no estaba. Y además tiene su edad. Se hubieran puesto a discutir como dos filósofos, para finalmente constituirse los dos en vencedores de sus respectivas teorías.
Error mío. Debía haber dejado entrar a Aline en mi casa, y haberla invitado a tomar un café y a relajarse. O a charlar, hasta que se le pasara el agobio. No sé si poner estas frases con interrogación. Porque estas generaciones de hoy, nunca sabes. Y yo no he conocido sobrina, o hija mayor, o un parentesco así. Y si llegaba su chico y nos veía, ¿qué podía haber sucedido?, ¿absolutamente nada?, ¿el principio de una ruptura?, ¿el final de una fantasía cálida mía de verano? Preguntas sin respuesta. O con ella. No elucubro. Creo que no he sabido arroparla más a esa chica Aline. ¿Esperaré a otra ocasión? ...
A veces a los jóvenes también les pasan estas cosas. ¡Enhorabuena y bravo por Aline! Lo que pasa es que aún es joven y quiere solidez autodidacta y construir sola toda su fortaleza y verdad. Faltaría más. Nada menos que su libertad ...
Me ha emocionado la cosa. Al cabo de un tiempo, he oído la puerta contigua y la chica se ha ido. A mediodía ya tenía compañía. Su chico. El chico barbudo y larguirucho de mi vecina Aline.
Parecía más tranquila, más serena, más animada, más sonriente, más autodidacta y autoexploradora, más Aline de siempre, más élla, más la de todos los días.
Ahora nada pasará. Las moscas verdes se las comerá la ternura y la presencia de su dulce chico enamorado. Aline es igualmente una chica enamorada. Y yo recordaré la anécdota de hoy. Aline también sabe no ser hielo, ni brusca, ni tímida, ni megacorrecta. Porque tiene todo el derecho del mundo y a veces, de tener miedo.
-Y AHÍ DEBE ESTAR EL CARROZA-