miércoles, 18 de diciembre de 2024

- CINE ESPAÑOL: "EL 47". -



 

En esta vuelta en retrospectiva a los años primmos de la inmigración camino del donde sea de las grandes ciudades de la esperanza y de la supervivencia, se ve el orgullo, la resistencia, y todo presidido por esa lucha constante que plantea la dignidad y la idea humana de la mejora.

Para ello, para emigrar sin fracaso, es bueno pensar en la injusticia de los que se vieron en la tesitura de tenerse que ir de donde nacieron. Pensé bastante mientras veía la película "el 47", en el Mediterráneo y en su desesperación letal. 

Buen talante el tranquilo dentro de la inquietud, el adaptarse sin perder de vista a la raíz, el ser astuto ante la nada de la adversidad y el desdén; el aguzar el ingenio y acordarse de que la nueva tierra no se consigue sin amarla y trabajando denodadamente.

Manuel Vital,-personaje que existió y que encarna magistralmente Eduard Fernández-, comanda con su mesura de líder consensuado, la ilusión y el continuar de una gente que se  ha propuesto dejar de pasar hambre, aunque sea a golpes reales, a castigos, a renuncias, a decepciones o a nuevos disgustos.

El franquismo. Su contexto. Hay que tener bemoles y miedo a un tiempo, para adentrarse en el clima de la represión y decidir plantarle cara al día a día. ¡Todas las ganas de seguir ahí y de crecer! De hacerse fuertes donde no hay nada, de hacer de la tierra la suerte de los pies de su definitiva decisión. Y de seguir porfiando, y de techar sus chabolas en donde la gran ciudad se pierde y se desdibuja; en donde nadie puede creer en el heroísmo y en la audacia que no sean aquellos que no tienen nada que llevarse a la boca.

Falta de todo. Va faltando de todo, las fuerzas se ponen a prueba, bullen las tensiones entre compañeros de unos mismos objetivos, y acaba haciéndose absolutamente precisa la idea de la organización y de la disciplina. Darse por vencidos es una idea errada que no entrará nunca en la cabeza de estos valientes inmigrantes.

Sigue la vida. Y las dificultades. Y en el extrarradio, todo suena a efímero y hasta a selvático y huérfano. Pero la dignidad del líder obrero Vital, de un pueblo de Extremadura, nunca olvida las canciones de Joselito o de Antonio Molina. Y se puede a veces beber y progresar, y desahogarse, y abordar las fuerzas contrarias con empaque y toda la fría sangre contenida.

Sigue. Sigue toda la supervivencia. Manuel Vital ha logrado ser un consolidado conductor de autobuses urbanos, y todos le admiran y respetan. Pero los poderosos de la ciudad y las leyes de la nueva tierra autóctona, no les contemplan y les engañan y ningunean. En el fondo es la historia del movimiento y del progreso migratorio.

A Manuel Vital, se le ocurre el efecto audaz de una prueba que tiene dos caras y que apunta a cruz. Y por eso, antes de hacer nada, sigue pensando y canturreando el cante jondo de Antonio Molina o el sonido inigualable y fino de Valderrama.

Y Vital toma un autobús y hace un alarde. Logran subir por la montaña escarpada a bordo de su nave urbana, y sus compañeros de lo social y valientes, le ponen maderas a los agujeros que pueden romperle las ruedas de su hazaña social. Y con su decisión, demuestra a todos que hay cosas que pueden tener emoción positiva, entusiasmo, y siempre el mismo nivel de orgullo, convicción y dignidad. Y surge el discurso improvisado que es fruto de la alegría del triunfo del modesto frente al Goliath imbatible. ¡Barcelona! ...

Tras los castigos a Vital y a los suyos, el hito y el mito abren paulatinamente las conciencias. Y la Torre Baró tendrá su línea urbana de autobús, y atrás quedarán los sobreesfuerzos para llegar a la casa a las personas y a las mercancías. Y a través del trabajo crecerá la gran ciudad, y se hará más grande y más rica, y se demostrará del todo que sin coraje nunca podrá haber paraíso.

-EMOTIVO FILM.-


sábado, 7 de diciembre de 2024

- LA PIERNA HERIDA. -



Ione es delgada y decidida. Tiene la mirada inteligente, y la coquetería guardada para epatar inesperadamente.

Antes de tomar un café, me pide tiempo porque debe resolver el tema de una denuncia puesta. Me tiene en off side durante veinte minutos de reloj. Ese tiempo mal éticamente empleado, me ayuda a observarla. Tiene mundo, mucho descaro, utiliza un bastón fino que debe usar desde que se fastidió una rodilla a temprana edad mientras hacía alta competición, fuma sin parar, se muestra brava ante un amable dueño del café que posee experiencia con la gente nerviosa, y me dice que su nombre es vasco pero que ella es de Burgos desde bien niña y nada de vascuence hay en ella. Yo, intuyo que es algún parentesco quien decidió su bautismo.

Ione habla de que ha decidido bajarse de un barco, dado que la organización en la que militaba y su amiga, le faltaron al crédito y a la dignidad, y que entonces todo se ha acabado y ahora se hará a un lado y elegirá su nuevo destino y su nueva libertad.

No es agresividad lo de Ione, ni tampoco autoafirmación. Cuando me confiesa que la operaron dos tipos que no la dejaron bien y que menos mal que un doctor japonés le suavizó las secuelas, la entendí mejor.

Ione me habla de los abusos tapados de la pederastia, y que con ella no cuenten quienes crean que va a tragar y tapar. Lo que pasa es que la mujer le arrea decepcionada al Poder, y por otra parte afirma no creer en ningún tipo de institución política o del tipo que fuere, y entonces me da pistas.

La mujer trata de decirme que ahora va a ser todo lo dura que pueda. Y me cita tres veces a su gata y su deseo de buscar otra vivienda y otros derroteros. Es como cuando a una campeona no la dejaran subir al podio, o que las deidades de la fatal injusticia la hubiesen mandado al banquillo cuando estaba en el esplendor.

Y hay una herida que permanece. Sus caladas nerviosotas y su tos de fumadora, la delatan. Hará atajos para volver a su olimpo. Al olimpo de su yo, de su adolescencia, de su juventud, de su energía en la naturaleza, de su seguramente piernas preciosas, y de su confianza familiar en los grupos cercanos.

Tras no dejarme hablar, y posteriormente acusarme de que yo no he contado nada de mi vida, Ione echa pestes de la navidad. Sí. Para la castellana Ione, la navidad es dulzura boba, que todos ahora somos mucho más bondadosos que antes de estas fechas, y que todo es una gran mentira.

Entiendo a Ione. Más de lo que ella pueda creer. Si te va mal y te sientes jodido e injustamente tratado por la salud de la vida, entonces te tornas más visceral, crítico y reivindicativo. Y siento que me gustaría saber cómo de competitiva sería esta mujer todavía joven, antes de la gravísima lesión.

Digerir una desgracia física y llevar un bastoncito delgado y coqueto para desconcertar, no ha de ser plato sencillo de saborear. Ahora Ione va a necesitar encontrarse con el cariño que parece rechazar disfrazándose de independiente y de resolutiva, y tener la fortuna de reencontrarse con aquella chica que se rompió demasiado la articulación de la pierna.

Volver hacia atrás. Rebobinar. Llorar todo lo llorable. Aceptar lo ahora inaceptable. No buscar calles de en medio y tener la paciencia santa de la serenidad. Ojalá Ione tenga fortuna y vuelva a mirar con ese tino de tiradora olímpica y personal en que se convierte cuando tras su mirada se rehace su inteligencia y su talento educado.

Ione parece recuperar su navidad, que es el renacer de su verdad. De una verdad en donde quepa menos el trabajo y quién sabe si la coca, agarre un buen vehículo y con copiloto, y tome una carretera que se lleve bien con la navidad, con el Himalaya, con la Semana Santa o la Tomatina.

Ione tiene recursos interiores, pero ha recibido palos. Muchos palos. Y sus heridas merecen la cura de un descanso, un desfogue, un yoga, un pilates, una acupuntura, y una recuperación personal de su verdad en paz.

¡FELICES PASCUAS, IONE!

jueves, 28 de noviembre de 2024

¡ NO SUBAN A ESE TAXI !




 Si a esa hora punta de la tarde no se veía un solo taxi libre, ¿cómo es que de repente he divisado y detenido uno? En realidad es una pregunta que tiene respuestas poliédricas, cinematográficas; algo así como ir a bordo de una peli de acción y peligros.

El taxista, era joven. No tendría ni treinta años. Apostaría a que ama apasionadamente la Fórmula 1, y que esto es su pasión. Es difícil ser taxista veinteañero y digital, con el contexto del viejo y hasta grosero tapón en el que se han convertido las grandes ciudades.

El atasco debería ser algo reflexivo para el conductor, y nunca jamás un desafío. Una forma veloz de ganar dinerillo o de quedar superbién con su asombrado cliente. Es cierto que yo tenía prisa, pero es que mi chófer entendía mucho más de velocidad que de dar paso a los demás. Igualmente poliédrico todo.

El joven y hasta intrépido taxista, encontró uno de sus retos. Un punto negro, en el que has de joderte y esperar a que se te cuelen otros pilotos igualmente competitivos. Esa circunstancia, enfadó mucho a mi taxista. Le adelantaron indebidamente, y el chico empezó a ganar adrenalina y a perder los papeles. Amagó, levantó una de las ventanillas del taxi, e inclinó estratégicamente su cabeza para poder lanzar desde allí un escupitajo de acierto olímpico a la cara de su chófer rival. Y me dijo: 

-"¡¡ Se lo he soltado en todos los morros !! Jeje,je,je ..."

Yo, le sonreí para quedar bien. Me sentí en peligro y dentro de un sociedad de mucho riesgo. Antes, quedabas el segundo, y la gente te aplaudía. Hoy en día, quedar segundo es como si toda tu excelsitud fuese devastada en pocos segundos por un Satán invencible.

El coche rojo de la maniobra inadecuada, contraatacó. Hizo frenar al joven taxista quijotesco, y el resultado del frenazo fue mi comedia de impasibilidad. No tendría por qué suceder nada. O, sí. Nunca sabes lo que habrá nunca mientras duermes debajo de tu cama. Podía haber sido el malo, un tipo con armas, un tarzán de gym, un futbolista expeditivo, o simplemente alguien con licencia de caza mayor, un consumidor de drogas, o un machista a quien su novia hubiese rechazado recientemente.

Me puse pálido y guardé silencio. El taxista inexperto y audaz, se percató de mi mal momento. Aún me pica una de mis rodillas de un golpe al frenar. Hoy no veré ninguna peli trepidante y buscaré algo espiritual. Y de repente me suelta el joven taxista: - "Sé que le he hecho pasar un mal rato. ¡Discúlpeme! ..."

Le respondí breve: - "No pasa nada. " ...

Afortunadamente todo fue tan rápido como mi deseo de salir de aquella ratonera con ruedas asombrosamente velocísima entre tanto coche junto. Fue la mejor noticia. Porque conservar la vida, lo es.

Cuando llegué a casa, miré el reloj y era pronto. Demasiado pronto, pensé. Otro día que vea a la ciudad colapsada a horas de embotellamientos, tendré mucho más cuidado aunque tenga toda la prisa del mundo.

¿Madurará el joven taxista? Siento dudarlo. De momento, espero que el destino proteja a sus nuevos viajeros y que no lance más escupitajos a nadie por hoy. Es mi santo deseo. Aunque me temo que mi pensamiento es solo compasión y hasta buen propósito navideño.

Sí. La vida. Yo espero vivir muchos años aunque haya atascos, estreses, o aprendices mediocres de Fernando Alonso. He saboreado el placer del vivir y de la libertad. Y para lograrlo, no hace falta ser tan competitivo, ni grandullón, ni hipócrita, ni habilidoso con una máquina.

Sé que este muchacho tiene madera de bueno, aunque no lo demuestre demasiado. Merece muchas más segundas oportunidades. Y quizás un regalo de Reyes en forma de invitación para participar en una prueba en un circuito de Fórmula 3. Aunque acabe en un trompo su experiencia.

¡MUCHA SUERTE!

miércoles, 13 de noviembre de 2024

- PESADILLA. -







Solo sé que le di una tremendo manotazo al agua. Sí. A un agua loca que mataba. El agua siempre había simpatizado conmigo en mi pensar. La relacionaba con la vida, con la sequía, con el calor; con el olor a campo que te hace disfrutar ...

Ahora, odio al agua. A un agua brutal que me superó. Aquello no fue un agua normal. Fue un tremendo mazazo de muerte. Se me vino encima aquella avalancha, pero yo era una inofensiva menoridad. Una vulnerabilidad con piernas. Un ser optimista, confiado, idealista en mi consistencia, como vencedor de todos los peligros, seguro, fuerte y absurdo. Muy absurdo.

Aquel agua era criminal. Un agua enloquecida, tirana, fascista, autoritaria, imparable, ventajera, ruín, sin piedad, cabalgando como una fiera fría en busca de su desembocar en el mar.

Pero nunca se me olvidará el manotazo que le arreé a aquel extraño tsunami que me atacó. Y yo, me defendí. Me cagué en el torrente y me acordé de toda la familia física que lo genera. Me olvidé de toda sed, de todo baño plácido en La Malvarrosa o en cualquier río veraniego. Como el de Montanejos.

Beberé agua porque no tengo más remedio, y porque la que veo me recuerda a la muerte. El agua del barranco era puro terrorismo y traición. Me lanzó por los aires. Aliada con el viento, acabé medio ahogado encima de un coche de techo resbaladizo. Estaba helado. Los coches eran anécdotas preocupantes de gran tamaño, que bailaban al son del juego del agua brava, loca y excesiva.

Volví a caer al agua tras mi breve estancia en la baca del turismo. Y el agua volvió a reírse de mí y en mis narices. Y de nuevo y sin saber bien el porqué, volví a soltarle un tremendo manotazo al agua que todo lo dominaba a su paso infernal. Le di tal manotazo, que creo que no tengo rota la muñeca de milagro.

El hecho es que me consagré íntimamente como un guerrero del contraataque. O, de la rabieta. Antes de que ese agua gigantesca y asquerosa acabara definitivamente conmigo, le había vuelto a soltar al monstruo acuoso mi rebeldía de supervivencia. Aunque fueran de nuevo unos segundos.

Ni creí morir, ni nada. No recordé que era profesor de matemáticas en un Instituto, ni que tenía familia, ni que era de izquierdas; ni me paré a pensar absolutamente nada.

Solo era un juguete bobo del agua violadora. La puta corriente me lanzaba hacia la maleza, hacia delante sin preguntar nada, y el sosiego se había detenido en la nada. Lo mejor es que ni siquiera podía detenerme a pensar que iba a morir en cualquier momento. ¡Nada! ...

Todo era inercia. Estaba seguramente, desnudo. No lo puedo asegurar. En esos momentos nadie puede asegurar nada. Solo puedo relatar hechos. Fui dando tumbos fluviales, hasta que quedé atrapado en una rinconada en la que la vegetación hizo de débil muro. Había tragado agua pero aún no había llegado a mis pulmones. Estaba vivo aún. Pero en aquellos momentos nadie puede tener la certeza de la mínima seguridad.

Respiraba. Y al sentir que podía notar hechos, volví a dar un alocado manotazo al agua, como si fuese un nuevo corte de mangas a la fatalidad. ¡Me cago en ese agua enemiga y definitivamente matadora! ...

Alguien, me vio. No sé cómo no morimos todos. Me lanzaron cuerdas, me tiraron ánimo, pero yo solo tenía la rabia de seguir dándole tremendos manotazos al agua brutal.

No me salvé yo. Me salvaron otros que no odiaban tanto al agua y al barro, ni a la maleza, ni a los coches, ni a los cadáveres que pasaban, ni a los infortunios descomunales.

Sí. Me salvó gente fría, serena, maravillosa, extraña para mí, insospechada, voluntaria, valiente, humana y llena de amor y agallas. He sobrevivido aunque sigo en shock y no deseo que nadie me pregunte nada. Sé que conseguiré cosas e iré recordando mis posibles buenas noticias de la realidad. Pero ahora, en cuanto veo agua, la golpeo con fuerza con la mano y la aparto.

¡¡MALDITA AGUA!!

 

lunes, 28 de octubre de 2024

- EL SEMBLANTE DE ANA BRAYA. -




 

Inquietante, incrédula ante sus propias afirmaciones, demasiado niña, cuarenta años de edad y vida loca, mirada increíblemente estremecedora y tapada por recurrentes y pretendidamente normalizadoras muecas gestuales, sita al lado de un padre dependiente al que no puede querer ni valorar.

La cara de Ana Braya me dio terror. Porque escondía demasiadas cosas imposibles, e imposturas de agresividad defensiva. Porque, Ana, no avanza. Coquetísima como siempre ha sido, hoy no parecía atenta a su aseo y realce habituales, y su semblante era triste, iterado, con sucesión de capas aburridas de irrealidad.

El paso por su sangre durante ya bastantes años del alcohol y de las drogas, van haciendo el inevitable trabajo del desgaste. Porque Ana parece cansada, decidida a no encontrarse jamás de los jamases con ella misma, manteniendo un orgullo calé, dispuesta a lo que por sentir placer aunque no sea de este mundo, y pugnando a la mínima con un padre al que sus cuidados en su estado, han de superar.

Una niña. Vi en Ana Braya a una niña indefensa dispuesta a todo menos a cambiar y a asesar. Me impresionó ese mirar indiferente a las cosas reales. Esa especie de jugueteo con supervivencia y con los pocos suyos.

Dice Ana que labora mucho, que tiene que estar pendiente de sus hijos, no habla nada de su actual compañero quizás por preservarlo de la realidad, que la vida es dura, y que también cantar, bailar, follar y el cachondeo forman parte de la vida entera.

Pero cuando acaba de comer, Ana Braya comienza a vacilar. La indiferencia general se me antoja un grito en la noche de indiferencia. Y yo pienso, que a pesar de la juventud de la mujer, podría quedarle mucho menos tiempo de vida que incluso a su octogenario padre impedido, al cual ha traído a la comida en la silla de ruedas, pero que la presión de estar en un grupo la ha hecho largarse, dejando a su progenitor al azar de la generosidad de sus conocidos.

Ana Braya, necesita el dinero. Pero no solo para aparentar normalidad y simpatía social, sino para además cubrir sus evidentes necesidades que la tienen adicta y en la boba agresividad de su lesitud. Vendrá el camello y habrá que pagarle las mercancía; las botellas de licor no habrán de faltar en su capazo de fiesta, desinhibición y ganas de no hacer nada.

Ana Braya es nada. Se siente, nada. Parece suficientemente cómoda en su nada, mientras va cavando su propio hoyo y vacío. Es un hoyo profundo y hasta ordenado. Un agujero vivido, por el cual se avanza hacia el infierno del retroceso.

Ha visto otras veces a Ana Braya. Sonreía más aunque le saliera de los pies. Siento que se la está comiendo el asqueroso monstruo peludo de su impotencia. Y cada vez, Ana puede menos y grita más.

Cada vez la quieren menos y la ignoran más. Cada vez, siente la mujer el deseo de no caminar hacia ninguna parte que no sea hacia la oscura negación de sí misma. Ni la natural desaparición natural de su padre, le dará sosiego a sus ansiedades y obligaciones. Ni mucho menos. Porque mientras esté junto a su padre,-aunque sea de uvas a peras-, alguien podrá ver en Ana ternura y coherencia. Presencia y comedia positiva.

Sí. Ha acabado la comida. Y entonces Ana Braya mira y mira la cartera de su padre, y después disimula mirando su bolso, para ver si puede completar el precio de los dos menús. Pero, falta algo. Siempre falta algo. Y padre e hija se miran intentando y comenzando a enzarzarse buscándose mutuamente la culpabilidad.

A mí me sabe mal, y les ayudo con un euro que es lo que parece faltar. No parecen agradecerme el que les saque de los apuros, y un amigo les da otra moneda, y entonces las cuentas ya cuadran. La responsable del bar,-que les tiene prohibida la entrada al establecimiento-, hace un gesto caritativo al ver la situación y dice que todo es perfecto y que todo está bien esta vez.

Al padre de Ana Braya le ha quedado una excelente pensión, mucho más que holgada, pero el hombre no se controla el dinero y cede ante su hija. Y Ana juega a ser desesperada; a comprarse más palas excavadoras en las que sepultar su tormento. Y nada cambia aparentemente. Es mentira porque esto de la vida son dos días mal contados, y además todo cambia a estremecedora velocidad.

Es lo peor y más amargo. Todo parece decidido camino del drama paulatino. Las soluciones no van a ser posibles, le dice el optimismo al pesimismo. Y al fondo, llueve. Y tras la lluvia, se abre y sale un hermoso solazo. Y mientras esto sucede, Ana duerme desolada y defensiva su vida imposible.

¿NO PASA NADA? ...

domingo, 27 de octubre de 2024

- MÚSICO Y DOCTO . -


 

Dice llamarse Ramón. Le conocí en una comida de amigos y conocidos heterogéneos. Amable, educado, modesto y más que precavido. Yo, con mi estilo quasi periodístico, y enarbolando la bandera de mi supina ignorancia acerca de los grandes eventos de las direcciones de orquesta, teatros operísticos, etcétera, escuché encantado lo que Ramón tímidamente me refería.

Sí. Ramón es una celebridad musical. Dice estar jubilado y que le acaban de llamar de una orquesta muy importante de Cataluña, para que la dirija.

El director me habló de la experiencia y de la responsabilidad. De que debajo del suelo hay en algunas ciudades unas estrategias para hacer los ensayos, los atrezzos, las coreografías o puestas en escena, los camerinos, y todo ese mundo tan personal que solo puede conocer la gente excelsa de la música.

Ramón apenas me puso nombres a los protagonistas de su narrar. La música es para él durísima y a la vez una pasión irrefrenable. El exceso no se podrá llamar así, y ni siquiera apasionamiento. La buena música se trabaja como lo hace un minero; se estudia, se entrena, se renueva, se adapta uno a los cantantes de ópera o a los grandes instrumentistas de las orquestas que también son profesores, se pacta con todos las formas de hacer la música que se hará en los conciertos, y confiesa que es necesario y maravilloso hacer las cosas bien para que de esta manera se pueda estar a la altura de la expectación previa que se aguarda en el espectador que llenará las selectas salas.

¿Quién diría al ver a Ramón, que se trata de una eminencia? Su pose es humilde, lleva un by-pass para el corazón porque la dureza de la perfección castiga, aprovecha el tiempo suave para usar unos pantalones cortos y una ropa informal, su expresión es dulce, sabe muchísimo de música, afirma que aunque ya no estén los Carreras, Domingo, o Von Karajan, sigue hoy habiendo músicos, directores, y cantantes de ópera extraordinarios. Que la voz solo mejora si hay calidad inicial y que de lo contrario, hay que aceptar las cosas y dejar la élite y la pretensión, y me da algunas nociones de pentagramas para mí complejísimas pero que para él son menoridad.

Ramón cree en la excelencia natural. No cree en los milagros estoicos de entrenar y seguir ensayando por si sale el genio de la lámpara. Cuando yo le digo que me gusta cantar y que no sé si soy tenor, bajo, barítono o cerocerista, me dice que escuchándome hablar simplemente, puede deducir a que tono de voz pertenezco. Pero no me lo dice porque no quiere que yo saque muchas conclusiones. Porque Ramón siempre preferirá la voz viva al epíteto adjudicado a ese tono o fuerza de voz.

El gran director ha dirigido en casi todos los escenarios del Globo, y sin embargo no peca ni de prepotencia, sabihondez o altanería. No parece de esos. Es suave hablándome, he sido capaz de llevarle a mi huerto lleno de preguntas inexactas, y a ritmo de bala, y ni siquiera me mira sorprendido ante la singularidad de mis frases inquisidoras.

Me ha gustado compartir algunas breves horas con un maestro. Y ser maestro implica admirar la precisión y medida de sus afirmaciones. Hablar con naturalidad de cosas poco habituales y llenas de riqueza, no ser rencoroso con las adversidades, y ser consecuente por encima de cualquier consideración.

Ser un gran director de música también puede implicar cercanía, claridad en los conceptos didácticos, y apertura ante interrogantes procedentes de alguien a quien no conoce y que soy yo.

Ramón me ha contado las cosas porque me ha intuído el deseo de indagar en mi terreno tan desconocido y en la nobleza en mis interrogantes. Los maestros juegan con su saber y conocen bien el factor y la diversidad humana. Y me dice que en la élite de la música académica también hay gente envidiosa, puñetera, y que parece disfrutar causando molestias a los compañeros. Y ese comportamiento humano, tiene lugar en lugares deprimidos y también en cabezas elegidas que viven en la holgura de la excelencia artística del lujo y del placer. Porque la naturaleza humana siempre es así.

¡GRACIAS, MAESTRO!

sábado, 19 de octubre de 2024

- CALLES OTOÑALES. -




Antonio es bajito, pensionista y solitario. Aunque se mueva como un vivo, en realidad ya ha muerto hace muchos años. No tiene hijos, ni hermanos, y nunca ha sabido demasiado bien en dónde andan sus sueños, y especialmente desde el fallecimiento de su mujer, Elvira, o desde que dejó de trabajar en un ya desaparecido almacén de lámparas.

Antonio parece alguien casi inexistente. Ya no sabe quiénes son sus vecinos, porque o bien se murieron, o bien porque los de ahora van a la suya, son jóvenes y pasan de él.

Antonio ya no cumplirá los ochenta años, y antes bajaba al bar a ver los partidos de fútbol de pago, los cuales su modesta pensión no puede ni debe afrontar. Y además, Antonio piensa que el fútbol es un rollo en donde siempre ganan y pierden los mismos. Y, sobre todo, el viejo Antonio ya no puede con los gritos que acompañan a los jóvenes aficionados que se apostan en la barra de dicho bar, y que copan todas o casi todas las mesas que han reservado.

Es sábado. Antonio camina con dificultad. Pesadamente, avanza con cuidado extremo por una de las calles próximas al Mercado Central y a un Barrio Chino que ya prácticamente solo es un recuerdo, dado que la pandemia lo cerró, y las prostitutas y los chulos que las llevan entraron en crisis y se largaron a otros sitios, a lugares más distintos, huyendo de la policía sanitaria, del Covid y de ellos mismos. 

Son las séis de la tarde. Pronto empezarán las sombras del otoño a marcar las reglas del juego lumínico. Un camión cisterna, ha anegado las aceras por las que Antonio patina más que anda. Antonio teme caer y va con mucho cuidado. No hay prisa. Y si la tiene, se aguanta.

El viejo Antonio camina por calles intransitadas. Ha tomado precauciones. Solo lleva en los bolsillos de sus ropas modestas, un billete de cincuenta euros, una copia del DNI y las llaves de su casa. Su destino, es un piso de prostitución, clandestino, en donde ya le conocen. Antonio sabe que corre peligro, pero no olvida que quien algo desea ha de jugársela y exponer.

A Antonio le dejan que pague en efectivo por ser cliente habitual y porque nunca va bebido, ni lleva navaja, ni es conflictivo. Y su prostituta preferida es Svetlana. Una mujer madura y rusa, que vino de su país engañada por las mafias, y que sabe cuatro idiomas. De hecho, cuando Svetlana tiene algún hueco en su agenda de esclava del sexo, aún se saca algunos euros dando clases particulares a chicos atractivos, jovenzuelos estudiantes.

Veinte minutos. Tiempo suficiente para Antonio. Es el dinero pactado y el limite de su líbido, la cual permite caricias iniciales y un final placentero sin semen, y un beso apasionado y profesional de su perdición, Svetlana.

A continuación, sin que nadie le diga demasiado, Antonio se sube la ropa y se abrocha la bragueta. Se atusa su escaso pelo, y baja lastimeramente un piso sin ascensor. Y ya en la calle, empieza a notar la humedad del otoño, y además esas horas no son para que ningún vehículo  autorriega moje tan a lo bruto las aceras y las calzadas. Antonio se encoge de hombros, y se dice a sí mismo que no puede hacer nada. Y llega a su casa, se pone un poco la tele, y en cuanto puede se va a dormir a la cama. Antonio tiene una gran facilidad para dormir. La tuvo siempre. Incluso, en vida de su inolvidable e imprescindible Elvira, que le dejó demasiado pronto.

Svetlana, en su lar de prostitución, está poniendo cara de angustiada. Depende de Kusack, su chulo. Y hoy el hombre ha bebido. Y de repente ha sacado la correa, y la ha amenazado diciéndola que cincuenta euros son una mierda, que no vuelva a recibir al viejo porque espanta a los jóvenes y desmoraliza a sus compañeras de oficio, y que sin duda los cincuenta euros van a ser para él. Y que si ella intenta resistirse, la coserá a latigazos.

Piensa Svetlana, que afortunadamente Kusack el chulo no bebe todos los días. Y que en Rusia todavía le queda familia. Como una tal, Elka, la cual tiene sus mismos ojazos claros. Cerca del lugar, ladran unos fieros perros intuyendo la tensión.

- A VECES LA DERROTA Y LA PACIENCIA SE DAN LA MANO.-
 

lunes, 15 de julio de 2024

- TERNURA CÓMPLICE. -



 

Las manos se entrelazan desde el misterio tierno de los sentimientos de la aceptación mutua. Todo es un enigma en ella y en él. Sus dedos y sus deseos se exploran. Algo nace hermoso y evidente. Hay timideces y expediciones inexcusables hacia la ternura.

Él, teme no estar a la altura de la caricia esperada. Ella, puede que parezca más tranquila. Da igual. Se miran y se sonríen cómplices, obedientes y deseosos de reír y de romper a ser felices.

La noche del cine abre el telón de las intimidades. Y la oscuridad no le da brújula sino brillo y magnitud a la fila de los mancos. Porque todo el cine eterno siempre será el escenario perenne e histórico cuando recibe a la totalidad de una caricia y de los besos deseados. Nunca habrá remedio para que se abra la espita incontrolada de la felicidad.

¿Por qué se mueve la atracción? No sé qué le pasa a los dedos de las manos para que noten e inventen el placer puro y real. Él le coge a ella los dedos con temor a su inexperiencia y a hacerla daño, pero ella sabe responder afirmativamente al acierto y a la correspondencia. Y la mujer aprieta suavemente sus manos sobre los dedos del hombre que le gusta, y con su otra mano entrega su creatividad de afecto acariciando con gusto toda su piel. Y el hombre se siente más relajado que un zen tibetano, y ella sigue y sigue sonriendo confiada y con esa serenidad que da la apuesta firme y hasta absolutamente lógica.

Hay movimientos perceptibles y completos entre ambos. Y mucho misterio de vida que se mueve y que cristaliza con la precisión inevitable del afecto.

El roce de las manos por la piel, surgió desde los confines de la humanidad. Como todos los sentimientos reales de placer y hasta de supervivencia. De presente y de no pensar. De sentirse compartiendo algo que no tiene nombre porque es el resultado de la derivada de todos los epítetos positivos.

Los dedos siguen rozándose entre las dos manos. Se apresan y se disponen desde las individualidades que se gestan en una. Las caricias se tornan nerviosas inicialmente, y siempre creativas e íntimas. Después, llega la pura creatividad. Y todo se concreta en el placer de la relajación y de la sonrisa. La caricia es un lujo, algo sexy y espiritual a un tiempo; algo que se detiene por unos instantes para darse muchos besos espaciados pero siempre definitivamente felices.

Los otros, miran. Han de mirar. Y de envidiar. Y de respetar y desear que ocurra lo que está pasando a su alrededor, mientras rechazan y farfullan las mentes viejunas que ya no quieren vivir la cascada de la vida, sino odiar el presente feliz.

El y ella, están ajenos a todo. Se limitan a cerrar los ojos gratamente y a no decir ni una sola palabra, mientras por adentro solo son una máquina de quererse y de respetarse.

Vuelvo al dios del tacto. De lo imposible hecho conquista evidente. De que la vida empuja, y que la vida es un cañón de risas y de experiencias, de cosa fortuita y azarosa, sorprendente y esperada a un tiempo, como siempre será el deseo.

Es un deseo humano y no pensado. Es algo que aparece como un camino imparable como lo es el agua viva de un río. Ese agua, son los dedos entrelazados entre él y ella en el cine mágico de la intimidad y en lo cotidiano.

La teoría se cae a añicos y estrepitosamente. Los filósofos nunca podrán dar con la tecla, y los teólogos solo harán sonreír por menoridad e inconcreción. Aquí no se habla sino que se toca, se une, se cose, se besa una y otra vez, y hace de dos cuerpos uno nuevo y completo, en donde los censores de la moral mueren entre las barreras blindadas de lo imposible y quimérico. Vivir es un beso entrelazado en las manos, en la intimidad, y entre el consenso y el respeto de dos vidas que se miran.

¡SENTIRLO! ...

domingo, 7 de julio de 2024

¡¡ EUROCOCO !!



"Eurococo" no quiere fronteras ni distancias. Y entonces decide con su sonrisa hacer magia de colores. Se autobautizó con el nombre de "Eurococo" porque su cariño de humor hacia los demás, debería siempre extenderse como un Continente imparable de amenidad y de paz. A grandes cachos.

A "Eurococo" no parece gustarle la fama ni la notoriedad. Y actúa en los lugares más inesperados. Y siempre tuvo claro que sería payaso. Desde que vio a Popov, a Rivel o a Fofó, y a todos los payasos del mundo cuando niño.

"Eurococo" no tiene una edad definida, ni desea tenerla. Lo que quiere tener el payaso es la fuerza de la ilusión. Y, efectivamente, se muestra imparable en esa convicción. Él ve la televisión y contempla la sociedad. Siempre le ha gustado mirar las cosas de los otros y tratar de introducirse en todos los misterios íntimos de las personas.

"Eurococo" se maquilla con referentes actuales sin ceder al recuerdo de lo atemporal. Se disfraza y teatraliza, y es capaz de llamar la atención porque es la mejor manera de conectar con los otros. Niños y mayores.

"Eurococo" se acompaña con un sombrero de cuatro picos, y se pone a dar saltos. No trata de ser original. En absoluto. Solo quiere sacar su emocionalidad desde sus entrañas más profundas y reales. No es tonto. Porque un payaso nunca será tonto, sino todo lo contrario. Un payaso siempre será tan necesario como un bidón de oxígeno.

"Eurococo" parte de lo que ha aprendido, y a ello cose su forma de ser. Y entonces el hombre se pone a reír, y mantiene la risa , y homenajea a su manera a la tradición. Aunque es consciente de que el mundo ya es otro.

"Eurococo" se expresa a su manera. Y ríe sin complejos, y aprovecha la potente musculatura de sus brazos para sacar y crear figuras inesperadas y siempre excesivas e inhabituales.

"Eurococo" es exactamente imprevisible. Y cuando la gente le mira un tanto perpleja, entonces él les sonríe, y les ríe, y les llora, y tiene un gato amaestrado que hace exactamente lo que el payaso quiera.

Risas, más risas, hay gente que no sabe qué hacer al verle, otros le entienden a la primera, otros le llaman loco y que se calle ya, pero afortunadamente la gran mayoría le respeta, entre otras cosas porque "Eurococo" sabe hacerse respetar con su arte, tablas y experiencia.

"Eurococo" no hace música ni malabares. Solo los dibuja en el éter, hace como que está sonando la melodía o equilibrándose con unas bolas de plástico que flotan en el aire. Y en ese momento, algún niño ríe. Sí. Porque los niños siempre ríen, y tienen en su inocencia el tesoro potente de su grandiosidad.

Y los padres de los niños que ríen, miran complacidos y con cariño a sus peques. Y en el suelo, al lado de "Eurococo", hay una especie de gran bote por si alguien desea echarle unas monedas y en donde figura un cartelito en el que puede leerse: "no tires monedas si no te nace." ...

"Eurococo" sabe que la calle es el gran núcleo de las libertades. Que sin el ágora griega, casi nadie podría sentir ese placer del bienestar y del bien ser. La calle es para él, Europa, Asia, América, Oceanía y todas sus calles del mundo. Todos los lugares exteriores, son para sacar hacia afuera lo que pueda quedar retenido en el interior de todos los corazones.

A "Eurococo" le insultan más que antes, y el hombre mira con nostalgia un tiempo más generoso y tolerante con sus diabluras. Porque el payaso ve la vida con el alcance de un lince y la pasividad tranquila de un maestro budhini o de un filósofo.

¡"Eurococo" en acción! ¡Sus músculos hinchados aposta! Sus sorpresas con buen propósito. Su necesidad vital e imperiosa de que vuelva a las rúas la moderación, el sosiego y la naturalidad. Por eso "Eurococo" siempre está ahí. En acción. Incansable como un atleta de fondo. Misterioso como un ángel azul. Maravilloso como un atardecer o un abrazo. Encantador como cuando la brisa alcanza al fiero calor estival, y le quita la rebaba de su fuego y de su asfixia.

"Eurococo" siempre es imparable. "Eurococo" detendrá las guerras y los conflictos, los insultos, las agresiones, los malos pensamientos, dulcificará el dolor y le pondrá caramelos y olor a romero a los ambientes sucios que destrozan a los buenos olores de la paz.

A "Eurococo" le gusta el olor a tomillo, y le chifla la colonia de lavanda porque dicen que rompe los lugares nocivos de insectos rastreros y de todo tipo,y que purifica los espacios.

Que nadie crea que "Eurococo" es un monje o un cura. Lo que se siente el payaso, es un niño. Y que su niño interior nunca ha de parar, y así es capaz de impulsar la fuerza de sus honorables deseos. "Eurococo" es ateo aunque no lo dice nunca. Y si hubiera de apostar por un héroe o ídolo favorito y personal, sería por los reyes anónimos de la inocencia. Por los confiados, por los vulnerables, por los que tienen que crecer, por los pequeños que llegarán a ser siempre muy grandes; por la vuelta del optimismo y de todas las risas tan locas y maravillosamente contagiosas como la de su payaso capitán que conserva en su corazón.

"Eurococo" es un maravilloso loco que cree profundamente en que las semillas que lanza en arabesco, podrán germinar y fructificar. Y que esas semillas son tan imprescindibles como la cosa más inmediata, necesaria, estimulante o de supervivencia. Más que el comer o beber.

Estoy bastante de acuerdo con "Eurococo". Niños, mayores, o de mediana edad, deben reírse mucho más de lo que lo hacen. Y sentirse ellos mismos un coqueto juego de necesario encuentro de buen rollo. Y jugar los blancos a sentirse negros, y los orientales a ser mestizos, y los aborígenes a ser pelirrojos o colorados.

Esa es la gran idea de "Eurococo". La de cambiar el rumbo de la nave actual, la cual confunde la seguridad con la imposición, o lo correcto con lo justo. "Eurococo" es un payaso necesario, que busca las cosas aparentemente imposibles, para así hacer que se les caigan por los bolsillos las monedas fake a quienes deciden tener el monopolio de las verdades.

Mas nunca busquéis en "Eurococo" una vendetta, o un rictus de cabreo o de molestia. ¡No y no! En "Eurococo" solo podréis contemplar la templanza y el optimismo, y su nariz roja que se cae para dar paso a otra de color azul. O unos zapatos de tres tallas más grandes, los cuales se convierten en dibujos alegres de sus pies descalzos. Porque "Eurococo" es decidido y va descalzo. Quiere tener los pies en el suelo con la temperatura real del mundo aunque ahora sea fría, y no dejarse llevar por la incomodidad.

¡Allá va "Eurococo"! ¡Siempre irá "Eurococo"! ¡La calle será siempre de "Eurococo"! Y seguro que cuando "Eurococo" se enfríe y fallezca, otros nuevos "eurococos" habrán salido a su relevo y al poder de su esencial y bella heterodoxia.

¿APOSTAMOS AL SÍ?

 

sábado, 29 de junio de 2024

- BÍSEX. -



Bien es cierto que crecí en un ambiente liberal y todo eso, pero la presión social siempre está ahí. Mi cuerpo es el de un hombre. Así nací. Y mi sexualidad es la que es. A mí me gustan las mujeres y su encanto eterno. Cierto. Pero igualmente atraen mi interés y deseo, los hombres.

Y al principio, todo esto aparece como un sinsentido. Porque es como si la sociedad me obligara a definirme. O tengo que ser y elegir solo a hombre o a mujer.

No me ha sido nada fácil mi vida. Porque te estrellas contra un muro. Te sientes culpable, sucio, absurdo, extremadamente loco, tienes toda la sensación de ser un sátiro acaparador, un errado en las conductas, un promiscuo y casquivano, y todas esas cosas que a los heteros podemos parecer a los que somos y nos declaramos bísex. 

Fui a profesionales y me encontré de todo. Desde quienes intentaban llevarme a la vertiente masculinista, hasta los que no me tomaban en serio, o los que preguntaban si había sufrido algún trauma en mi infancia, o en definitiva los y las que seguro que estaban en que yo estaba definitivamente loco y que pobrecito de mí. Algunos me querían hasta dar pastillas y todo. Alguien me dijo que era una cosa suave y únicamente para dormir. Y yo, la verdad, es que siempre he dormido toda mi vida como un tronco y de forma natural.

¿Por qué no iba a afectar digamos esa normalidad social de lo no bi, también al gremio de los profesionales? También ellos son producto del conjunto social. Bien es cierto, que alguno y alguna entendían lo de la bisexualidad y afirmaban aceptarla, pero siempre me dio la sensación de que una cosa es la teoría, y otra la práctica. 

El que sientas atracción por los dos sexos, te condiciona. Porque tu mundo no es el que se propone. Yo me he enamorado de Juan, y también lo estuve de María y de Montse, pero al final, cuando fueron descubriendo mis inclinaciones sexuales y apartadas de las uniones convencionales, las personas que he citado me dejaron. Y no solo me dejaron, sino que imagino que contarían su experiencia conmigo a otras personas, con lo cual me temo que mi digamos reputación, no debe andar boyante por ahí. Me llamo Claudio, tengo cuarenta y dos años, mi aspecto es el de un varón de mediana estatura, y soy profesor de filosofía en una Universidad.

Mis relaciones, desgraciadamente, suelen acabar pronto. En cuanto se enteran de que me van por igual los hombres que las mujeres, se asustan y me dejan. 

Últimamente, os confesaré que estoy ilusionado. He conocido a Luisa, y parece que tiene una mente amplia y clara. Y que no se escandaliza con mis cosas. Y hemos pactado una amistad, y que si un día me ve con un hombre, entonces lo entenderá y continuaremos siendo amigos.

No sé lo que aguantará Luisa nuestra relación. Es muy maja e inteligente, y yo confío, pero también sé el desconcierto que puede producir mi orientación sexual y mi personalidad, en otras u otros. Lo que sé es que soy bisexual, pero no soy el estrangulador de Boston, ni Jack el destripador, ni Drácula, ni el fan de las bacanales o de las orgías romanas, ni estoy obsesionado por el sexo, ni deseo hacer daño absolutamente a nadie.

Fijaos, que al final de mi historia, mi naturalidad me lleva y me obliga a ser comprensivo y tolerante con todas las personas, sean mujeres u hombres. Su desconcierto o sus dudas me parece que pueden estar bien, y que nuestra vulnerabilidad como especie es a veces un bien y hasta una buena característica personal.

Como veis, no he entrado en detalles íntimos ni en sexualidades, ni en besos, ni en caricias, ni en sexo, ni en camas. Para mí, todo eso no es suficientemente destacado para ser mencionado.

-SOY COMO LOS DEMÁS.-
 

lunes, 17 de junio de 2024

- FERMÍN NO SE ENCUENTRA. -



De Enguídanos me confiesa ser el viejo Fermín, mientras espero sentado en un banquito a que abra un bazar de chinos. Hora pues, temprana, soleada, agradable y primaveral. En ese mismo banquito, un hombre discapacitado trata de hacerse entender además de con su gestualidad y afán.

El viejo Fermín, parece conocer al discapacitado. Ambos se saludan y sonríen. Y a continuación Fermín me aborda con naturalidad. Me nota tranquilo y decidido, y decide confiar en mí.

Se le nota a Fermín el acento y hasta el sobrio porte y estilo conquense. Y sobre todo, que ya él se siente pasado. Porque su presente parece demasiado previsible para no notarle agotado de vivir.

Fermín es bastante alto, corpulento, paleto, incapaz de salir de sus apriorismos y estigmas, y me empieza al  contarme su vida, que un día en su Enguídanos pudo ver y tratar a su prima Concha. Llegó la postguerrra Civil y la necesidad, dejó de resinar en los pinos de su pueblo natal, y se afincó en Castellón en donde se casó.

Un día, tomó el tren de Castellón y se escapó a Valencia con un único objetivo: encontrar a su prima Concha. Yo diría, que más que su prima, la tal Concha fue realmente su verdadero tiempo de amor y deseo. Concha, podría representar tal deseo, la libertad, la búsqueda de la vida de la capital valenciana, el Mercado Central, la calle Ruaya, la Plaza de la Virgen, y otras mil cosas diferentes. Fermín nunca logró encontrar a Concha.

El hombre corpulento, campesino y campechano, trufa sus decires con pausas para él inevitables. Y Fermín mira con deseo a todas las guiris turísticas que se van acercando con sus móviles y faldas cortas y talles esbeltos, para visitar sus zonas más destacadas y gozar así con el clima del calor y del tiempo del sol.

Fermín ríe con ironía queda, y se dirige al discapacitado, hablando de las mujeres como si fueran hembras objetos de deseo sexual y jaleando su cuerpo. Su represión es el postfranquismo y su gran fracaso personal. No ha sido feliz con su mujer. Yo, le espeto a Fermín:

- "¿Y logró encontrar usted a su prima? ..."

Y un no breve y conciso, sella la respuesta a la pregunta directa. Fermín no solo no logró jamás  encontrar a su hermosa prima, ni aceptar que no fuera su cantinela de que todos los políticos son unos mentirosos que solo están ahí para llevarse los dineros y para dar por saco.

¡Franco! ... Mientras le esucho y me cuenta que no tuvo suerte en la vida y que ya es mayor para tonterías, Fermín confiesa su vacío y soledad sin querer. Me asegura que hace tres años que murió su mujer y que para él ya todo terminó hace tiempo.

Fermín ha tirado la toalla. Si su líbido sigue en pie, se buscará cuando ya no pueda más a una prostituta y se relajará en la cama. Pero su llanto interior no cesará. Fermín forma parte del ejército de hombres sin esperanza, el cual irá tirando por las calles turísticas, intentando pasar lo más desapercibido posible. Y cuando el calor empiece a arrear, entonces se meterá en su piso de Valencia donde quizás haga la siesta, y se pondrá todos los partidos de la Eurocopa de fútbol 2024.

Nunca verá a Concha, ni gustará de hacer amigos de verdad, se siente inactivo y acabado, vive en otro mundo que ya no existe, cuando España meta un gol lo cantará fuerte en su salón comedor, cuando suene el Himno nacional meditará sobre su juventud, y siempre pensará que su vida pudo haber sido otra cosa si no hubiera nacido en Enguídanos, si hubiera escuchado mucho más la música de Perales, si su mujer no hubiese sido tan coñazo de tía, y sobre todo si su prima Concha hubiera sido por él localizada.

Al lado del Mercado Central de Valencia, a mi lado y al lado de un conocido suyo que sufre discapacitación, Fermín ha vomitado su tremenda y oscura soledad. Un volcán de vómito vital, una sensación de absurdez emocional, un puñado de pena, y un porte elegante, elocuente, pero aparentemente contenido, práctico y castellano. Su España, su ser y su salud, apenas le importan.

-SOLO DESEA VER TETAS DE GUIRIS. -

 

lunes, 10 de junio de 2024

- C. ALCARAZ ASALTA PARÍS Y SUCEDE A NADAL. -



"Juanqui" Ferrero miraba con fijeza a su pupilo de El Palmar. Le orientaba, le aguantaba, le contenía, le frenaba; le quería ... Carlos Alcaraz comenzó el Torneo francés, a lo grande. Había vuelto la apisonadora de la virguería y de la ilusión. Alcaraz estaba juguetón y rutilante. Tennis Lover.

Pero el murciano estaba más maduro y realista. Ya no sonreía por cualquier minucia efectiva, y cuando le salía la sonrisa ya era para la concreción. Parece haber crecido y haber encontrado más caminos que su juego meramente lúdico y espectacular.

Quedaban muchos marathones. Palizas cada dos días, de cuatro y hasta cinco horas. Así son los Grands Slams. Verdaderos infiernos de resistencia, dolor, sufrimiento, épica y esfuerzo inevitable.

Carlos machacó a Tsitsipas. Jugó un partido bello, pero frente a un veterano de orgullo. Esperanzó ver a Carlitos inasequible a las cosas del griego. 

Lo malo se antojó definitivamente exigente. Ahora ya era el one Jannik Sinner. Y ahí, Carlos, empezó a generar sus brillantes polémicas de juego enloquecido y de cine de aventuras. Fallaba, ganaba, se frustraba, no jugaba del todo bonito, pero nunca descomponía el rictus de fe y de confianza. La paliza que se metieron el español y el italiano, tuvo cosas sorprendentes. Alcaraz no negaba errores, pero también vivía en los aciertos y en los jugadones imposibles. Había de todo.

Juan Carlos Ferrero, "Juanqui", se consagró como gran líder de maestros de portentos tenísticos como el murciano de veintiún años recién cumplidos. Y miraba a su Alcaraz, diciéndole algo que marcaría su andadura hasta la conquista de su primer grande sobre arcilla: "¡Disfruta sufriendo!" ...

Esa frase, se lo marcó el murciano de El Palmar en sí a sangre y fuego. Ser él mismo podía significar jugar menos vistoso, no rendirse a las primeras con muchos sets desfavorables, ir a remolque con fe y hasta frescura; que las palizas físicas y mentales podían valer la pena. Y esto solidificó opciones. Porque ya no era cuestión para derrotarle el que no estuviera brillante y meramente estético. Pasar de sex symbol a hombre duro...

Y sacó un 10 cuando doblegó a Sinner, en un partido de una tensión tan potente como favorable. La gran lección de victoria, le dio a Carlos la idea de la esperanza optimista y positiva. Por éso, cuando le llegó la final contra el fortísimo Zverev, daría la sensación de que las premuras ya no serían para el as español unos obstáculos definitivos. Podían aparecer muchas más cosas.

Ferrero siguió observando con profesionalidad y rigor, orgulloso de su precoz maravilla tenística. Y vio en él, algo, mucho más que el juego genial. Ahora, Alcaraz podía ufanarse de ser estratega y hasta friote, sin que por ello fueran a mermar sus posibilidades.

Carlos Alcaraz hizo que pasaran cosas. Muchas más cosas diferentes que antes. Ha conquistado su primer Garros sin hacer un tenis de magia continua, pero siempre teniendo en cuenta que podía ganarles a todos mientras hubiese un juego por en medio. Daría igual si fuese por delante o por detrás de sus rivales en el marcador. Lo importante era el cacho del marathón, de las cuatro horas, del límite físico y mental, de los desfallecimientos, y de la nueva gran sonrisa interior que ahora ya posee Alcaraz.

Rafa Nadal puede estar más que satisfecho. Ha conseguido que su legado lo haya entendido un compatriota jovencísimo, jugando a las todas y a los límites sudando como un cosaco, e incluyendo los golpes winners que llevan la calidad y el efecto inmediato.

La Chartrier se sintió honrada por este mozo que ha llenado la más carismática pista de tenis, con una sucesión de intensidades y emociones. Alcaraz gana su primer torneo loco y más consistente. Lanzándose ganador sobre la tierra batida, y como homenajeando al mito Rafa con su pose brillante y definitiva de gran campeón. Ya hay más cosas que Wimbledon o el US Open en su zurrón.

Sinner debe estar mirando ahora los progresos del español, y pensando cómo poder contrarrestar las nuevas cosas del mago murciano de El Palmar. Porque Alcaraz sigue a la suya, y ahora con más eficacia y personalidad. Con más recursos, frialdad y convicción. Habiendo demostrado que puede salir de cualquier lío y ganar.

¡¡BRAVO, CARLOS!!


 

miércoles, 5 de junio de 2024

- PRIMERA NOCHE JUNTOS. -



Te empeñaste en decirme varias veces por waatsap, que tus padres no estarían ese finde. Y yo te pregunté si se habían escapado por ahí para ver mundo. Y a ti te hizo gracia la palabra mundo. Mundo, mundo, mundo ...

- "Sí, mundo. Je,je,je,je,je ¿Mundo? Ji,ji,ji,ji,ji,ji ..."

- "¿Qué pasa con Mundo, Isa? ..."

- "¡Nada! Je,je,je,eje .. Mundo, mundo ..."

Como todos los viernes noche, quedamos en la cafetería habitual en donde la pandilla de amigos llevaba ya tiempo esperándome. Isa, no sabía que había estado ocupado toda la tarde viendo vídeos de enamorados y todas esas cosas. Ni que me había comprado en la farmacia mis primeros preservativos, ni la vergüenza que me había dado hacerlo. Salí de dicha farmacia, más rojo que un tomate. Pero, muy decidido. Hacía dos días que había cumplido diecisiete años, y sentí que llegaba un momento diferente de mi vida.

Isa era como un gato cascarrabias, mi primera amiga especial, siempre se reía, sabía mirar maravillosamente cuando se quitaba sus gafotas de miope, y era magia cuando la cogía su melena por atrás y jugaba a hacerla trenzas y juegos de diabluras. Me gustaba el pelo de Isa. Era tan suyo, tan personal, tan exuberante, tan de niña mala, que no podía evitar acariciarlo.

La cena de esa noche, fue muy especial. Casi no me enteré del bullicio ni de las risas de mis amigas y amigos. Mis ojos solo eran para Isa, y como era tan bobo y tan insistente mirándola, entonces Isa jugó a no hacerme ni puñetero caso, si quitamos a unas tremendas carcajadas que soltaba al mirarme tímidamente de soslayo. Quería desconcertarme y hacerme sufrir. Probarme. Estábamos los dos muy nerviosos. Tanto, que no nos atrevíamos a hablarnos de nuestras cosas. Pero yo, esa noche había salido muy dispuesto de casa. Era el momento de moverse, de probar, de cambiar, de dejar los apuros a un lado, y de permitir que una nube de la vida nos llevara a Isa y a mí en la dirección que el viento quisiera. Y de repente y delante de todos, va y me suelta Isa:

- "¿Tú no sabes que los chicos les escriben cartas románticas a sus chicas, Rubén? ..."

- "Sí, Isa. Sé perfectamente que lo hacen. Ja,ja,ja,ja,ja ..."

¡Uf! ¡Menos mal! Isa también se rió. Y me cogió una mano y ya no me la soltó. Acabamos de cenar, y esa noche mi chica y yo les dimos esquinazo a la pandilla. No habría discoteca night. ¿Y qué? ...

Recordaré hasta que muera aquella noche. La cogí por la cintura y la fui llevando hacia las calles bien cercanas a la casa en donde ella vivía. Y llegamos al portal y ella me miró y soltó:

- "¿Me has llevado aposta a la puerta de mi finca? ..."

- "Sí, Isa. ¿Mola, no? ..."

- "Venga, Rubén. ¡Subamos! Pero no sé yo sí ..."

- "¿Subimos, Isa? ..."

No nos miramos hasta llegar al interior de la casa. Me dijo que nunca antes ningún chico había estado allí a esas horas de la noche. Parecía asustada y feliz a un tiempo. Yo, entre otras cosas, pensaba en mis recién comprados preservativos y en no perderlos.

Vía fácil. Comenzamos a besarnos. Hacía calor. O, mejor dicho, teníamos calor. Abrí la puerta de su habitación, y ella me dio una fuerte patada en el trasero. Y otra más suave, y otra .. Y yo le decía a Isa que me diese cientos de palmadas en dicho sitio y en donde quisiera.

Teníamos ganas. Al principio me sentí tenso, pero Isa me ayudó y se quitó la mini. Y con su mini en mis bolsillos, fue todo más fácil. Lo hicimos con casi toda la ropa puesta, e Isa corrió al armario y puso sobre la cama un par de toallas. Lo demás, fue precioso, orgulloso, placentero y cómplice. Estuvimos besándonos hasta el amanecer. Y mucho más que besándonos. Fuimos un solo cuerpo de dos. Lo pasamos sexualmente de cine. Y nos dormimos como dos más que amigos más que felices.

Cuando me desperté, ella seguía durmiendo. Me gustó mirarla cómo dormía. Cogí mis zapatos para no hacer ruido y le dejé a Isa un mensaje en su móvil apagado, diciendo que era la mejor y maravillosa.

Ya en la calle y camino de la casa de mis padres, encendí ahora mi móvil y estaba lleno de reproches y desacuerdos. Me tiraron los míos una bronca monumental al llegar a casa. Hasta que mi madre le dijo a mi padre que solo eran cosas del amor.

-Y TENÍA RAZÓN.-

 

lunes, 27 de mayo de 2024

- "TREPIDANTE" .-



Orondamente bella. Exuberante y desubicada. Tiene cara de miedo evidente que trata de anular con extrema coquetería de mujer. ¿Qué hace ahí sentada en un asiento bajo una marquesina como lo haría una adolescente al uso? Demasiado atractiva para ser normal o habitual.

Trato de indagar con la excusa de la tardanza del bus, acerca de su persona y circunstancia. Y ella parece ir sabiendo que ya no está en su terrible y demoledora Colombia dividida, y que aquí puede abrirse un sueño.

Lleva una falda de reina leona, y su escote es excesivo y descomunal. Es más que bella, pero anda en shock. "Post traumático", me confiesa. Y me dice sin que casi le pregunte nada, que ha huido de la guerrilla de su país, y que ha logrado llegar a España hace nada, y que la protege una O.N.G.

Y por fin, sonríe como una tenaz hembra, y sus ojos impresionan. Porque nunca desvelarán que tiene muchos menos años de los que aparenta. La bautizaré como "Trepidante", porque la mujer ha vivido tan de cerca la muerte y la obstrucción absoluta de su sexualidad y de su libertad, que su relato nervioso y aventurado me recuerda a una balacera maldita de Cali o Bogotá. La mujer está próxima a una tragedia que parece querer detener su vida y su futuro. Me mira desconfiada, hasta que me ve hablarla con respeto.

No tengo ni idea de quién será realmente la hermosa "Trepidante", pero está todo el drama del mundo en su hablar, que trata de ser inútilmente sosegado. Está destrozada de dolor, extraña en sí misma; sin saber muy bien cómo es que le pasan las cosas que le están pasando. Es como si no hubiese podido todavía ordenar su horror.

Me dice que yo debo ser un profesor, y agradece mi cercanía. No sé nada de "Trepidante", pero estoy seguro de que de pequeña ya estaba en las guerras de su país herido y dividido. Parece en el fondo orgullosa, valiente, audaz, esposa de un gran jefazo, y señora de bandera que hasta pudo atesorar mucho poder. Por eso juega a ser medio prostituta y provocativa. Porque quiere seguir siendo una reina en el cetro de los infiernos exteriores y extremos.

Afirma que le siguen los pasos sus paisanos para acabar con ella y con su hija, que el otro día le robaron los moritos toda una carpeta llena de documentos de legalidad, y que no hay un árabe bueno. En cambio, los españoles somos otra cosa más dulce y suave ...

"Trepidante", me hace sentir a Pablo Escobar, a huidas y escapadas a la velocidad del vértigo, a las luchas de muerte en su país, al cactus, a que ha debido de hacer algo gordo quizás defensivo, y que no se fía ni de Petro ni de Boric.

"Trepidante" es mujer en guerra. No se puede ser más atractiva y adivinarle cara de niña si deja el pavor. Conoce una línea de bus. Esa línea la llevará a la sede de un piso que gestionan sus amigos solidarios de la ejemplar O.N.G.

En "Trepidante", veo la guerra muy cerquita, que ha salvado el cuerpo de milagro, sangre derramada a charcos muy cerca de su recuerdo, vulnerable como en una lid de odios desgarrados, la grandeza y el sucio odio de la fraternidad en su paisanaje. Sí. Veo a la Colombia que sacan poco por la tele, que es exceso, que casi enseña las tetas para esconder tras su alma un revólver de venganza.

Cuando le digo que debemos tomar líneas distintas de bus, ella duda en mirarme con complacencia o con rechazo. Debe estar harta de quedar bien con quienes la ayudan. No sabe quién seré yo, ni puede imaginar ahora quién es ella mima, está sudando, me dice que le gusta el calor de mi ciudad, que en donde esté el verano que se quite el invierno, que la vida es algo único, y que está de todo hasta los ovarios. Y luego vuelve a sonreír deslumbrante.

"Trepidante", me sorprende. España, Europa, todavía sigue siendo un paraíso y un remanso de paz para quien vive la intranquilidad, en el vaivén, en la ambición mutilada, en el afán del contraataque, en la angustia de que maten a su hija y a ella misma, y que se le acabe todo casi en el anonimato.

Siento en "Trepidante", el sabor molesto de las devoluciones en caliente, y el camino hacia la nada. La niña hermosa no debe volver al terror. Es una nena potente y vital. Es un ser que precisa de oportunidades.

¡DE VIVIR!
 

viernes, 24 de mayo de 2024

- PITOUN ENTREGÓ DOS CAPAZOS DE PLANTAS. -



Al límite de sus emociones en arco iris. Como pariendo una necesidad y un bien. Jacques Pitoun ama a sus plantas. Las cuida y se entretiene viendo cómo van dándole y dándose vida. ¡Sus plantas! ¡Los tesoros vivos que acompañan a Pitoun! ...

En su balcón ya no puede tener más. Se le terminan los espacios. Pero además, el hombre sabe que las plantas son vida. Que dar vida es una gran oportunidad para mostrar su faceta de generoso, que comparte, dador; de sacar para afuera aquello que ama.

Pitoun ya no es joven. Pero, lo fue. Su juventud fue vida arrebatadoramente vital. Machacó sus músculos hasta el paroxismo huyendo de su miedo, en busca de glorias deportivas irreales y ficticias. Pero, sigue fuerte. Pitoun continúa teniendo un espíritu fuerte, y una pasión quizás heredada por el cuidado de sus plantas.

Está nervioso Pitoun. Se siente un rey mago incomprendido, el cual camina hacia un Centro de beneficiencia, en donde le recepcionarán sus macetas, y seguro que servirán para hacer feliz a alguien. Y Pitoun lo está. Feliz y muy nervioso. No está acostumbrado a dar vida a los demás, aunque esté fuertemente convencido de que una planta natural y cuidada por él, no es una planta más. Es muchas cosas de su vida positiva y animosa que sacará de la persona que la disfrute muchos sentimientos escondidos interiores.

¡Alós! ... Pitoun le entregará siete plantas a un tal Alós. No quiere saber quién es el tal Alós, porque Pitoun está con ansiedad, con el rictus crispado, con la cabeza bajita, y con una profunda convicción interior de que está y va a hacer una cosa bien hecha.

El camino hacia el Centro benéfico es corto. Está cerca de donde vive. Pero sus rodillas están lesas por el paso del tiempo, y las siete plantas que transporta pesan mucho, y debe hacer tres paradas para descansar antes de llegar a su destino.

Pitoun está como enrabietado, pero hay algo en él mucho más potente que su sudor y sus nervios: su buena intención.

Pitoun sigue disimulando su jadeo sonoro y sigue hacia adelante. ¡Siempre hacia adelante! Y cuando llega al Centro que acogerá y distribuirá sus plantas, Pitoun está afectado, ansioso, feliz, se siente libre, y también tímido y más que pudoroso. Además, Alós no está en ese momento.

El guardia de seguridad del Centro, le pregunta a Pitoun qué desea, cuando llega el hombre a la puerta del lugar. Pitoun logra decir:

- "¡Sí! Yo soy el de las plantas. ¿Está el señor Alós? ..."

- "¡Espere un momento! ¡Siéntese en esa silla! Yo le aviso ..."

En el Centro benéfico, hay mucha actividad solidaria. Pero Pitoun no desea ser asociado a la beneficencia, sino al más puro y coqueto anonimato. Quiere irse de allí lo más pronto posible y serenarse.

Una trabajadora del Centro, se dirige a él, y le indica si desea esperar a Alós, o si por el contrario puede ella misma entregar las plantas al hombre cuando regrese. Y Pitoun le dice a la mujer que sí, que bien, que vale, que perfecto, que fenomenal, que no se preocupe ...

Y ya Pitoun va regresando de vuelta a su casa. Sin peso y con el corazón sosegado, y el espíritu en retorno de sosiego. Ha valido la pena, todo. Intentarlo, ser generoso, enfrentarse a la adversidad, superar obstáculos, y hacer una buena obra. Bien empleados han estado su ansiedad, sus sudores, sus apuros, y los brazos doloridos por el peso de las plantas. Y Pitoun deja de sudar, y siente paz.

-Y MUCHO GOZO. -