martes, 30 de agosto de 2022

- ANA BLANCO DEJA EL TELEDIARIO TRAS MÁS DE 30 AÑOS. -



Es un verdadero acontecimiento. Pasar de los 90 hasta el 2022, nunca es nada sencillo para un periodista. Porque la sociedad evoluciona constantemente y las expectativas y demandas de credibilidad informativa mutan constantemente.

Y Ana Blanco se convierte ya en historia imborrable de la televisión española, pública y general. Porque adaptarse en tiempos en los que lo digital no eran lo que son ahora, y en plena evolución revolucionaria hacia otro tipo de contexto social, nunca es ni será fácil.

Ana Blanco ha competido contra el internet y las redes sociales desde la tele pública. Y ha sabido resistir a gobiernos y a acontecimientos extraordinariamente exigentes. La Guerra del Golfo, los atentados en directo a las Torres Gemelas, o los cambios de gobierno y cambios sociales. Y Ana se ha ubicado bien y con creces en esa nueva sociedad cambiante y crispada. Exigente y competitiva.

La Blanco ha hecho cuidados cuando informaba, pero nunca fue de concesiones. Hizo su trabajo. Y la sociedad valoró por encima de todo su profesionalidad. "Oye, está seria porque está concentrada en su trabajo. Es una mujer que se curra lo cotidiano ..."

Esa faceta ha sido su fuerte. La mujer clara y contundente que te cuenta las cosas que pasan sin levantar la voz, e incluso apenas sin mover músculos expresivos de su cara.

Porque incluso la sonrisa de Ana Blanco no ha sido complaciente, sino correcta. Para ser creíble y que no te lluevan los palos, hay que montárselo muy bien. Y la vocera Blanco, ha dominado las emociones ante la cámara sin ruidos ni estridencias. Y eso te saca de las críticas.

Ana Blanco no ha sido ni guapísima ni fea. Eso también ha gustado. Porque siempre ha parecido una chica normal, corriente, discreta, y nada amante de las polémicas.

Sí. Grescas en crisis, si quieres que te dejen en paz durante más de treinta años. Tantos años con poca crítica te convierten en algo grande. Ser histórico ya lo lleva en su interior. Y esa perdurabilidad sin mayores ruidos, nos habla de un gran trabajo de empatía y profesionalidad con el espectador. Hoy por hoy, Ana Blanco ha sido la más fiable de todas y todos los periodistas que nos ofrecen el relato de las noticias cotidianas.

Ha sido como la "locutora de continuidad", que a pesar de los años transcurridos no pedía relevos, y lo de ahora aparece como noticia o nueva sorprendente.

Sin florituras Ana Blanco. Y con ese misterio de intimidades que ha sabido guardarse para sí. Para ser creíble has de ser meticulosa y mistérica. Con un misterio que se llame normalidad y buen hacer. Una mujer más, entre todas las mujeres de su edad y de su tiempo.

Con Ana Blanco, se va alguien imprescindible históricamente para comprender cómo se logra en España esquivar rechazos. Cosa que es de prestigio en tiempos de encono y apreturas.

Ana ya tiene poco más de sesenta años y se declara un tanto cansada. Pero en realidad nunca hemos sabido mucho del interior de esta mujer, con facciones seguras y en donde la sonrisa y el enigma se han parecido demasiado. 

Ana Blanco se ha tirado media vida ahí, y eso cansa hasta a un psicólogo. Han sido más de treinta años, que parecen haber pasado volando aunque no haya sido en absoluto así. El periodismo silencioso la ha premiado con la buena crítica general. Y la nostalgia seré elogiosa.

¡BUEN TRABAJO, ANA!
 

miércoles, 24 de agosto de 2022

- MI AFICIÓN POR EL ATLETISMO. -



Aunque he practicado muchos deportes a nivel aficionado y desde que yo era una niño, el presente escrito trata de referirse a mi gran afición al atletismo televisivo y a nivel de espectador.

Si observo a los grandes atletas que admiré, muchos de ellos tienen mi edad o parecidas cifras. Eso tiene un buen significado. Una sintomática conclusión. No viví mi vida cuando estaba en mi apogeo vital, y entonces la televisión se convirtió en mi gran consuelo. Los deportes. Y ahí descubrí todas la modalidades. Y me impresionó el atletismo porque era diferente, universitario, los mejores atletas de todos los países luchando entre sí, y un público entendido más que populista. También descubrí por la tele que se podía correr sin parar durante poco más de dos horas a ritmo frenético, y mil etcéteras.

La tele deportiva fue mi escuela, y reemplazó a esa mi radio tan cercana en la que hoy se suceden las tertulias de forofotes o en donde se ven los partidos solo si tienes dinero para abonarte a las plataformas.

En mi cabeza siempre hay apellidos imborrables del atletismo que muchas personas ya han olvidado, o ni siquiera saben que existieron. Recuerdo a Myrus Yifter, o a Kipketer, o a Sergei Bubka, o a Willie Banks, o a Petra Felke, Jan Zelezny, Michael Thompson, Steve Cram, y así llenaría tres folios o más de atletas de los ochenta.

Empezó a apasionarme el atletismo por su elegancia, espectacularidad, aceptación de derrotas y alegría de victorias, mucho antes de que Usain Bolt destrozara muchos de los recuerdos anteriores.

Uno de los pocos atletas que se conservaba en el recuerdo, era cuando Jesse Owens le ganó a los nazis de Hitler en sus propias narices alemanas y olímpicas. Para recordar a otros atletas, había que tirar de afición.

Me fascinó la milla. La tradición inglesa del medio fondo. Siempre se decía que mientras hubiese un atleta inglés en carrera, los favoritos para ganar nunca podrían estar tranquilos hasta el final de las pruebas.

En la milla eran galácticos Sebastian Coe, Steve Ovett, Cram, Said Aouita, o Sidney Maree. Y para mí, uno de los atletas españoles más injustamente tratados por los medios. Hablo del altivo y sensacional José Luis González. Siempre arisco con la prensa,-como todos los genios-, difícil, y complicado como los grandes superdotados. Pero González ganó la milla de Nueva York e infinidad de carreras, ganándoles a casi todos los mejores atletas universales. Esos cabezazos agónicos de los doscientos metros finales en el sprint, fueron realmente inolvidables. Me llama mucho la atención lo poco que la tele se acuerda del genial toledano.

Me impactaron los mítines. Aquellas concentraciones rebosaban sabiduría, calidad y expectación. Yo, devoraba los paquetes de papas, y degustaba cada vez más los campeonatos mundiales o europeos, y la parte atlética de los Juegos Olímpicos.

Me encantó descubrir los mundiales de cross, con John Ngugi. Ganaba siempre. Como otros inolvidables atletas africanos etíopes, eritreos, keniatas o tanzanos. ¿Quién no recuerda al fondista Gebreselasi? O a Bekele Debele, Kenenisa Bekele, y mil etcéteras. 

En aquellos mítines yo nunca fui nacionalista. Jamás. Me abrí a las grandes estrellas americanas y de todos los países. A los rusos, eslavos, asiáticos y lo que hiciera falta. Aquello era calidad. Es calidad.

Me acuerdo del genial y tranquilo cuatrocentista yankee  Edwin Moses, imbatible muchos años, el cual medía sus zancadas ganadoras entre valla y valla. Willye Banks animaba todavía más, incitando a los espectadores a aplaudir y crear emoción antes de sus saltos. A El Gerrouj, que batía todos los récords del medio fondo inglés, como relevo de Said Aouita, marroquíes ambos. Heike Dreschler, la alemana, hacía personalidad y magia en longitud. Espectáculo puro. Florence Grifith mantiene su récord de velocidad. Siempre polémico. Murió joven.

Mike Powell mandaba al olvido en longitud a Bob Beamon y a lo que nos contaron de su hazaña en Méjico. Robert Korzeniowski arrasaba en la marcha atlética. Al polaco genial le han capado parte de sus éxitos galácticos cuando las exigencias de la todopoderosa televisión no deja hacer bien su trabajo apremiando las realizaciones y acabando por convertir la magia de los 50 kms marcha en unos más domados 35.

El heterodoxo y magistral Jonathan Edwards maravillaba con sus saltos estratosféricos en el triple salto, e Iván Pedroso era imparable en el salto de longitud. Sotomayor en el de altura.  Inolvidable siempre el atletismo cubano, el cual siempre renueva su estrellato con una velocidad y rigor ejemplares. Cuando la joven sensación venezolana Yulimar Rojas aterriza y enamora, acude a que el profesor Pedroso valore sus brincos.

Pocos atletas antes de la era Bolt, como el estadounidense Carl Lewis. Uno de los iconos eternos de este mágico deporte. Lewis era elegante, callado, orgulloso y genial. Su progresión en el hectómetro la acometía con un movimiento acompasado de manos y brazos, imparables. Coincidió con una pléyade de estrellas de la velocidad, y entre ellas con el tramposo canadiense Ben Johnson, que ganaba por el dóping. Y no era mediático.

Pasó Bolt. Como un rayo. Cayó el telón de acero. La sociedad es otra. Las tensiones entre países no han dejado de estar ni estarán. Ahora, los rusos están apartados por los organismos rectores del atletismo. Han pasado muchas cosas. Sé que el atletismo siempre es cosa de minorías en muchos lugares. Pero la esencia que nació en Grecia, sigue y seguirá viva y vigente. 

Sí. Me sigue apasionando el atletismo a pesar de que Duplantis haya tumbado al mito Bubka, o de que muchos anteriores dioses descansan olvidados. Ahora, el atleta también se ha hecho mujer con todas las consecuencias,-ya lo eran en la época de las pioneras astronautas soviéticas-. Y los jóvenes gladiadores del tartán saben que su tiempo es limitado y que si tienen buenas marcas y entusiasmo, pueden llegar al placer de la medalla y al himno triunfante.

Dicho todo lo anterior, a mí me hubiera gustado haber podido levantarme del sillón y haberme puesto a vivir. Afortunadamente, los años y mi recuperación me han hecho ver el atletismo y la vida de otra manera. El deporte, siendo espléndido, solo es una faceta más del placer del vivir. Ocurre que yo no tuve ni salud ni juventud para darme cuenta a tiempo. Y agradezco y agradecí a ese atletismo magnético, que me dio consuelo y me lo da en tiempos difíciles como son los míos.

Me he perdido mucha vida durante este tiempo de pasión. El atletismo y otros deportes me robaron acción y vitalidad. Pero, desgraciadamente tenía muy pocas opciones de variar el rumbo de mi vida. Y ahora, ya me veo capaz de simultanearme hazañas atléticas de otras y de otros, con mi patrimonio personal que sigue y avanza en la aventura inexcusable del vivir real. Es duro, pero también absolutamente imprescindible para ser coherente con el tiempo que la vida siempre nos concede.

¡SALUD PROPIA Y PARA TOD@s!

domingo, 14 de agosto de 2022

- OTRA REALIDAD. -



Era domingo. Sobre la hora de comer. Agosto, calor y fantasía. Más calor, y necesidad de relax. Un conocido me dijo que le acompañara a un salón de juegos; de máquinas tragaperras. Y entré con él.

Me impresionó la oscuridad y la intimidad potente de aquel recinto. Y su diseño. Porque, me internaba entre los pasillos, y descubría más lugares en donde decenas de máquinas de juego y en silencio, destilaban hacia la vista luces azules y de todos los colores. Incitaban al juego sin tiempo.

Estaba muy poco concurrido el establecimiento. Pero yo creo que aunque estuviera más animado, seguiría estando la hipnótica magia de la seducción y de la ceguera de alma. Un paso hacia la irrealidad.

Se nos acercó una chica muy alta y morena. De enormes y brillantes ojos verdes. Me quedo con su sonrisa de niña eterna y casi de mármol. Metálica.

- "Hola, ¿qué tal? Soy Mar. ¿Queréis tomar algo mientras jugáis? ..."

- "Pues te voy a pedir luego tu teléfono, ¿sabes, Mar? ..."

- "Je,je,je ...¡Oh, no puedo! Estoy casada y solo hago mi trabajo, gracias ..."

- " A ti ..."

Magia. Este sitio solo sería magia. O un viaje sideral. Si no fuera, porque esto es un negocio que puede ponerte en aprietos si no dominas tus emociones. Ludopatía a las tres de la tarde. Es una libertad demasiado desnuda, extremadamente posible; descabelladamente intratable. Pero esa pulsión de huir de este mundo y con el dinero de las máquinas hacerte rico, es absolutamente insuficiente.

Me impresionó un chaval. Un hombre joven que tendría unos treinta años. No miraba a nadie. Estaba super concentrado en una de las máquinas tragaperras. Se hallaba en su mundo enfermo y extraño. Quería sacar petróleo. No debía estar contento del dinero que su jefe le pagaría todos los meses. ¡No! ¡Nunca sería eso! Lo que pasa dentro de ese antro oscuro es lo mismo que sucede en la consulta de un psicoanalista o en el interior de su alma. Las verdades salvajes desnudas. Y ahí nunca brilla el dinero. El dinero es una excusa. El potencial ganador del dinero es un niño con ansiedad, el cual por mucho que beba agua fresca sigue teniendo sed, y se hincha y se encharca sin resultado satisfactorio.

El joven jugador seguía concentrado; como hipnotizado delante de la máquina. Como estudiando el juego desde su zona estratégica. Parecía sentirse feliz en aquel lugar. A veces, aparecía la bella Mar, y le decía unas amables palabras. Parecía evidente que este chico frecuentaba bastante el lugar. Y sonreía con naturalidad a Mar, y Mar a él con profesionalidad. Parecían tenerse confianza. Y después ella se retiraba oportunamente, y el hombre seguía a sus cosas.

Yo me sentí bastante incómodo durante aquel tiempo en el que permanecí en el lugar. Sentía que habían demasiadas mentiras allí. Que, a las tres de la tarde las cartas existenciales estaban demasiado marcadas. Que este escondite era una excesiva tentación. Que a las tres de la tarde solo puedes ser agresivo. Que la oscuridad es agresiva. Que podías cometer muchos errores, y que la agresividad estaba mucho más a flor de piel en ti.

El joven siguió en aquel lugar de derrota. Espero que no le fuese demasiado mal. Pero yo sentí que debía respirar de nuevo la verdad y alejarme de aquellos pasillos seductores y maléficos a un tiempo. Había que ser realista y a mí nunca me gustaron los cementerios. Porque son hasta inanes y absurdos.

Afuera, en la calle, todo era auténtico. Con sus virtudes y defectos, pero auténtico. Peor para el joven que confundía el descanso con la autodestrucción, o la sonrisa bellísima de la espectacular Mar, con una amistad de simpatía. 

Hasta que no se sale afuera, a la calle de la vida, no puedes tener el espejo de ti mismo. Y el presunto marido de la bella Mar, era demasiado mayor para ella, demasiado rostro duro de hombre de negocios. Demasiada falsedad y violencia en la mentira. Demasiado fácil para no creer en las aparentes sinceridades. Oscuridad fatal.

Cuando estás en una cueva de riesgo, es mejor tener modestia y precaución. Aquel refugio estaba de más. Sé que inspira para construir historias y experiencias, pero también me malicio que el sol que arrasa el Mediterráneo siempre tendrá más fuerza y feeling que cualquier sima cobarde.

Donde presida el sol y la riqueza sea justicia, entonces podrás afrontar de verdad tus inquietudes. Y probar a ser realmente feliz y tu mism@.

-SAL DE AHI Y MÍRATE-
 

sábado, 6 de agosto de 2022

- MÁS QUE EXTRAÑO, PENOSO ... -



Algo ha debido suceder. Es como si un invisible polvillo potente hubiese caído sobre el Planeta Tierra. Esto ha debido venir desde el exterior. O eso parecería. No tiene ni parece tener la lógica terrestre.

Esa substancia letal parece que ha caído sobre toda la superficie del Globo. Y al mismo tiempo. En una misma franja horaria ha penetrado por igual en los dos Hemisferios. ¿Alguien lo habrá programado?, ¿o simplemente ha querido la fatalidad que lo sucedido haya sido de este modo y no de otro?

Los habitantes vivos del Planeta se han quedado todos dormidos a un tiempo. Y hasta la clorofila de los árboles y toda la botánica, han detenido el río vital de su transcurrir.

Todo ha sucedido en escasos segundos; escasos instantes. Todos los habitantes han sido alcanzados por el citado polvillo tóxico. Ha matado a los que ha pillado en el aire volando con los aviones, a los pasajeros, a los conductores en acción, y a todo tipo de actores activos.

En las calles, hay gente completamente dormida. Como, narcotizada. Aunque también puede poetizarse una cierta sensación finita de paz. Todos duermen profundamente. No hay nadie despierto de Polo a Polo, de Norte a Sur, ni de Este a Oeste. Todos, todos, todos duermen ...

Impresiona. Impresiona ver tanta inconsciencia, tanta lesitud en los seres humanos, tanta vulnerabilidad  completa y absoluta, tanta muerte, y sobre todo tanto ser humano a merced de lo que pueda acontecer en el exterior siempre amenazador y peligroso. Los seres humanos duermen indefensos un tremendo sueño del que no pueden despertar.

Mas no es el silencio lo que predomina o preside la terrible situación. En absoluto. Quien crea que el polvillo que ha dormido a todos los terrestres que siguen vivos y que son miles de millones ha creado silencio definitivo, yerra por completo.

El ruido es tan potente, que también es fiero y amenazador. Se oye a muchísimos kilómetros. Los ronquidos de miles de millones de seres humanos a la vez, generan unos decibelios que un oído de nuestra inteligencia no puede digerir sin causarle estallidos de tímpano o sordera. Es imposible seguir ahí con ese clamor, que se da por igual en las simas más profundas que en lo más alto de las grandes Cordilleras.

Sí. Todos permanecen esclavamente dormidos, y emitiendo unos más que profundos ronquidos. Y la lógica de aquí indica que este estado podría prolongarse por demasiadas horas. Si todos duermen y nadie despierta, morirán uno tras otro por ausencia de alimento o de falta de agua ingerida.

O despiertan, cual un milagro, o ese sueño profundísimo dará paso a la total desaparición de la vida. Es decir, que mientras se escuchen los potentísimos ruidos brutales e inacabables, habrá positividad. Porque debajo del efecto contaminante, los aparatos respiratorios indican desde los ronquidos que la vida aún está.

¿Quién va a despertar a millones y millones de seres humanos? Parece labor imposible y a descartar. Habría que investigar qué contiene ese polvillo sedante y traicioneramente canallesco y letal. No daría tiempo. E incluso si se desencadenara una descomunal tromba de agua sobre todas las latitudes o al menos sobre algunas del planeta, nada hay seguro que  la simple fuerza y efecto de la lluvia vida, sacase del sueño a los terrestres. ¿Por qué iba a poder hacerlo? Lo mismo, que si un tremendo meteorito impactase sobre nuestro planeta. A nadie ese impacto se puede saber si a alguien podría despertar.

Por tanto, parece todo perdido para la especie humana. No parece existir la más mínima forma de salvación. O, quizás sí. A lo mejor el optimismo contenga una súbita solución urgente y oportunísima.

-MAS NO SE ME ANTOJA NINGUNA CLAVE-