ETA surgió desde la desesperación. Desde el querer apartarse de todo lo que representaba en Euzkadi la España de Franco. Fue un movimiento pasional, inconformista, de raíz, de lucha y de una tremenda violencia. Aquellos años de plomo, aquella tensión, aquellas bombas, aquellos gudaris, aquella sangre, aquel contraataque del GAL, etcétera. Un tiempo para desechar y mandarlo al carajo.
En "Maixabel" hay una realidad evidente que pasó. ETA no miraba el DNI de quien mataba, sino que buscaba el cargo y el símbolo, la espectacularidad o el comando.
Puede verse en esos pueblos hermosos y singulares de calles estrechas y hermosas, en ese paisaje privilegiado que es el monte del País Vasco, y en mil millones de lugares, en los que la cercanía y la familiaridad eran un buen ardid para cometer aciertos y errores.
Mucha gente se sigue preguntando el porqué de la autodisolución de ETA. Y evidentemente esto se debió a muchísimos factores. Y uno, fue el cansancio. La gente se cansó de dolor, e incluso tras asesinar a Miguel Ángel Blanco, los abertzales comenzaron a sentirse vulnerables.
¿Qué pasaba con los arrepentidos? La cárcel es una pistola y una carencia de oxígeno para el ser humano. El tiempo estaba cambiando. La Democracia post Transición, avanzaba. La sociedad, dudaba y se repartía. Hubo en ETA disputas internas, y el entusiasta gudari descubría en sus superiores cosas que no les convencían.
En cambio, a otros que actualmente siguen en las cárceles, la propuesta de la valiente Icíar Bollaín, no les ha gustado y no han querido ver el film.
La propuesta es psicológicamente, durísima. Perdonar. Admitir los errores cometidos irremediablemente, y cosas de ese calado, es un anhelo tan maravilloso como más que difícil.
La mujer del asesinado Juan María Jáuregui, siente el amor, el perdón y la bondad. Es como sacarse el demonio o el odio del cuerpo. Ha de ser una experiencia brutal. Ponerse al frente de una Asociación de Víctimas del terrorismo, e intentar hablar con los asesinos para tratar de entender hacia dónde bajan los infiernos del odio.
Aquí aparecen ex etarras desilusionados consigo mismo. Tras ser capturados se sienten solos, y hasta engañados por sus dirigentes. Admiten secta, y que no opinaban. Había que matar y se mataba. Sentían que era la forma de plantar cara a aquella España tan cercenadora de su dignidad y raíces.
Vencen los silencios en los diálogos. ¿Qué decir cuando apenas hay respuestas? Evidentemente, no hay nada más difícil que enfrentarse a uno mismo y con compañía redentora de buen propósito.
Aquí prima la humanidad y el buen deseo. Hace años que ETA se acabó. Y hay que partir de ahí hacia el futuro. Eso nunca será fácil para nadie. Ni para euzkaldunes ni para españolistas. Pero es un reto a abordar, como hace la directora de la peli.
A mí me hubiera gustado igualmente poder ver a algún arrepentido del GAL, y eso lo eché en falta al ver la película. Pero el mundo avanza, debe avanzar, hay que ser positivos y luchar porque los enconos vayan cediendo. Euzkadi y España deberán encontrarse en algún punto, como ahora hace el Partido Nacionalista Vasco. La Democracia también son sentimientos. Y los sentimientos son personas.
Es una película amarga y maravillosa, que mete los dedos en donde aparentemente no se debe. Es una película correctamente desobediente, pero en la medida que la reflexión se imponga al odio, se convierte en un film conveniente y necesario.
¡BIEN, ICÍAR!