10:04
jose vicente ortí
Juguetón y siempre escéptico. Incrédulo. Ingenioso y extraño, vital y listo, vivido y bello, machista sin saberlo y ego de caballo. Ignacio.
Guapo como un astro del cine, amante de las bellezas rutilantes y despreciador de lo aparentemente previsible y quizás menor. Elitista y heterodoxo, niño grande exigente y puñetero, separado hace veinte años y condicionado por su fracaso personal. Es incapaz de cerrar sus páginas erradas y vive con ellas intentando disimularlas. Ignacio.
Ignacio es profesor, y sus alumnos le ven como a un tipo distante, inabordable y excesivamente burlón como para hacerle caso. Los alumnos de Ignacio se limitan a bajar su cabeza y a hacer lo que les ponen en los libros, y utilizan el cartabón y la escuadra como rutina necesaria. Nunca nadie osará enfrentarse de verdad a él. Ignacio.
Ignacio es un descontento incoherente y aburguesado. Colecciona novias y follamigas, pero todo está roto en una semana y es pronto una vuelta a empezar.
A Ignacio nunca le conocerás del todo bien, y ni siquiera un poco bien. Solo le verás algo si decides apreciarle y mandarle señas de sentimientos cercanos. Entonces descubrirás a alguien especial con cara bella de bonancible y mucha calle y pasado. Sabrás de un tipo hermético e impostor, que ama los misterios como una necesidad, porque las realidades y soluciones le causan un tedio insoportable.
Por eso Ignacio juega a galán eterno y a triunfador que disimula. En el fondo se siente un dios incomprendido y superior a otras muchísimas criaturas. Se siente casi de otro planeta en el cual abundan el dolor, las obligaciones, las paredes, los impedimentos, las trabas y las leches. En ese planeta de distancia y también de autocastigo, se siente pionero y original. Ignacio.
Nunca termina de tener cincuenta años y goza de un coche para ser libre, y una personalidad trufada de deseo y de inestabilidad. Ignacio todavía no sabe peligrosamente lo que quiere. Y tras sus dudas hay una potente violencia que tiene mucho que ver con su vanidad.
A Ignacio le gusta ver a las personas en apuros, ponerles en un brete, probarlos, y buscarles los puntos flacos en busca de seres de zen o correosos. Porque desea bregar y rivalizar con quien haga falta, y sorprenderle, y hacer como que no hace nada a nadie, y va de santurrón y de sorprendido, y le apasionan las estrellas fugaces y la noche cuando se vuelve inopinada y hasta inesperada. Siempre Ignacio.
¿El amor? No. No puede ser el amor. Puede ser todo demasiada invasión de los espacios y de las cesiones y consensos. Por eso las mujeres hermosas le olvidan y niegan pronto y cuando le tantean su escasa verdad. Ignacio.
Ignacio es aspirante a arquitecto, a trepa, a escalador, a impresionador de patentes y prototipos, de construcciones epatantes y eméritas, y busca en el éxito el descrédito de los otros. Quítate tú para ponerme yo. Dictador. Ignacio.
No puedes hablar con él. Recela y hace saber. Subir a su olimpo es su saducea trampa. Es ventajista y te negará todas sus evidencias envolviéndote en un magma de extrañeza y hasta de perplejidad. Ignacio.
Lo mejor que has de hacer por hoy es no tomarte en serio a Ignacio. No entrar en su juego y nunca mostrarle claramente los dientes. Porque si ve rival, entonces se enfadará y juzgará como una locura tal oposición. ¿Oposición a él? Osados y caprichosos, veleidosos e irreales, aspirantes a la nada y la mediocridad, siempre inferiores e inoportunos, incontrolados adversarios que, ¡nunca tendrán un argumentario que pueda llegarle a él a la suela del zapato! ...
-IGNACIO-
9:09
jose vicente ortí
Se percibe con facilidad. Es un atleta sin fronteras. Es el actual rey del atletismo, todos les conocéis por Usain Bolt, acaba de ganar con la gorra al supermán Gatlin las dos finales de la velocidad pura, y ha llenado de emoción a ese estadio pekinés que llaman "El Nido del Pájaro".
Se está harto de atletas extraordinarios que acaban pasando fríos y desapercibidos delante de los focos mediáticos. Y eso nunca está bien. Porque el deporte no ha de ser todo moderación, obediencia, soldado gris, previsibilidad, concentración para salir a ganar, o desmesura individualista basada en lo políticamente correcto. ¡No! Hay muchas cosas más. También hay vida y maravillosa, a la vez que los récords del mundo. A veces la hazaña no es fugaz e históricamente arrastrada, o llevada a la fría matemática de los números. A veces, o casi siempre, ¿qué más da o aporta todo eso? ...
Usain Bolt es la savia que retroalimenta a una cosa menor y minoritaria que se llama atletismo. Ofrece más. Todas las sorpresas. Es el mejor, un chiquillo loco y maravilloso que te levanta de los asientos y te deja con la boca abierta, uno que sonríe y se ríe cuando está a punto de sonar el trascendente pistoletazo de salida de las pruebas supersónicas, alguien en el que puedes creer, alguien que gana hasta cuando no está en forma, y alguien que quiere saltarse y se salta todas las normas habidas y por haber.
Por eso me hechizó Muhammad Alí, o la sonrisa mágica de Jhonson en aquellos Ángeles Lakers inolvidables. Porque se salían del guión. Porque eran capaces de hacer que la sonrisa y hasta la sonrisa te llegara al ánimo y hasta te olvidaras de sus rivales.
Es lo que hoy tiene Bolt. Ese carisma mediático lo explota a mil porque sabe y porque quiere. Todo se aclaró tras algunas dudas iniciales en un hombre ya mayor para sus pruebas y sus piernas. Tiene veintinueve años, menos pelo, y las nuevas estrellas tienen que ir empujando. Pero ...
Pero, nada por ahora. Las grandes ecuaciones se hicieron resolución alegre cuando terminó el último hachazo del jamaicano al yankee Gatlin.
Ahí empezó la verdad y el todo: ¡ el tiempo del show de Usain Bolt fue más visto que toda la jornada de atletismo junta! ...
El extravagante y maravilloso heterodoxo, nos hizo felices. ¡A todos! A la alegría. Porque Bolt sacó su arco, y la figura de arquero, y sus iconos, y se descalzó, y besó a todo el mundo, y se besó a sí mismo, y dio su juego infantil y juvenil a absolutamente todos sus seguidores.
Ahora los chinos fueron felices con un Rey que no hacía caso a nadie y que se volvía al público insistente, feliz, generoso, cachondo y cordial. Firmaba autógrafos y daba las manos, y les saludaba, y se juntaba con ellos, y entonces todo ese tiempo era mucho más que atletismo de élite y de éxito.
El tiempo extra y cercano de Usain con todos sus enamorados era el tiempo oportuno y necesario. No había horarios ni fechas en los calendarios, se zafaba con astucia de los miembros de la organización del evento y volvía una y otra vez a las gradas para transmitirles emociones de alegría y de contento a sus fans. ¡Todos, fans! ...
Porque a éso a de irse al deporte. No solo a ganar o perder, o al resultadismo, o a hacer lo que te digan, o a competir como un fiera discreto y contenido. Usain Bolt lo niega todo. Es como si quisiera decir que a veces hay que hacer lo que a uno le venga en gana y homenajease a la libertad emocionada.
-COMO SU FELICIDAD CONTAGIOSA-
9:38
jose vicente ortí
No se lo digáis a nadie. Pero ni Champions, ni gaitas. Porque la competición futbolística que nos llena y nos llega, es la Liga de fútbol español. Todo lo demás son cosas de prestigios, ambiciones y pluses.
Ya está aquí la gran competición. La que siempre está y que suelen ganar el Madrid o el Barça, pero la que hacemos cercana y la acompañamos aunque viéndola en casa o en el bar de la esquina, o yendo a los Estadios aunque cada vez menos dadas las actuales reglas del juego del dinero que favorecen a las fórmulas comodonas de los adinerados y privilegiados.
Pero a pesar de todos los pesares, amamos la Liga de las cuatro estaciones del año. Tiene el sabor de lo cotidiano, de las ilusiones siempre reencontradas, de la excusa para estar con los amigos, para hablar de algo, o para reírnos con las tertulias de los exagerados y simpáticos periodistas que versan acerca de los pequeños detalles y de las grandes rivalidades.
La Liga es como una familia en donde mandan los papás, pero en cuyo seno familiar siempre se suceden las novedades y hasta las sorpresas conocidas o no. Porque ves un campo de césped y es como su estuvieras de nuevo en la segunda residencia, o en la casa de la playa, o en la de la amiga, o en la isla de la libertad o incluso del libertinaje casi consensuado.
Ahí en el campo y en medio de la frustración o de la euforia, siempre tendrás a ese chivo expiatorio que se llama árbitro. En cuanto le vemos, viene a nosotros el diablo juguetón y puñetero. Y cuando suena el silbato, entonces nos relajamos todos los domingos y nos concentramos en un casi extraño silencio infantil que siempre rompemos entre una caldera de pasiones y de irracionalidad.
Ha llegado la Liga que no ofrece mayor novedad, y que además de entre blancos y azulgranas siempre habrá algún rojiblanco, sevillista o valencianista que se pegará al rebufo y hará sobreesfuerzos quién sabe sí finalmente compensados.
Nunca se pierde la ilusión en una Liga que empieza en Agosto y acaba en Junio o por ahí. Porque la ilusión somos nosotros incluso mucho más que las diabluras de Messi o las autoafirmaciones de C. Ronaldo.
Sí. Nosotros somos los donjuanes y las vampiresas del fútbol. Los que somos eternos niños y mamamos ese goloso opio nacional. Nosotros somos la Liga de fútbol nacional. Nosotros somos el ánimo y el resultado, y el grito, y la desmesura, y la camiseta, y la bufanda, y la birra, y la apuesta, y la quiniela, y quienes inventamos nuestras excusas para hacer todo lo posible por saber todo lo de nuestro fútbol.
Es social. Con el fútbol no pueden ni los neoliberales que tratan de excluírnos y de tirarnos a la basura de lo nimio. Nosotros somos la masa del pan del fútbol. Hay fútbol todo el año porque estamos nosotras y nosotros ahí todo el año controlando y devorando nuestro deporte que más nos mola.
El fútbol no solo son las estrellas, ni los medios de comunicación, ni las presuntas tapaderas del dinero distraído a la vista gorda, ni el que veintidós tipos en calzoncillos y bien mayorcitos se pelen el cutis corriendo como locos para rebañar y tener una pelota o un gol ganador.
El gol somos nosotros que también lo gritamos y lo padecemos. El triunfo y el Barça y el Madrid también somos tod@s un poco. Y unos ganamos y otros perdemos, pero todos jugamos agazapados en nuestros personales horizontes y expectativas cómplices y parecidas.
El fútbol y la Liga larga nos redimen y entretienen, y forman parte de nuestro deseo mayoritario.
-NUESTRA AFICIÓN-
11:07
jose vicente ortí
Sus piernas heterodoxas al servicio de la comicidad. Lina Morgan, artista de mil leguas. Maravillosa cómica que hizo del paleto un estilete de conexión. Ha muerto como ya sabéis, Lina Morgan. Suena rotundo lo de la Lina y sobre todo, lo de Morgan. Hubo un tiempo especial en donde las cercanías a la popularidad nacerían de nombres rimbombantes y casi provocativos para la época. Lo que ahora aparece como trasnochado, lo es porque se descontextualiza. El tiempo siempre juega a compararse.
Suena potente lo de Morgan. Se nota que fue grande y nunca una artista más. Fue un referente inexcusable del teatro y del cine español más popular. Fue la revista y el humor de oxígeno para salir del paso de la asfixia del franquismo. Había que reírse con lo que hiciera falta. Y el oficio y la visión aguda y profesional de Lina, atrapó esa idea.
Parecen charlotadas, antiguallas, y género menor. Pero los cómicos saben valorar mejor que nadie las poses y las conveniencias. En el negror de aquella España terrible de Franco y de la ausencia de la libertad, el artista tenía que ser impetuoso y rebelde, tenaz y protestón, naturalote y comprometido, sutil y audaz, inteligente y astuto, y todas esas pequeñas cosas que hicieron grande a la madrileña y popular Lina.
En ese tiempo de espanto y revista, de primeras aproximaciones a la esperanza de una peculiar libertad y al deseo de cambio impepinable, siempre el humor. Bendito humor de distracción y vitalidad, benditos viajes por todos los pueblos, y bendita conversión de lo ordinario en entrañable y válido.
Lina hizo un personaje. El de mágica y sarcástica paleta que podía permitirse el lujo de ser hasta reina y señora. Era mujer. Y éso, en su mundo de femineidad. Ser mujer siempre implica dentro del machismo una gran rémora. Pero a Lina, como en su momento la catalana Mary Santpere, no le importó. Salió de madre y alzó sus piernas, y la payasa maravillosa tuvo espacio y respeto. Ocasión. La mujer se dejó ver en el humorismo pionero, y recibió la bonita sorpresa popular en forma de espontáneo y masivo aplauso. Ese pionerismo, esa audacia, esa necesidad de la actriz por ser mujer y romper facetas y roles, esa idea de que se podía ser cómica y empresaria de su "La Latina" teatro, eso de que los corsés y de que las fajas negras siempre apretarían, no siempre o necesariamente sería así. Porque Lina dijo que nones.
Polifacética, superdotada en su naturalidad delante de las cámaras, conectando con un público ávido de Juanitos Navarros o de Alfredos Landas, y que demostró agradecimiento y emoción.
Hoy ya hay chicas como Lina Morgan. Abrió caminos e hizo mucho por la mujer. Las dictó valentía y eternidad, decisión y desmarque hábil frente a los cometidos y convencionalismos, y engañó a todas las más estrictas censuras. Porque tras su candidez y previsibilidad de sus personajes, había un enorme y definitivo corte de mangas.
Pueden ser grandes pongamos por ejemplo los escritores. Pero para mí son mucho más grandes los aparentemente menores pero que llegan más al gran público. Esa fue la gran magia de Lina Morgan. Que llegó bien a la gente. Que podemos destacar la huella y el sello del impacto de su nombre artístico. Esa es la grandeza y el triunfo.
Nunca se ha de descontextualizar. Cantinflas y le roi Chaplin fueron dos genios. O, Jerry Lewis. Y tantos y tantos cómicos y actores que decidieron tentar a las alas de la libertad.
En aquella España limitada y de la charanga, se precisaban iconos de la popularidad como la Morgan. Ideas y perfiles de una nueva mujer que se constituiría de cara y hacia el futuro. El papel de mujer del pueblo y sin más solo era una argucia que nos decía que en realidad todo iba a cambiar y cambiaría. Y sigue mutando.
¡AGRADECIDO!
7:06
jose vicente ortí
Él no debe estar ahí adentro. No tiene derecho. Hay premiosidad. Ha de imponerse la comunicación y la cotidianeidad. Pero él no quiere el encuentro inevitable. Va a haber tensión. Ya la hay. Siempre la ha habido.
Me acerco a un cuarto en donde está él y que es para ser compartido. Pero antes, pienso en las consecuencias en un ser enajenado y muy fuera de la realidad hace muchos años y por desgracia para sí.
Cada metro, cada centímetro de aproximación, es un reto y una tensión para mí. Es mejor pensar y demorar, hacerse mucho el tonto y tratar de dejar las cosas tal y como están. Pero, ¡no! ¡Nada de mejor! ... Lo que es mejor es ser responsable y acometer las imperiosidades. Él está siendo un egoísta y un injusto. Con su actitud está perjudicando y condicionando a otros. Hay que actuar y ya. Y mi rostro se crispa en esfuerzo casi contradictorio y en más tensión extrema. No es para mí lo más agradable lo que voy a hacer. Me gustaría que la coherencia fluyese sola. Pero a veces ser ingenuo e idealista no es ser práctico ni efectivo.
De modo que mi voz suave da un cambio de ritmo y se eleva en tono vehemente y hasta un tanto impositor. Pero él es especialista en hacerse el sordo, y además tiene muchas más sorderas que las físicas y encima cronificadas. Le hablo y le digo que salga de ahí de ese cuarto, pero todo es silencio y más silencio dilatado. Parecería que no me oye sinceramente. Mas yo le conozco y sé de las mezcla de impedimentos que le sitúan y condicionan. Pero esta vez es preciso que él haga caso.
Cuando la voz se alza y todo es inútil e inane, entonces ha de ayudar la percusión. Sé ha mucho que a él le perturba la percusión, y el sonido de impacto le torna más vulnerable a la vez que temiblemente auténtico. Porque él es realmente temible. Su atmósfera personal es un espanto. Lo aseguro.
Mi brazo se alza y se alarga, y mis manos y mis dedos dudan. Están a más que escasa distancia de la puerta. Y en un alarde arriesgado de audacia doy con mis nudillos en la puerta. Primero, muy suavemente. Después, menos suavemente ...
Ha valido la suavidad. Ha sido suficiente. Porque ahora él no logra hacerse el sordo. Una fuerza interior le impide permanecer en su absurda madriguera. Y pronto responde él. Y su voz no tiene paz, ni sosiego, ni sensación de culpa, ni comprensión, ni buena disposición. En realidad sus oídos no han escuchado un ruído sobre su guarida anónima, sino que han interpretado una invasión e intrusión intolerables.
Sus movimientos se vuelven primitivos y acelerados. Termina lo que está haciendo, y abre presuroso y amenazador la puerta del cuarto haciendo como que solamente pregunta porqués y se muestra inocente.
Él solo está en realidad encerrado en su enorme violencia que no le deja pensar. Me mira con odio africano, y todo lo que le sugiero me lo censura y me lo niega.
Al insistirle y no ceder en mi firmeza, su violencia se vuelve volcán y avanza hacia mí intentando ganar mi espacio físico con el profundo deseo de provocarme. Quiere medir el límite de todas mis emocionalidades. Él quiere ganarme, pero no se sabe nada bien a qué.
Su frente roza agresiva y amenazadoramente la mía, buscando esa territorialidad injusta. Yo coloco mi mano defensivamente entre ambas frentes haciéndome respetar. Pero él insiste en mantener la junta de cabezas, mientras sus ojos de odio sempiterno han de impresionar a quien no le conoce.
Nervioso y afectado, le aparto con un suave empellón que él vuelve a malinterpretar. Solo quiere pelea, lucha, irracionalidad, brega y hasta puñetazos. Quiere ganarme, ser superior a todo yo, quiere y desea humillarme y ser todo lo intolerante posible entre sus dominios cerrados.
Él está preñado de una violencia flotante que le acerca al simio primitivo. No ha crecido y está enfadado como un niño. Pero él no sabe pensar.
-NO SABE SALIR DE SÍ-
8:13
jose vicente ortí
Apelando al sudor, con la convicción oportuna de su fútbol inglés apartando sin contemplaciones todos los calores estivales, y teniendo la deportiva osadía de aspirar siempre a algo aunque pasaran treinta y un desmoralizadores años para conseguirlo. ¡Enhorabuena al Athletic de Bilbao y a su Supercopa! ...
Con lo que siempre hay, y con un excelente entrenador. Con esa savia constantemente renovada que mana de los cachorros futbolísticos de Lezama y Euskal Herría. Con ese orgullo vasco que les lleva a mantener su paradigma de fragilidad frente a los mercaderes que hacen de sus negocios trofeos esperados y habituales.
Ganarle la Supercopa a un Barça enorme y lleno de Messi e Iniesta. ¡Eso es una hazaña! Y una hazaña pergeñada en medio de un abrazo y un pensamiento de cooperativa y estrategia.
Había seguramente muy poco espacio/tiempo para ganar a uno de los grandes trasatlánticos de España que es decir Europa como es el Barça. Era realmente duro llevarse el gato al agua, y entonces se pensó en no hacer grandes inventos impuros y apostar por el fútbol rápido y siempre correoso y físico de toda la vida. El Athletic de Bilbao es así. Y lo has de aceptar y admirar. Y ver cómo se dejan la piel en el campo, y cómo corren, y cómo son animados, y cómo luchan, y cómo mantienen un gran vigor físico todo el tiempo, y cómo nunca renuncian a su identidad.
Su otro fútbol es decisión y préssing, lucha y osadía, no fallar los goles que son posibles, y seguir y seguir corriendo tras el balón. Asfixiar a unos rivales que todavía vienen de la playa y de las rotaciones, y jugársela a cara o cruz, percutiendo, y haciendo sudor y más sudor. Agotamiento agradecido y exitoso merecimiento. Entusiasmo nacionalista.
Era agosto e historia, 2015, y hacía calor. En el norte, menos. Luís Enrique había tenido la pifia de exceso de confianza o de desdén, y Adúriz y todos los demás jabatos les pasaron por encima a los azulgranas.
En el Camp Nou no varió nada. El Athletic de Bilbao siguió bregando como un titán evalentonado, y preocupó a todas las reglas del juego de inanes e hipotéticas remontadas.
Los vascos desesperaron a los catalanes y les sometieron a un duro y pedregoso marathón. Todos los espacios cubiertos, toda la entrega, ambición e ilusión intactas, y un Gerard Piqué que lo mandaba todo al carajo al insultar absurdamente a un línea.
El sudor es alegría y hasta bendita vendetta por las calles del Bocho a lomos y alrededor del enorme autobús que lleva a los héroes bilbaínos de la finalmente posible Supercopa. Es tiempo de soñar y de tirar a la basura los recuerdos viejos e inservibles. Solo es momento de gozar, de reivindicarse, de disfrutar, y de mirar lo menos nostálgicamente posible hacia la retrospectiva de una treintena larga de años camino del último éxito y también contra el Barça.
Fue la final de Endika, y de las patadas que se arrearon Clos, Maradona, De Andrés, Goiko y aquellas tanganas siempre indeseables.
Ahora en Euzkadi hay reafirmación y se venden todavía más las camisetas cuna del gran Athletic. Ahora vuelve a recuperarse toda la realidad y a dejar el apego casi ñoño de las tradiciones que contaban los abuelitos, las batallas de Zarra o el Piru Gaínza, Dani o Sarabia ...
Ahora es 2015. Y el Athletic es nuevamente campeón. Y el fútbol general sale ganador porque son héroes quienes traicionan las hegemonías y hasta dictaduras de madridistas o culés. Porque aunque otros nunca lo entiendan, también se les puede ganar. Con fe y buena visión se le puede ganar absolutamente a cualquiera.
¡ZORIONAK!
10:56
jose vicente ortí
En alguna parte de una España que aún existe, se escucha la emoción de un romperse o de un quejido de sentimientos sentidos y cañís. Todos los años se celebra en la murciana La Unión, un Festival de cante jondo que pare y alumbra tímida pero mediáticamente ese quejido de un ancestro que fuimos y que aún resistimos y somos.
El cante jondo parece derrotado por la música comercial y con muy poco futuro de masas. Pero ahí sigue en pie una distinta rebeldía. Porque ese cante flamenco, agitanado, andaluz, murciano, español, personal, extremeño, personal e irreductible, no quiere fallecer y se renueva como esas flores silvestres que nacen en el lugar desértico e insospechado, o como esos mundos y sentires aparentemente borrados de la lupa del mapa pero que siguen ahí.
Y entonces el cantaor cierra los ojos y es extremadamente sincero consigo mismo y con su tradición. Sí. Cierra los ojos y también gesticula. Parte arte y elevación, calidad y sorpresa, morería y eternidad, personalidad y reivindicación, devoción; toneladas de tradición en una España en donde sigue oliendo a caña, tabaco y brea.
Amar el cante jondo es bucear al agujero de sí mismo y poner el corazón en la boca para expresar ritmo y verdad propia aunque sea exagerada. Porque también todos somos exagerados, enamorados, tristes, exultantes, desnudos, vulnerables, solemnes, majestuosos y olorosos. Y somos flor y sendero, silencio y pólvora, miel y horizonte, y obediencia e iteración, y vimos a nuestros padres y abuelos cantar así y nos vino la gana de seguirles.
Antes y también ahora, los reyes del jondo eran ídolos populares y estaban en la boca de todo el mundo. Ahora, parecen los grandes unos rara avis en medio de la enorme verdad y de la colosal grandeza que muchas veces se alcanza sin pretenderlo. Este cante es mina, e incomodidad, y lo cantas cuando te duelen las cosas crónicas, pero también cuando pasa un pájaro que silba o cuando Antonio Machado es leído con pureza y fruición.
Frente a una educación potente y universitaria, europea, o una sociología española que busca la noche de la disco convencional o la pizza apresurada e italiana para salir del poco tiempo para la cena, aún existe el arroz al horno, o el hervido, o los sudores extremos, o las lentejas, o el olor a col, o los pimientos friéndose, o los huevos fritos azarosos, y hasta paletos que devoran con gula si les pasas golosamente una mera rebanada de pan por encima y luego lo saboreas.
Esa España del jondo se hace sola, nada sola, se arriesga sola, casi se autopromociona sin grandes mecenas, y el Festival de La Unión es uno de los pocos eventos internacionales que le dan relevancia magna y barroquismo definitivo y de megáfono.
A mí me fascina la magia del jondo y su arrojo. Me seduce ver al cantaor o a la cantaora sintiendo lo que dice y emulando a la ortodoxia en la que el tiempo parece haberse detenido entre corazones e intimidades.
Porque el jondo es intensidad, y bata de cola, y palmeros y guitarras, y coreografía de arrebatos y de unos tiempos que evocan la fuerte nostalgia, y que acaban desembocando como un Guadiana sorprendente y laberíntico lleno de agua de nuevo en los ojos.
Me gusta el cantaor porque en el "tablao" pone el espíritu y la ambición, la voz y la característica, el músculo y el llanto, la pasión y el todo, el ser y el no ser, la mentira y la realidad de un estilo absolutamente impactante y que va a chirriar con las estéticas imperantes y preñadas de pensamientos diferentes acerca de las músicas. Por eso el cante jondo tiene un mérito casi trémulo.
-PORQUE CONTINÚA-
10:38
jose vicente ortí
Me costaba darme cuenta. Lo achacaba a las circunstancias y a los otros. Estaba nervioso, raro, falto de alegría, bajo de moral, y yo lo achacaba fácilmente a agentes exteriores.
Que si la situación extrema emocional a la que me someto a través de los más que difíciles cuidados de mi madre muy mayor, que si las cosas abracadabrantes y tristes de mi hermano, que si la ausencia cercana de una familia, que si mis nuevas amistades me estaban decepcionando por su manía de hacer el ocio y el divertimento facilones y por norma, y otros muchos que síes ...
Esta mañana hablaba con mi persona especial mientras cuidaba a la más que traviesa y agobiadora actitud de mi viejita tesoro, y mientras hablaba, me daba cuenta de que más allá de los discursos habían tonos y matices desacostumbrados. Y mi relato era recurrente además de doloroso, repetitivo a la par que explicativo, y menor a pesar de todos los pesares. Y hablaba con mi persona especial como tratando sin querer de meterla en mi desasosiego y malestar.
Me tranquilicé a mí mismo. Ella siguió con sus quehaceres familiares y sus obligaciones cotidianas, y entonces sentí que era un día más y que no pasaba excesivamente nada del exterior. Y que los temporales exteriores podían ser más que capeables si uno se afanaba en tesón y en voluntad en paliarlos.
La angustia mía era engañosa y sobredimensionada. Porque una cosa es que lo que yo sentía y otra lo que pasaba realmente. Y entre un asunto y otro habían mil diferencias y matices de diferencia.
Sí. Me alegré. La mitad de agosto podía ser igualmente el veinte de abril o el quince de febrero. Y entonces sonreí por adentro. Sin que nadie me diera demasiadas prisas, lograba recuperar mi orientación y mis caminos auténticos.
El sacrificio sobre mi madre lo he elegido yo con plena libertad, mi hermano es mi hermano y no soy yo, cada uno es como es, los amig@s están para posicionarse lo más adecuadamente en torno a ell@s y dejarles desde la tolerancia que hagan más o menos lo que deseen hacer porque más allá de sus actividades que hagan hay un afecto y una consideración.
En cuanto a mi persona especial estaba sufriendo por mi causa. Porque naturalmente ella conoce a un tipo alegre y ocurrente que ya se va apañando con su vida y circunstancias.
En cuanto he llegado a casa la he mandado un nuevo whatsapp que solo pone normalidad y vuelta a mí. Ni siquiera la he dicho que no se preocupe porque ella es suficientemente inteligente para saber cuándo estoy preocupado y cuándo dejo de estarlo. Me conoce bien y me quiere más. Recíproco.
De modo que me he ido a comprar, haré mis ejercicios de rehabilitación de mis rodillas, caminaré un rato, me daré un beso a mí mismo en mi normalidad, contendré mi desazón, y mañana no dudaré y me iré de cena con la gente que conozco.
Acabará la canícula romana pero seguiré siendo yo. Nada se habrá modificado. No habrá sido la ansiedad el apocalipsis de san Juan, ni la revolucion industrial, ni el despertar atemorizador del volcán Chimborazo ...
Porque mi respirar es de nuevo sereno, apto, tranquilo, y mi mirada es relativizadora, pacífica y aceptadora de las adversidades. Y esas adversidades son pequeños obstáculos y retos en medio de mi camino franco, ancho, decidido, feliz e imparable.
-COMO YO MISMO-
7:34
jose vicente ortí
A mí no me importaba hará unos años saber quién sería Jan. Porque yo estaba encelado sobre el dominio reivindicativo en mi barriada y no lograba verle con la suficiente perspectiva.
Por entonces, para mí Jan solo era un insoportable lameculos de un vecino engreído y especulador que ha degradado con su absurda actitud mi lugar cuna. Mi barriada, mis calles, mi casa, mis olores infantes y presentes; todo un poco ...
Sí. Jan era el pelota que trabajaba con el vecino especulador y al que apoyaba en un definitivo "sí, bwana" todas sus pícaras y nada claras iniciativas.
Para mí Jan no solo era un traidor a mi barriada de ancestros, sino un solemne intruso con desfachatez, que era capaz de desafiar sin miramientos a mis actos de crecer reivindicativo y afirmativo. Jan era uno de los más llamativos malos de mi barriada para mí. Porque al fin y al cabo, el vecino caradura para el que trabajaba era de aquí. Pero, ¿de dónde diablos habría salido Jan? ...
Alguna vez le vi entrenando a niños en el río seco. Como si tuviese un equipo de fútbol menor, o una cosa así. Y yo pensaba que este entrometido aún tendría la desfachatez de emular a Mourinho o a Guardiola. ¿Este descarado estúpido? ...
Tuvimos varios roces, porque mi oposición a la especulación en mi natal barriada era frontal y sin concesiones. Y Jan me miraba severo y sin respeto, entre otras cosas porque se había dado cuenta de que yo no le tenía miedo a su jefe que mal le daba de comer. Y a él tampoco le tenía miedo ...
Nos faltábamos mutuamente los debidos respetos en esos momentos de mi crecer, pero había una diferencia: su modus era interesado y el mío meramente defensivo y reafirmador de mí y de mi entorno degradado. ¡No! En mi calle y en mi barriada no se iba a hacer así como así todo lo que le pasara a Jan por su cabeza. ¡Ni hablar! ...
Jan asistió demudado a mi crecer. Un día me enfadé y le dije no solo de todas las perrerías, sino que le hice ver con la mirada que conmigo no tendría nada que hacer porque yo no actuaba por el sucio dinero sino por otros impulsos mucho más nobles.
Sí. Jan asistió trémulo y aturdido a mi crecer y a su decadencia. Hasta que un día el vecino lo echó a la calle y nunca más se supo de Jan.
Hace poco le vi por las Torres de Quart. Jan había perdido el orgullo, y su mirada se había tornado de alcohólico perdedor. Me miraba casi temerosamente. Casi con miedo. Y su susto me sobrecogió. Jan se había convertido en un marginal tirado en la dejadez y en la menoridad. En un pobre hombre ...
El otro día volví a verle mientras yo paseaba a mi madre por la calle con la silla de ruedas, y le vi mirarme casi avergonzado mientras cargaba con tres garrafas de agua. Se puso tan tenso, que se trastabilleó y se cayó en el suelo. Se podría haber hecho realmente daño. Pero se rehizo como buenamente pudo, sonrió a quien se interesó por la circunstancia, y continuó tambaleante su camino.
Son agridulces mis sentimientos justicieros. Yo he tirado hacia arriba, y él está en un hoyo de difícil salida. Y ahora que veo a Jan muy abajo, siento que no debí ser tan severo con él.
Debí haberle perdonado más su chulería y su burla, su insensatez y sus insolencias. Porque aunque yo no lo sabía, Jan ya era un juguete vulnerable y con más fisuras que un gruyère. De veras que ahora Jan me cae bastante mejor que antes.
-FUI DEMASIADO EXIGENTE CON ÉL -
8:10
jose vicente ortí
Faltaron y faltan videntes y cartomantes de lo cotidiano. Hubo y hay, demasiada ceguera y misterio. Los blancos no vieron. Parece que nadie vió. Todo fue macroeconomía y miopía. África era una anécdota exótica e inane en el gran mundo de los negocios. El Continente del hambre era tabú. Es tabú.
El Mare Nostrum está más muerto. Podía llamarse el "Mare Mortis". Las imágenes de los periódicos y las televisiones valen más que cien mil palabras. Es el terror y la indiferencia. Porque hoy veo seres humanos flotando desesperadamente en el mar, a la espera de que suene la flauta y aparezca ese maná necesario de la sensibilidad y humanidad. ¡Un barco! ¡Desen prisa, coño! ...
Los morenos se nos mueren en las fronteras desgraciadas que marca el mar. Se ahogan buscando ese derecho de libertad que implica salir de su asquerosa miseria de horizonte cero. Los africanos se nos mueren a nuestros pies dando lo más valiente y espiritual de sí mismos. Solo quieren que les hagamos caso de una puta vez y que se sepa que "être". Que son y que están.
Y que la hemos cagado. Y que cuando vemos a esa pobre gente que sufre, podemos observar lo ficticio del progreso. Del progreso global. Esto es un enorme desequilibrio, en el cual el capitalismo sin referencias éticas, no podría llevarnos a ningún sitio estable ni certero.
Todo esto de las muertes y de los desgarros de las pateras, tiene que ver con la ausencia o carencia de potentes agentes de la política. Y de la política democrática y real. Un fracaso reiterado.
África es un Continente abandonado y expoliado. Estrangulado. Un almacén donde nunca nadie puso orden, ni obreros, ni seguridad, ni estructuras, ni reglas del juego claras, ni verdadera voluntad de mejora.
El racismo lo condicionó igualmente todo. No nos hacen gracia los negros o árabes sin dinero, y más en tiempos localistas de crisis y de desesperación también aquí. Nunca nos hicieron gracia los africanos ...
A África le faltaron verdaderos diagnosticadores de sus necesidades más perentorias, y sobraron todos los sambenitos y los estigmas. Y, casi de repente, la tenaz y tozuda realidad nos trajo unas migraciones masivas que proceden del malestar progresivo de permanecer en sus territorios de origen, unido a la idea maravillosa y quizás posible del ir más allá del fatalismo.
Realmente el africano hombre, se empieza a creer que tiene derecho a ser feliz y a aspirar a derechos y a placeres otrora inauditos para sus raquíticos horizontes y resignaciones.
No. Ahora que África no existe para la Economía, el negro se mueve y viene para donde están las habas y la esperanza. El negro prefiere intentarlo a llorar. El africano quiere tocar un cielo y no perderse en sus esperables infiernos de menoridad.
Los blancos no esperaban esa dignidad afro recuperada. Se pensaban que se quedarían allí con sus guerras y hambrunas, y que todo estaría y sería lejano y de éllos. Que no nos concernería, y que ya se apañarían que a nosotros no nos iría a salpicar.
¡En los morros! Sus muertes y desesperadas peripecias han tirado por la borda todas esas puertas al campo ilusorias y fantasiosas. Porque los negros y pobres vienen y seguirán viniendo. Porque el único efecto llamada que existe, procede del grito de nuestra cruel indiferencia.
-TAMBIÉN ELLOS SON Y SIENTEN-
10:15
jose vicente ortí
Soportando y resistiendo un verano de espanto. Protegidas casi tímidamente ante su adverso y excesivo clima por una persiana antigua y tradicional, mis plantas se tornan hasta exhuberantes y el balcón parece lleno y hecho. Mis plantas se alzan audaces y hasta desafiantes. Mi riego casi diario en forma de humedad continua les da desmesura pero también aliento para su sed y sequedad. Mis plantas son siempre un reflejo de mí.
Lo mejor es cuando llego a casa a eso de las séis de la tarde y marcho presuroso camino de una vieja botella de plástico que lleno de agua del grifo. Y entonces, suavemente, el agua cae en gotas acariciando lo más posible las hojas y las plantas que un solo día ya es capaz de secar.
He introducido modificaciones entre las plantas de mi balcón. Ya no solo están las de toda la vida, sino que he ido eligiendo nuevas especies que yo he escogido a mi medida y gusto, y a las que no conozco todavía bien porque no estoy familiarizado con ellas. De modo que me limito a seguirlas y observarlas en su evolución y actividad.
Estoy ilusionado ante el devenir y futuro de mis nuevas plantas adquiridas. Son la sorpresa y hasta la apuesta renovada en mi coqueto balcón centenario y propio. y entre esa novedad que representan mis nuevas apuestas, se desarrolla una nueva y hasta inevitable forma de decorar mi balcón que es mi vida.
Respeto esos pequeños ejemplares que aún son minoría, y me alegro de que la diversidad de su valentía me haya superado corsés anteriores y haya apostado por la modernización y personalización. El balcón, en pruebas experimentales, es más mío, y no me nutro ya únicamente del seguimiento o continuidad de unas plantas que legué de mi madre, y que gracias a la costumbre también heredé la afición a la jardinería ornamental.
Resuelto, descubro mi balcón progresivo. Mi evolución y mi presente, las flores de un día previsibles y que nunca me sorprenden. Los geranios y su potencia de resistencia, a los que trato en lo posible de proteger estratégicamente del sol directo y sin que me pierdan la luz al exponerlas.
La begonia parece replegada en un rincón. Reacciona copando toda la maceta pero está tímida en flores. Están ahí pero no quieren destacar y brillar. Seguramente están compitiendo entre sí y por eso no se alzan con el brillo rojo habitual y llamativo. Tendré que probar suavemente a ir podando progresiva y levemente. Con cuidado de no desproteger.
Mis geranios franceses o murcianas, estaban negativos y a la defensiva, pero creo que he dado con la clave de su timidez. No deseaban un riego potente y duro sino una caricia lateral que les doy con la vida del agua. Una suerte de humedad geoestrátegica que veo que me agradecen. Crecen en verano, y esta es la mejor defensa para su calor infernal que podría secarlos. Lo estoy logrando y me congratula ese descubrir.
Sí. Hay mucho bosque en mi balcón. Mucha planta que se defiende y hasta lucha entre sí buscando identificarse y hacerse magna sobre los espacios y para que su contacto resultase protector y conjunto. No fue mi intención. Solo las junté para aprovechar los centímetros y para que su contacto resultase piña protectora y de conjunto. Pero esa idea parece un tanto discutible. Las plantas parecen ir a la suya y la vida es como es y como se me descubre. Sé que habrá mucha poda cuando el otoño me diga que ya, y que el exceso será desorden.
Mi balcón y yo. Estamos defensivos y presentes. Siempre expectantes y resistiendo un clima desfavorable sin perder la ilusión jamás.
-PORQUE MIS PLANTAS SON LA VIDA-