sábado, 29 de octubre de 2016

- MARIANO RAJOY, PRESIDENTE ENTRE UN PSOE TRÉMULO -




España ya tiene Presidente del Gobierno tras muchos meses de espera. El mismo. Se llama pues, Mariano Rajoy. El hombre de las gafas y de la barba. El de los últimos tiempos. Porque la abstención de la habitual oposición, le facilitaba finalmente la esta vez más estrecha alfombra roja.
Pero la gran chicha mediática, el gran sexy de este día de la solemne y sombría investidura a un tiempo, el protagonista verdadero, no ha sido el PP. Porque Rajoy ya se sabía que gobernaría, y Podemos iba a seguir fiel al no diáfano.
La gran noticia, el gran ausente, el foco de todas las miradas, sería un Psoe tenso, convulso, trémulo, fracturado, dividido, y profundamente triste.
Felipe González había soltado el balonazo contra el prestigio de un Pedro Sánchez sorprendido, traicionado, sobrepasado, estupefacto, lloroso, invadido, ausente y profundamente zarandeado aunque prometa volver bien pronto.
El Psoe, con nueva gestora o ejecutiva, con elecciones pendientes y sin catarsis, con consensos irregulares de abstención de fuego amigo, con gente valiente que se jugó el puesto desde su conciencia, sigue siendo un viejote y mórbido barco a la deriva que mostró jornadas atrás. El Psoe es una calamidad caótica y berlanguiana que no logra suturar su ilusión de una recuperación que ahora suena más a fantasía que a autenticidad. Un cadáver con mucha gente y que además discrepan abiertamente entre sí. El tradicional segundo Partido de la oposición olía a difunto, a plena batalla larvada, a esquirlas y a mucha falsedad estratégica.
La gran asignatura pendiente de esta formación se llama, credibilidad. La trifulca y la indefinición siguen ahí y se pasearon las cicatrices por el Parlamento. En lo más alto y difuso. En lo más mediático, carroñero, descarnado e incómodo. Coser y suturar suenan a postureo. Ese ente está muy jodido, y cuanto menos se le ha de diagnosticar una prolongada cura de reposo en un paraje natural y fresco. Reposo al que no le da tiempo llegar, porque el nuevo partido del Congreso acaba de recomenzar, y se apuran las respuestas ante las situaciones que se avecinan.
La nota ruidosa y tabú, la dio el republicano catalanista Rufián cuando les dijo a los socialistas si no les daba vergüenza apoyar al partido de la corrupción y de los recortes sociales, y les remató llamándoles Judas.
Con la tensión ahí, los socialistas le saltaron a la yugular al catalán. Se montó trisca. Nunca sonrisas de ironía cuando a un herido muy grave le metes con uña sin cortar el dedo en el ojo. O, los dos. En un hospital desafortunado, las sonrisas están de más aunque se tenga morfina o sedación. La cosa es demasiado grave para líneas rectas.
Y el Psoe derramó lágrimas mayoritarias en semblantes de discursos contrarios. Los ganadores y los perdedores socialistas tienen demasiadas cosas en común  para llorar la desolación general interior. Pedro Sánchez no fue e hizo bien. Todo el pescado estaba vendido y no era ocasión de seguir con más disgustos aunque anuncie que no se rinde y que volverá. Ya veremos.
¡España! España ya tiene Gobierno. Y, Presidente. Y pluralidad, y desigualdad creciente, y hasta un Congreso que merodeó gente indignada de aguantar presuntas y fácticas representatividades, y que no tragan el rollo economicista que es el color del lápiz que escribe siempre.
Será una legislatura peligrosa para la gente pobre, y holgada para los ricos y poderosos. Será un tiempo de dura transición en espera de si Podemos pega la gran crecida o qué va a ser de los socialistas a largo plazo. Serán meses nuevos y potentes, duros y peliagudos, con oposición light y agudos envites de los chicos valientes de Pablo Iglesias. A veces te preguntas si esto es Democracia, o si simplemente nos la cuentan y nos dicen que sí.
-DEMASIADAS DUDAS-

sábado, 22 de octubre de 2016

- EL PODER -



Wyler Simmons nació en el neoyorkino barrio del Bronx. Blanco, inteligente y ambicioso. Estudió y logró alcanzar diferentes licenciaturas. Y siempre sintió curiosidad por saber y conocer cómo era la gente que mandaba en las grandes empresas y en los gobiernos más importantes e influyentes.
Para éllo, Wyler decidió embarcarse progresivamente dentro del Sistema y status quo de las cosas, y comenzó paulatinamente a hacer amistades y contactos para de ese modo elevarse en la escala social. Solo así podría observar el mundo y desde bien arriba. Estudió idiomas, viajó por todo el Globo, se relacionó con seducción a jefes de altas empresas, y se hizo próximo a ministros de su país y de otros muchos.
Wyler Simmons quería explorar el factor humano. Conocer bien y descubrir in situ y motu propio a las personas que con su influencia rigen los destinos de todos. Nunca le fue fácil. Venía de un estrato muy bajo, su familia carecia de estudios y no tenían la más mínima tradición en el oropel. Simmons se sentía como una especie de espía explorador y neutral.
En la agenda de teléfonos de Simmons había gente de muy distinto pelaje y con un denominador común llamado money e influencia. Y el hombre, con astucia y diplomacia a todos les seguía el juego simulando ser trepa o aventurero.
Se daba cuenta de que el Poder real era como una substancia tóxica que impregnaba,calando y castrando la libertad de las personas. Y lo que más le chocó al hombre fue que no vio excesivas diferencias entre los contrarios y entre los enemigos entre sí. Se parecían todos mucho. Lo que más pudo detectar Wyler Simmons fue que todo era miedo y supervivencia. Era como si el mundo no estuviese educado en valores avanzados o éticos. El mundo de los poderosos era fachada e hipocresía, superficialidad, hedonismo, terror y postureo.
Chinos, rusos, americanos, árabes, europeos, africanos, todos, poseían estos mismos lugares comunes. En especial, el terror. Un mundo acojonado. Un miedo cerval a todo. Unas vidas y modus de huídas hacia adelante para así no pensar. Un tiempo gandul. Unas competencias y rivalidades casi obligadas para mantener de ese modo sus prestigios y oropeles.
Todo, localismos, intereses propios y particulares, contándose los billetes, leyes hechas para su beneficio, y trampas y más trampas de falsedad.
Wyler Simmons se dio cuenta de que el abismo progresivo que separa a los ricos de los pobres se nutre de la fuerza de la ceguera del miedo. Y entre los hombres y algunas mujeres que entran en el Poder, nuestro hombre se sintió incómodo y demasiado molesto.
¿Cambiarles?, ¿cambiar sus reglas y su modo de vivir?, ¿hacerles fructificar desde las anotaciones éticas? Simmons concluyó sus reflexiones con un no rotundo. Desgraciadamente solo podría haber un factor correctivo que se hallaría y siempre, desde afuera y con valentía en una palabra llamada lucha.
El mundo que vio Simmons no iría nunca a cambiar. Solo frescura, renovación y factores exteriores podrían mover el árbol de la modificación de las cosas. De modo que, cierto día, Simmons hizo añicos la agenda en donde se hallaban todos sus contactos con los seres de oro, y decidió volver a su barrio degradado del Bronx.
Ahí abajo se respiraba mejor. Había más verdad y evidencia. Una mayor autenticidad y perspectiva real. El mundo no era una alfombra roja sino una calle mugrienta y necesitada. Y Wyler Simmons ya pudo esbozar una sonrisa de tranquilidad. Se sentía mucho mejor entre necesitados, dependientes, exclcuídos o degradados. Porque ese factor humano de vulnerabilidad y zozobra podía ser mucho más excitante y ubicativo para él.
Nunca nadie de sus amigos del Poder entendieron jamás a Simmons. Decidieron convenir sus dudas bajo la afirmación de que se había vuelto un absurdo perturbado. Necesitaban pensar así de él para poder de este modo intentar despejar balones y redimirse.
- W. SIMMONS DUERME CON LA CONCIENCIA LIMPIA-

















lunes, 17 de octubre de 2016

- LA MIRADA EXIGENTE DE LUISA -



Desconfiados ojos. Rechazadores y exigentes. Extraviados y duros, reivindicativos y prácticos. Los ojos de Luisa son nuevamente prácticos y de hacer, actuales, de un fondo ansioso y bien poco romántico. A sus cuarenta años no juega con sus hijos, sino que les acompaña apoyándose en la tecnología y usos actuales. Luisa no ingenia. Para ella las matemáticas son muy importantes, y la poesía le suena a falsa y a casi imposible utopía anodina.
Tiene estudios, y marido, y padres, y de muchas cosas, pero en sus ojos sigue habiendo una escrutadora competitividad que parece agresiva y desconfiada. Sí. Luisa va de desconfiada, y de estar a la última, y a que a sus hijos nunca les falte nada, y entonces, ¿por qué no les sonríe más o les cuenta cuentos? ...
¿Cuentos? No parece posible. Luisa es rabiosamente actual, e independiente, y guapa y rubia, y con unas lucidas largas e impecables piernas trabajadas en el gimnasio y en la estética. Luisa es del cuento actual; de la sensación de que hay poco que hacer y que los sueños solo se consiguen a golpe de euro y de independencia personal.
Luisa no mira demasiado a los viejos. No le atraen demasiado. Quiere verdades vitales y proyectos de hoy, busca el futuro y huye de sus raíces y de su cuna para inventar la necesidad de su tiempo nuevo y necesariamente desconcertante.
Cuando los ojos de Luisa casi se chocan como en accidente con los míos tímidos, entonces parece que se va la sintonía y el feeling. Me ve rival, foráneo, mayor, debe pensar que tengo menos luces que ella, y que los triunfadores no se dedican a cuidar a nadie, y que dichos cuidadores somos gente con una circunstancia menor y de nivel sub.
Yo miro a Luisa casi a hurtadillas. Y así aumentan todos sus estereotipos y puedo intuírla que tiene pena y hasta pose pesimista y un tanto altanera para defender su almena de orgullo.
Luisa es fuerte, y alta, y vital, y que nada la para, y que tiene todos los proyectos del mundo por delante, y que si tiene suerte pondrá una empresa propia, y vendrán los éxitos, y triunfará sedándose finalmente con su ambición.
Pero yo no creo demasiado en esa fortaleza. En lo que creo es en que Luísa se crió así, con una madre que le enseñó cosas similares, y que no puede entender otro lenguaje ni acoplarme su mirada con un acento nuevo.
Simplemente, Luisa es el producto de una educación recibida, el resultado de un tiempo rapidísimo como el AVE o esos aviones supersónicos en donde cuando aterrizas en territorio sexy siempre sacas la cámara de fotos y te pones a vanidosear y a certificar que estuviste allí y que hay que demostrar que estuviste allí.
Si mi mirada tímida y respetuosa se volviera afectuosa y cercana, Luisa podría empezar a incomodarse porque ella está casada y los hombres ya los tiene los que quiera.
Si me pongo a competir con Luisa, entro casi como en ese hipotético choque de civilizaciones o de visiones de las cosas. Por eso Luisa y yo nunca seremos amigos ni próximos, y solo coincidirán los azares y las miradas porque no haya más remedio pero nunca nada más.
-SOMOS DOS UNIVERSOS INCOMPATIBLES-

miércoles, 12 de octubre de 2016

- GERARD PIQUÉ, ETERNO NIÑO GRANDE -



Piqué necesita el ruído. Es una de sus heterodoxias genialoides. Es el mejor central del mundo, y se resiste a ocupar un lugar secundario en el plató de los efectos especiales mediáticos, a pesar de que su condición de zaguero siempre supone traba. En el mundo del espectáculo se focalizan y destacan mucho más los reboteadores que los bombarderos infalibles.
Piqué comenzó joven en todo esto de las grandes alturas y niveles del fútbol. Fue genio precoz, asombrosamente maduro y elegante, rápido, y con una colocación y una clase realmente desconcertantes. Altísimo e infranqueable por arriba, y muy peligroso cuando sube al ataque. En su casa cuna y nata de Barcelona y del FC Barcelona, Gerard Piqué ascendió imparable hacia todas las metas al igual que en la Selección, en donde triunfó rutilante junto con todas las estrellas de su generación.
Pero Piqué carece de la madurez necesaria y de la mesura. Y habiéndolo ganado todo, necesita soltar puyitas impropias porque no lo puede evitar. Le arrea al Madrid, le busca las cosquillas, y entonces los más acérrimos y excitados de su club le idolatran y se identifican.
Los madridistas, eternos rivales, le tienen en el ojo de su irritación. Y además Piqué es catalanista, nunca oculta sus simpatías por una Catalonia libre y autónoma, y no se calla nada ni debajo del agua.
España es choque de pasiones. Y el fútbol, una de esas tremendas calderas en donde todo parece valer. Y ahí, entre los tacones de su Shakira y en medio de sus tweets, Piqué la suelta, polemiza, la lía, rectifica liándola más y manteniéndose en sus trece, y o bien le aceptas como es o le criticarás siempre.
Los pitidos. Los silbidos cada vez que tocaba el balón incluso vistiendo la zamarra de la Roja de todos, aparecieron como surrealistas. No se aceptaba a un catalanista gallináceo y orgulloso, en medio de los colores patrios. Había que lanzarle tweets sonoros de pito todo el tiempo. Era un infiltrado traidor locuelo entre las huestes descendientes de Juanito, Pirri o Camacho. Entre Morientes o Gordillo, o entre tantos sucesores sin fisuras de una Selección única e indivisible, como marca la Carta Magna social general y futbolística.
Piqué no ha logrado escalar muchos más ochomiles que estaban a su alcance, por su carácter temperamental y sus desafortunadas intervenciones y a destiempo fuera del campo. Y dentro, cuando decidió lanzarse un tiempo al placer y a la bohemia, dejó de entrenar, bajó su rendimiento, y estuvo en un tris de ser despedido de su Barça.
Alguien debió entonces aconsejar acertadamente a "Pikenbauer", porque se rehizo, comenzó nuevamente a sudar en los entrenos, y volvió a recuperar la regularidad y el brillo. Piqué ha vuelto con toda su grandeza futbolística y nos ha vuelto a maravillar por su calidad y talento.
Pero su pelo encrespado nunca cambiará. A la mínima, salta. Raramente va a reconocer sus meteduras de pata. Ahora anda enfadado por una maldad menor, y anuncia que se retirará de la Roja tras el Mundial de Rusia. No se lo cree seguramente ni él. Porque cuando se retire, entonces Gerard Piqué echará muchísimo de menos los piques con los otros. Con los del Madrid, con los catalanismos, con todo lo que se mueve, con su orgullo y afán de protagonismo, y con su vida de civil raso y ciudadano más.
En el fondo al gran Piqué le va la marcha. Necesita sentirse dios y mártir, marcar un golazo y no mostrar sorpresa aparentemente, anular a un crack casi sin vacilar, sentirse superior dentro y fuera del campo, ser objeto de críticas y de astillas, agitar el silencio utópico del consenso de la calma en fútbol y azuzar la diferencia y la rivalidad.
Genio y figura, este follonero y excepcional futbolista que es Gerard Piqué. Pasarán muchos años para que aparezca,-y cuento a Ramos-, un titán tan polémico y carismático como el catalán. Es grandísimo.
-Y SIEMPRE REVOLTOSO-

sábado, 8 de octubre de 2016

- SILENCIO EXCESIVO -



En aquellas fábricas chinas a las que tuvo acceso la cámara televisiva, pude ver esclavos de hoy.
Era un ambiente aburrido, de infinita laboriosidad, de producción sin barreras, y de semblante oriental siempre preocupado. Aquello eran mazmorras del neocapitalismo, donde todo vale, en donde la sensación de secta superaba ninguna tímida sonrisa.
Aquellas producciones en masa no tenían dulzura ni tao. Demasiado silencio de impotencia. Demasiada ausencia de la dignidad del factor humano, demasiada competencia y demasiada desesperación.
Fue casi una heroicidad meterse en las desnudas cloacas del capitalismo cabrón, y ver mucha demasiada inexpresividad triste y decepcionada en los rostros blanquecinos. Demasiada poca luz. Casi, penumbra ...
Cárceles, campos de concentración en donde la libertad y los deseos humanos parecen una infantil quimera. Aquella fábrica era una subciudad y un subpalacio de tristeza y de injusticia. Un feo muro, una intolerable muralla interior que perfora los hitos de oxígeno y alegría.
Claro que saben que son esclavos. Y los esclavos fantasean con un mañana de aliciente mejor, en que esto es la mili o una coyuntura pasajera, y que quizás algún día puedan salir de esa dinámica y de ese hábito sin que por el camino no se les haya parado el zen de pensar.
Estos trabajadores explotados piensan muy poco. Demasiado poco. Era terrible ver cómo la televisión le servía al jefe de la gran trama de producción inhumana, para tratar de normalizar al mundo su labor y cometido. Era como prostituír la verdad impepinable, y dar paso a ese todo vale y a ese no pasa nada al que siempre aspira el dinero. Nada de humanos y todo el money posible.
Por si alguna duda había acerca del esclavismo, las cámaras mostraron las literas y los habitáculos adyacentes y de miniatura en donde maldescansaban las trabajadoras y los trabajadores. Una soez obscenidad moral.
La civilización china es de lo más antigua. La que más, seguramente. Y aunque aquí damos escasos dos mil años tras la fecha de una deidad occidental, allí en China tienen otros miles de tiempos y de sombras chinescas, y de árboles bellísimos, y de Emperadores suntuosos, y filosofías más que seductoras que han calado en las holguras y burguesías occidentales. Allí estuvo Confucio o Mao Zedong. Ahí también en Tiananmén un joven héroe logró parar un tanque.
Lo que pasa es que la historia no puede frenar en exceso a los avaros y a los salvajes. Parece un imperio industrial y productivo que no anda con milongas ni escrúpulos.
Lo social cede en donde los Dragones son los iconos de unas raíces patrióticas y reconocidas. El capitalismo allí es en extremo letal y silencioso, de ojos tristes y cabeza baja, de mentes reprimidas a golpe de pena de muerte, de pernada amparada entre la más que gigantesca demografía de un pueblo en extremo desconocido y más que carismático.
La China viva es un manantial de cosas que se fabrican y una explosión de frenetismo que busca desesperadamente la competitividad para no decaer ante el gran miedo.
Porque eso es lo que no se expresa que hay. Terror. Miedo cotidiano a espuertas. Miedo a la vida, a no ser nadie, a recibir el castigo o la burla, o la desconsideración o la incomprensión. El capital no le da a China la alegría que sin duda merece.
-MÁS BIEN, SUFRIMIENTO-


domingo, 2 de octubre de 2016

- PEDRO SÁNCHEZ NO LO LOGRÓ -



Ojeroso, cansado, agotado, desconcertado, y finalmente triste. Presentó Pedro Sánchez la dimisión, y las balas y los empujones dan paso a una zozobra de silencio latente. La guerra civil en la calle Ferraz no acabó en vencedores y vencidos. Porque a los aparentemente vencedores, no parece esperarles un futuro cierto.
Lo más destacado que puede aparecer es la forma con que todo se lió. Dió igual que históricamente el Psoe tenga bastante más que cien años y que suponga la segunda fuerza política de este país también llamado España.
Ayer se vio la guerra de poder. Clave interior. Lloros, hachazos, invectivas, trepas, profesionales de ésto, y gente con poca ambición a la que dejarle nuevo terreno franco a Rajoy y su derecha no les parece la caída de Pompeya, ni una catástrofe, un apocalipisis o un fin del mundo. Al revés, lo lamentan y les parece coyuntural e inevitable.
La gran batalla de Ferraz fue inaudita y tremendamente convulsa y extraña. Un sismo de la familia Richter les atacó en las entrañas, y fue el desmadre de la gran pena final.
¿Qué es el Psoe? Sin duda, un icono referencial e histórico. Ha sido la oposición al mercado, a los ricos, a los poderosos, a la iglesia, a las injusticias sociales, etcétera, pero ahora lleva otra ropa y otro acento. Es ineficaz electoralmente, viste de pijo, es emocional en Andalucía, y parece prevalecer en el partido del puño y la rosa la idea de que mejor no meneallo y que mejor virgencita como estoy. No creen que otro mundo pueda ser posible. Y cuando va alguien como Pedro Sánchez finalmente a enfrentarse a ese terrible pesimismo, entonces le llueven las hostias en casa y debe apartarse. Conclusión: el Psoe no es la verdadera izquierda.
Por eso mismo saltó a la calle la gente el 15-M y surgió Podemos. Porque los ciudadanos ya no se veían representados en los partidos tradicionales, y clamaban voz en grito un cambio y una siembra nueva y necesaria de esperanza.
Los ganadores de Ferraz prefieren convivir con un neoliberalismo cabrón que desprotege a los que más sufren. Odian a los movimientos nuevos, se creen incuestionables electoralmente, importantes y hasta muy divos. En el fondo creen  en el Mercado y en la Troika de Bruselas, y les encanta hacer el victimismo aunque alguna razón les asista.
El mundo y la sociedad avanzan hacia un mercado elitista y excluyente hacia las capas bajas. Es la gran guerra larvada. El poder se llama dinero, y la ética se guarda bajo cuatro llaves de miedo.
Por éso, ahora, cuando el sarao del Psoe les ha hecho casi satirizables de no ser por el dolor y la pena, la definición se mueve y cede el testigo a una izquierda joven y maravillosamente utópica e imprescindible llamada Podemos. El morir de pie.
Pedro Sánchez, muy cansado y seguramente desengañado más aún de lo que lo estaba cuando llegó, se va, acepta que hay otros que no le quieren y que no piensan como él. Porque hay muchos pesoes en el Psoe. O porque ya no exista tal partido.
-EL TIEMPO LO DIRÁ-