11:20
jose vicente ortí
Hola, desconocidos. Me llaman aquí, "Freedom". Es mi apodo. El de siempre. Con el que me identifico plenamente. Os contaré algo. Veréis.
Yo iba tirando en la vida. No conocí a mis padres. Me crié casi en la calle, y solo recuerdo a mi novia, a unos tíos que tenía y que eran un amor, y a algunos colegas del barrio. Soy muy alto. Era muy alto. Hacía trabajos de poca monta y también hacía de camello en ocasiones. Había que sobrevivir. Como era atleta y las metía todas, recibí algunas ofertas de equipos de basket. Sí. Soy negro y de Nueva Yotk.
Tenía veintiocho años, y no sabía nada de nada. Era un cuerpo hueco en acción. Y tenía el orgullo juvenil y casi infantil de verme grande y potente. Y como aquí se suele tener pistola, yo poseía ese arma y así me fue. No me gustaba escuchar un no. Yo siempre debía tener la razón o se liaba. Siempre andaba a la pelea, basándome en la fuerza de mi estatura y kilos. Y estas cosas nunca acaban bien.
Yo, no soy de esos de las películas, los cuales afirman que son inocentes cuando hacen algo demasiado gordo. Prefiero decir la verdad. Una tarde, un tipo rubio que siempre me miraba con poco respeto y que era grandote como yo, se puso a discutir conmigo. De las palabras, pasamos a las manos, y el tipo me atizó dos leches lanzándome contra el suelo. Y desde ahí, empezó a patearme por todo el cuerpo. Hasta que saqué la pistola, le disparé y lo dejé seco. Apareció un coche de la policía, yo huí, pero ellos me seguían y me disparaban. Me paré y repelí los disparos. Dos muertos más. Con el rubio, acabé con tres vidas. Punto.
Me condenaron a cadena perpetua. Sí. A no salir de aquí en mi puta vida. Entré en violencia desatada. La cárcel es el invento más terrible que una cabeza humana ha podido diseñar. No es natural. Te lo quita todo. Hasta el alma.
En los primeros tiempos en prisión pasé situaciones límites. Me pegaba con todos. Con los compañeros del trullo y con los funcionarios. Me metían en celdas de aislamiento de máxima seguridad. Y lo peor, vino después. Cuando me juntaron con los otros presos en el patio. Eso fue un infierno. Me violaron, me obligaron a hacer felaciones, me pegaron unas palizas tremendas, perdí movilidad en un brazo a causa de una de tales palizas, y todo lo imaginable. Y extrañé mucho al amor. Porque no venían mis tíos a verme, ni mi novia Chery. Aunque yo disculpo a Chery. Siempre la querré aunque no viniera o se hubiese olvidado de mí. Cuando éramos novios, yo le decía a Chery que me apretara su uña contra la palma de mi mano en señal de complicidad. Y yo, siempre, cojo cualquier elemento de punta que haga falta y me lo aprieto en la mano. A veces me hago daño. Es mi recuerdo y homenaje a mi chica imposible.
¿Salir de aquí? Ya no lo creo. No creo en nada. Sigo vivo, casi es un milagro, y me da todo igual. Hice varios intentos de suicidio. Pero mi estancia aquí me ayuda mucho a pensar. No creo en Dios. Y cuando lo deje, sé que no hay nada. Lo único grato que hay es cuando desde mi ventana puedo ver al fondo un paisaje montañoso, el sol, las nubes, etcétera. Nada más.
A veces pienso que la inyección letal suavizaría mi dolor, pero es un fin del todo. Y lo que quiero es salir de aquí, porque este sitio no es bueno para la salud de la mente de las personas y en general.
¿Si me he arrepentido de haber matado al tipo rubio y a los dos policías? ¡Pues claro! Afortunadamente, mi violencia y mi capacidad de pensar no entraban en exceso en colisión. Mandé cartas de perdón a los familiares de las tres personas. No obtuve nunca respuesta. Solo sé que odio a la Asociación Nacional del Rifle y a toda esa cultura letal.
Y sobre todo, quiero ser libre. Y el patio no es libertad. Estoy seguro de que yo no haría daño a nadie si lograra salir de aquí, y por supuesto que lo último que haría sería comprarme un arma de fuego. Eso ha ajado y desgraciado mi vida. Si les hubiera dado un palazo, no les hubiera matado. O, quizás sí. Pero una pistola es predominante para matar. Disparas y se acabó. Y te vas a la mierda.
Siempre voy a tratar de escaparme de aquí. Aunque mis posibilidades son más que escasas. Pero debo intentarlo. Ahora ha llegado el maldito virus ese, y veo que a la gente le jode estar unos días metidos en casa. Pues imaginaos yo. Yo no tengo fecha ni espero tenerla. Soy un ser anulado al que han roto el corazón y helado la sonrisa. Estoy pagando bien aquel error, y me siguen pegando y abusando a toda hora. Y además la cárcel es un abuso permanente. Y la perpetua, es peor noticia que una pandemia. ¿Es evidente? ...
-PORQUE NO SÉ SI ESTOY VIVO-
10:31
jose vicente ortí
Lejos andas. Y andarás. Solo eres una voz y una magia. Y un estilo singular. Propio. Y hablamos por teléfono. Sí. Tú y yo hablamos por teléfono. Eres del norte. Y hay distancia. Y estás lejos y no te veré. Y el caso es que me gustaría verte, pero intuyo que no podrá ser.
Vivo en el día, que es lo mejor. Y tú me enseñas alguna foto que otra, porque me dices que tienes gente por aquí por donde yo estoy, y que a veces vienes y todo eso.
Eres muy distinta a mí. Pero eso no es malo. Me dices que en mi Valencia, en verano no hace tanto calor, y yo me río con tus cosas. Y me dices que en Alicante y no digamos que en Murcia, hace muchísima más calor. Y yo te digo que no. Que Valencia en verano es África, y que la mezcla del calor insoportable con la humedad del mar cercano es duro de llevar sin agobiarse. Y tú insistes, ufana, en que no. Y en que no, porque tú conoces mi Valencia y me dices que no sea exagerado y que las cosas no son así. Te confieso que mola disentir contigo.
¿Quién eres tú? Juvenil, de posición holgada, muy tuya, sonriente cuando ves buen rollo, festera, nuevamente sonriente, cantarina, y eternamente niña grande. Con muchos temores e inseguridades para con los hombres. Es lógico. Las heridas queman, marcan y deciden. No pasa nada en balde y sin que se note.
¿Conocerse de verdad? Poco. Telefónicamente todo es limitado. Sí. A veces te imagino caminando a mi lado por el Paseo Marítimo de La Malvarrosa. Es o pudiera ser buena idea. A nuestro rollo. Disfrutando de la mutua compañía, respetando nuestras singularidades, haciendo el vaina, canturreando nuestras canciones, observándonos casi de reojo, pero siempre con el sol de la buena sonrisa como árbitro.
¡Joder!, soñar es gratis. La vida son a veces momentos nescafé. No pienso dejar de soñar. Porque soñar también es vivir. Y me atrae tu porte juvenil, y tu cabello rizado, y tu broma inesperada, y tu actitud de mujer seria a la par que divertida.
Y me gustaría mostrarte las calles más bonitas para mí de Valencia, las cuales creo que no son las que más te gustan a tí. Porque tú prefieres todo el señuelo turístico de la oferta. El Oceanográfico, y toda esa zona nueva y monumental. Y los puentes del río Turia, y tus gustos personales son respetados porque yo también debo ser respetado.
Puedes ser una excelente amiga de móvil, o amiga sin más, o a saber. Porque yo no quiero saber, sino el respirar toda esta cosa de la vida, partido a partido. No eres de aquí, y yo no soy de allá. Creo que cada vez te sorprendo menos y tú a mí. Porque me voy ganando tímidamente tu confianza y esas cosas.
A mí tú me prefieres nada trascendente y hasta juguetón y real. No quieres poses corteses. Y entonces sin duda que soy más yo, y tú lo percibes y aceptas mi voz. Somos más que diferentes. Pero hay un algo que agrada por ahí.
Estoy cien por cien convencido de que nunca te veré, porque será peor. Porque si vienes, te veo, me gustas, nos gustamos, etcétera, entonces cuando más a gusto estemos comiéndonos una paella en un restaurante de cristal al borde del mar, justo en ese momento, tus ojos de realidad comenzarán a ojear de reojo tu reloj para ver a qué hora sale tu tren o tu avión camino de tu cuna lejanísima del norte.
Y entonces centenares de kilómetros volverán a alejarnos. Y te echaré de menos y nadie habrá tenido la culpa cuando partas. Por eso decido no pensar. E imaginar que te conozco nuevamente todos los días que hablamos por teléfono. Porque es lo mejor y lo más inteligente.
-EL SENTIRSE BIEN-
0:49
jose vicente ortí
Se le nota la vocación en el porte y en la actitud. Fernando Simón. El gran jefe médico y epidemiólogo de todos los españoles.
Zaragozano. Profundamente científico. Es evidente que los epidemiólogos como él, parecen vacunados y de antemano contra el miedo. Son aventureros del riesgo. Y conciben la inestabilidad vírica, como algo absolutamente asumible. Vivir también convoca a estas cosas.
Fernando Simón parece un tipo humilde y tranquilo. No da imagen de duro o de jefazo, pero esta sensación es bien engañosa. Porque en situaciones de desmadre y de pánico, el tipo sereno es más que admirado. Aunque se le llame loco temerario por su actitud valiente, en el fondo todo es envidia admirativa.
Simón se doctoró en sus himalayas internacionales, y decidió buscar la aventura de lo inesperado. Estuvo actuando de director en hospitales de Mozambique y Burundi. Fijaos. Irse a África que es uno de los Continentes más abandonados por la medicina, y emprender liderazgos y responsabilidades directoriales en una tierra castigada por el hambre y por la general indiferencia de todos.
Su figura, es la antítesis de lo mediático. Lleva un cabello ensortijado y demasiado largo con abundantes patillas, y su mirada es humilde, cautelosa, y tiene un aire como de mendigo triste o abandonado a su suerte. Fernando Simón engaña mucho con su visión inicial. Tiene una voz baja y suave, siempre serena, casi quebradiza, sedante y rigurosa.
Simón no está ahora en África, aunque seguro que volverá porque necesita explorar y saciar su sed potente de conocimientos. Sabe que está en Europa, en el medio del neoliberalismo como Sistema Económico, y decide asumirlo, al igual que asume el rigor de la velocidad de transmisión de este COVID-19. Que en el fondo, le apasiona porque le permite experimentar con nuevos agentes patógenos. A Fernando Simón le reta lo desconocido.
Lo conocido, le atrae mucho menos. Sabe que tenemos un gran equipo de rugby sanitario y con una técnica y un afán admirables, pero que cuando llegan los neozelandeses "All Blacks" en forma de virus de velocidad de cuadra de Usain Bolt o Carl Lewis, hay que volver siempre a la humildad de las realidades y al imperio de la Ciencia.
Y simón no se anda con zarandajas, ni se mete en líos políticos, y huye con astucia de las preguntas miedosas o de las que no son de su competencia. Es como si nos dijera: -"Venid a África y veréis. Allí siempre es peor ..."
Tenemos en España a un tipo eminente y necesario. Un hombre extremadamente válido y sabio. Porque Simón es profundamente realista, y estos temas de los virus son su vida, como ya demostró con el ébola y el virus SARS.
Hay quienes cargan contra él desde diferentes flancos. Y algún colega le pide hasta la dimisión y todo. No. Simón lo hace bien, porque hacerlo mal no es cosa de un científico sino de un mero emocional. Fernando Simón nunca entra en pánico, y si se pone a toser se va a su casa y se toma algo, y tras comprobar que no es nada, vuelve a ser el gran portavoz de la salud pandémica en España, en estos durísimos días del gran miedo a contagiarse y a morir.
Fernando Simón, sabe lo que es nuestra mentalidad. Nos conoce bien. Y eso que parece tímido y apocado. Solo es una primera impresión. El doctor es un lujo para mi país y para el mundo. Ahora ya se atreve a hablarnos del pico de una curva esperanzadora. Y, sobre todo, nunca espera milagros sino pisar tierra firme y real. Caminar por el sendero del riesgo, no lo hacen todos. Por eso es un necesario valiente. Y no es que no le preocupe la muerte, sino que sabe que para vivir más y más tranquilo debe convivir con virus aunque no sean precisamente amigos, sino canallas letales y juguetonamente contagiosos.
Yo, le he cogido simpatía al doctor Simón. Puede ser el personaje del año en España. Y como no tiene cara de éxito, no lo será. Y entonces otros se llevarán oportunistas sus grandes trofeos de sabiduría. Pero Simón lo sabe. Sabe perfectamente el terreno psicológico que pisa. Y cree en lo obvio, en lo verídico y en lo experienciado.
-Y AMA LA CURIOSIDAD-
11:13
jose vicente ortí
Desierto, silencio, soledad, páramo, monotonía, rutina, más soledad, imperio de la individualidad, buscarse bien buscada la vida por uno mismo, miradas ausentes, carencias, retos y una mismidad.
Muchos senderos de laberinto que pueden desembocar en uno mismo y volver al principio del tiempo. Hay que buscar. Hurgar debajo de las piedras. Sí. Porque piedras también hay en la perspectiva. Quizás debajo de dichas piedras esté la conexión definitiva o parcial de la felicidad.
Ni rastro de los otros. Ni de uno mismo. Ceguera, sensación de inmovilidad, apatía, pereza, estatismo, dudas, temores, los trenes que no aparecen en las vías, y hasta los pájaros parecen haberse vuelto tímidos y piar más bajito de lo normal.
Los viejitos y el pasado. El dolor. El triunfo de la juventud sobre los agentes exteriores. No sé si quiero ser inmortal. Quizás inmortal, quedándome en los treinta años y haciendo trampa. En apogeo perenne, sin que se me caigan las hojas en el otoño, o que me quede inmóvil como una planta sin visible actividad invernal.
Absoluta perplejidad que no bobez. Mutismo de ánimo, barrera en el vacío evidente, precariedad e impotencia. Solo mirando allá a lo lejos quizás pueda verse el mar o la montaña verde y desafiante. Esperanza momentánea cero ahora. Solo veo lo mismo que es poco, todos los días. No me dejan pasar, me dicen sin decir y diciéndolo que soy vulnerable, y entonces solo sigo viendo y evocando desierto yermo y catástrofe de desilusión.
Nada. Esa podría ser una buena definición. Una nada forzada, evidente, contínua, inesperada, triste, abúlica, atronadora, donde no hay cercanías, en donde todo es el miedo al todo, en donde campa a sus anchas el tiempo de la defensa, de la derrota, del no atreverse y del repliegue. Y no me gusta ese repliegue, y entonces solo me queda mi chip de inventiva, y vuelvo a imaginar un desierto en libertad y hasta majestuoso. O, quizás, lo que se siente en una cárcel en estos días de coronavirus.
Esto del confinamiento es una puta cárcel en la que no debes pensar demasiado a corto plazo. Aquí y ahora gana el no lo sé, la incertidumbre, el pánico al hoy y al mañana, y hasta el deseo de cerrar los ojos para poder llorar dormido y sin estrépitos quejicas.
Sí. La cárcel. Me ha venido bien esa idea. Estar aquí metido en casa porque fuera hay peligro, no es una idea del preso sino la antítesis. El interno en el trullo lo que desea es salir de ahí adentro de una maldita vez para poder respirar el aire libre exterior de la libertad.
Ahora, el preso es doblemente preso, porque aunque lograra permiso penitenciario, tampoco le permitirían deambular por las calles salvo por motivos esenciales y de fuerza mayor.
Vuelvo a mí. A muchos como yo. Depende esta soledad de cada universo personal. De cada latido del corazón, de cada momento íntimo y privado. La putada democrática del confinamiento sanitario tiene efectos paradójicos. Te puedes cansar de todo, te puede defraudar todo si no le tiras valor, volverse todo reiterativo y repe, y peligrosamente coñazo.
Hoy pienso que tener salud y viajar, es el paraíso soñado. Dejadme que defenestre a Robinson Crusoe y a la familia del solitario náufrago de Defoe, y que me dé mal rollo la isla de los plátanos y de los cocoteros de los Mares del Sur. Hoy es lo mismo que mi calle.
No hay nada. Buena definición de la soledad, sí. Solo hay aparatos digitales, ordenadores, videollamadas necesarias y de cortesía, y la tele siempre con lo mismo y a la caza y busca de la esperanzadora noticia de la curva de la normalidad, y prácticamente nada más aunque se nos diga que hay mucho.
Mentira. El momento es cero, indeseable, iteradamente individualista, descorazonador, la calle es un peligro, y el abrazo presencial una quimera. Y el beso es una paranoia, y la mascarilla un parche vital, y el desconsuelo lo más normal en este tiempo histórico.
¡Y VENGA A ESPERAR!
6:30
jose vicente ortí
Que no se quede ahí. Dilo todo. O casi todo, o algún todo que te nazca de tí. Estás en una situación difusa, inesperada, extraña, casi imposible; como metido en un sueño negativo y a la vez evidente.
Culo inquieto, ágil y rápido, aventurero y explorador de espacios, y ahora constreñido por unas paredes y por movimientos cortos y restringidos. ¿Qué coño está pasando? ¡No es justo! ...
Sin cines, distancias de un metro en el súper, sin cafeterías de reunión social y habitual, sin bares, sin cenas de amigos, con mayores afectados y finados, con contagios amenazantes como pinchos de pulga, solo, distanciado, lloroso, sin un cambio inmediato, y con mil renuncias inesperadas.
Todo es ahora inesperado y marathoniano. Hay una lucha entre el cuerpo y la cabeza. Porque el cuerpo te pide que cese todo ya, y la buena mente te sugiere que resistas con la valentía obediente y robusta de un estoico.
Las piernas de Mar solo las puedes ver cuando ella decida mostrártelas por el Skype o por la videollamada del chat. Y esas pobres enfermeras superadas por la aglomeración y el agotamiento. ¿Qué es esto? ...
Es muy duro, sí. La incertidumbre tiene estas cosas. Pero debes seguir sacando de tí todo lo que te está molestando. ¡Desahógate! Ahora piensa en que aunque lo estés haciendo bien en el confinamiento, esto es una putada insoportable. Y si decides ser libremente cabrón, te escapas y eso, entonces alguien de la policía te va a cascar una multa que te va a dejar mucho más negativo que antes del intento de fuga camino de ninguna parte. ¿Estamos de acuerdo? ...
Quizás, lo más seguro, es que tengas bien cerca un boli y un papel, para sacar tus putos demonios. Pero si no escribes, no pasa nada. Date opciones y dudas. Regalos. Como ese teclado que te puede llevar a escribir en un blog gratuito un diario sanitario y todo de tí.
Nadie se ha ido, aunque no les veas ni les huelas en persona. Estamos todos optimistamente esperanzados al igual que frustrados. No estás solo en esta batalla. Hay mucha gente que está siendo sometida por el azar a la prueba del reto. De la presión.
Sí. Es una putada que no haya fútbol, ni NBA, ni Champions, ni nada de deportes. Solo son refritos para que sueñes que nada cambió. Pero, sí. Ahora han cambiado muchas cosas. A lo mejor no puedes hacer ni teletrabajo. No ya el trabajo habitual.No. Ni siquiera el teletrabajo. Desde luego, fácil no es.
¡Puta curva del virus! A ver cuándo llegan las buenas noticias. Piensa que no te has muerto ni te morirás, imagínate un soldado con casco ante un enemigo hercúleo y de microscopio. Como si fuera una cita a ciegas con un cabrón o con una dulce cabrona. Existe el placer y el sueño. Nadie se lo ha llevado para no volver. ¡Nunca! ...
El Ministro Illa , "acojona". Habla de picos más altos, y entonces calculas la edad que tienes y ves el planeta protegido por una maldita mascarilla. Mal rollo da la mascarilla. Pero seguramente cada día puedes verla más simpática y con más cara de protegerte. Y en Internet salen tutoriales para fabricarte una. Prueba a ver si te sale un boceto, un diseño o un volumen. No te pongas notas. Sigue, hasta aprender, o hasta que te dé la gana. Pero cuando la tengas, no salgas fuera a hacer el error ...
Sabes que has de abrir alguna espita en tu esperanza. Quizás tengas como yo en el balcón algunos tiestos. Algunas semillas o algo de tierra. Y si tienes plantas, podrás ver si quieres, que a ellas esto del virus se la trae al pairo. Que, siguen sabiendo distinguir a pesar del cambio climático, al invierno de la tenue y silenciosa primavera que comienza. No, amigo. No hay mal que cien años dure. A este virus le quedan los meses contados. El coronavirus lo lleva claro. No sabe con quién se enfrenta.
¡ADELANTE!
12:45
jose vicente ortí
Déjame contarte que sueño con tus manos entrelazadas con las mías mientras paseamos tranquilos por el Paseo Marítimo. En libertad, en curiosidad y en empatía.
Nadie nos ve aunque nos vean. Es una mañana valenciana, primaveral, ilusionada y con olor a azahar. Pero por encima estás tú y tus sonrisas, y nuestro jugueteo particular para conocernos mejor y decidir el futuro.
Rojiza, pelirroja, juvenil, con sandalias de verano, segura y tuya. Sí. Caminamos y casi no nos damos cuenta. Desde la escollera del puerto hasta Alboraia o hasta ni nos demos cuenta de adonde hemos llegado.
¿Por qué no imaginar que las cosas son posibles? Déjame mandarte una carta de arriesgar, de jugarnos los prejuicios iniciales, de juntarnos y de probar. De una continuidad, de un compromiso social, de unos silencios necesarios y de dos respirares plenamente libres y adultos.
Permite que te viva desde mi bonito y hermoso deseo. No digamos nada si nos place, pero déjame que te sueñe y te reclame. Déjame que te pruebe y que tú me pongas en tesituras. Jugueteemos a espiarnos las dudas más recónditas. Hagamos amistad y pareja, decidamos lo que queramos, no pensemos demasiado, y descubramos que el cielo sigue haciendo el mar azul, que la arena es más tentadora que el asfalto, y que la intimidad es más estimulante que la multitud y el jolgorio.
Descubrámonos. Intentemos que nos den la una, y las dos, y las tres. Y las cinco de las tarde. Y apostemos y decidamos vivir la experiencia como hacen las aves al llegar la bonita y hermosa primavera.
Tú puedes ser ese brote que ya se adivina en las ramas de los árboles, en la movilidad creciente de las plantas que entrenan sus mecanismos florales, podemos lo que nos separa, y reguemos con convicción nuestras vidas.
Sí. La playa, el monte, el jardín, la montaña, la natación, la excursión, el viaje y los sentires. Hueles a Cantábrico y yo a la Malvarrosa, y el intercambio puede florecer y prosperar.
Seguramente somos muy diferentes, pero se pasa bien. Lo reconoces hasta tú. Eres dura de pelar, consecuente, cautelosa, prudente, analítica y más que sensible. Pero a mi me da igual, ¿sabes? ...
Prefiero que nos mandemos luego a la mierda si no van las cosas bien, a que digamos que no sin probar nada. Y, sobre todo, que yo pueda ver en tus ojos eternamente juveniles y femeninos que lo pasas igualmente bien, y que se te abren las aletas de la nariz porque respiras agradablemente profundo, y que es posible que todo esto y sin miedos pueda valer la pena.
Soy fueguino y apasionado, pero también dual y eterno corderillo considerado. Puedo ponerme en tu sitio aunque sea de un modo bien distinto y tú igualmente hacer de mí. Sí. Me gustaría hacer de tí, y no pensar demasiado en el pasado ni en las heridas que la vida va marcando.
Regateemos. Hagámosle un caño al no. Penetremos en nuestro mutuo círculo cómplice y dispongámonos a vivir con plenas consecuencias. Mar. La mar. El mar. Las gaviotas y la coqueta lluvia. Y los espacios deseados. Quiero acercarme a los sueños y convertirlos en sonrisas mutuas. Y que tú hables mucho, y que no me dejes meter la parrafada condicionada, y que se te vayan todas las mil dudas que ahora te vienen, y que sigas donde las manos todas las noches, y todos los días y todas las horas, y sin tener prisa de ansiedad.
Te reivindico en un sueño real y auténtico, y exigente, y hasta hermoso y necesario, y valiente, y acogedor, y de cabellos lindos, y de manos suaves y delicadamente femeninas. Y seguro que un día te haré soltar la carcajada más bonita del mundo, y yo sonreiré como un bobo empoderado de mí.
-GRACIAS, DESEO.-
9:52
jose vicente ortí
Insólito. España. 2020. Marzo. Nadie en las calles. Estado de Alarma. ¿Está pasando? Parece inaudito. España sin bares ni fútbol. España con miedo a las enfermedades. ¿Eso no pasaba y pasa solo en África y bien lejos? ...
Confinados. Metidos en nuestros hogares cárceles con la orden de no poder salir salvo a las cosas absolutamente imprescindibles. Asombroso. Mi sociedad es dinámica, festera, libertaria y de culo inquieto. No me busquen para practicar el zen. Y ahora, casi sin tiempo a reaccionar, nos cascan todo esto.
Mascarillas, guantes, cosas inauditas y nunca vistas, hospitales saturados, demoras, contagios, muertes, etcétera. Entre móviles de nueva y mutante generación, parecemos haber vuelto a la Edad Media. El discurso real se llama y es coronavirus, pero ha desencadenado y destapado otros impactos que tienen que ver con la perplejidad y con la sensación de estupor y de que no somos siquiera libres para irnos a la calle cuando nos plazca. ¡Esto es todo un reto! ...
Sí. El Estado de Alarma es realmente un reto. Estar ahí adentro parados cual metidos en un refugio durante una extraña y casi inédita guerra, nos perturba y nos desconcierta negativamente.
Información. Pandemia. Lavarse las manos. Las mascarillas. La seriedad y la responsabilidad, a codazos en el Mercadona para acaparar como locos víveres por si acaso, más estupor, inmovilidad en un atleta velocista, la supresión de muchas actividades, el demoledor trabajo del personal sanitario, la limitación de la movilidad, el desborde de lo previsto, la sensación de caos y de el sálvese quien pueda; el Titanic coyuntural de la Economía de la Globalización.
Nuestras propias actitudes ante estos inicialmente previstos quince días de confinamiento en nuestras casas. No hay cines, ni teatros, ni bares.
Que, ¿no hay bares en este país?, ¿ni Fallas?, ¿ni Semana Santa?, ¿ni fútbol de Liga ni de la Champions?, ¿ni de la NBA?, ¿de casi ningún deporte? ¿Será posible? Y lo jodido es que las cosas son así. El gran cambio inesperado. Solo parecen haberse librado de la morrocotuda sorpresa, los móviles y los ordenadores. Y también la tele. Pero todo es muy distinto.
Nosotros, los españoles, por redes sociales seguimos siendo bulliciosos y celtibéricos. Y todos estos días cuando son las diez de la noche, salimos unos minutos al balcón y aplaudimos el trabajo estajanovista de los médicos y asistentes sanitarios. Y gritamos ¡Viva España! Y entonces nos reencontramos con el deseo, y nuestras sonrisas se abren en alegría de esperanza. Nos rehacemos y nos sentimos orgullosamente vivos y potentes.
Nuestra fuerza española es nuestro ingenio y nuestras raíces. La diversidad de nuestros diferentes territorios nos enriquece en opiniones y creatividades. Nosotros somos partidarios del jogo bonito, pero también de la práctica europea y de las nuevas formas que propone la modernidad.
Aburrimiento, desconexión, ganas de mandarlo todo a la porra, desazón, miedo, y sin posibilidad de hacer planes ni a corto ni a medio plazo. Hemos por narices de esforzarnos, de pensar en porqué seguimos aquí, de creernos a lo mejor de nosotros mismos y de tenernos mucha paciencia estos días.
España es conocida en el mundo porque vivimos hacia la calle, hacia la luz, hacia la risa, hacia las terrazas, hacia los grupos de alegría, hacia la música y la fiesta, y el ocio y la extroversión. Eso es España aunque hay tantas como ciudadanos.
Pero ahora toca estudiar y hacer bien los deberes de mamá Sanidad. Estamos aquí, estamos bien, lo vamos a conseguir, esto solo será un tiempo; esto solo será algo que contaremos a nuestros descendientes. Una triste etapa. Porque nuestra inteligencia se llama optimismo, y en donde el pesimista no tendrá cabida. España tiene el orgullo que nosotros nos damos. ¡Apretemos los dientes!
¡SÍ SE PUEDE!
13:09
jose vicente ortí
Entre risas, buen rollo y amistad. Huyendo de lo trascendente y apostando por el ocio. La cafetería estaba llena de gente, tomando chocolate con churros, refrescos, horchata, fartons y bebidas varias. Tardeando y haciendo compañía de amistad.
Marisa exhibía su cuerpo ya delgado. De mujer todavía hermosa que se resiste a envejecer. Tiene unas piernas largas y bien bonitas. Le gusta lucir su cuerpo, e imitar en lo que puede a los treinteañeros. Confiesa que su juventud pasó inadvertida para ella, y que cuando quiso darse cuenta, ese tren de apogeo ya lo había consumido insatisfecha y con el hombre equivocado.
En un momento de la charla, sumergí a Marisa en el interior de su tiempo perdido para siempre. Y le sugerí hacer un pulso. Me nació la ocurrencia, y ella se puso a colaborar. Compite bien y no rechaza ningún reto. Solo quiere recuperar y más recuperar las páginas de los juegos de su vida. Hasta que el paso del tiempo pueda inaugurar una nueva posición de poder en ella. Su tiempo que anhela y espera entre dudas.
Agarré la mano de Marisa. Y empezó el pulso. Aunque era una prueba de fuerza, yo también auscultaba su modo de ser. Y Marisa hacía fuerza contraria a la mía. Y utilizaba la estrategia de su experiencia. Éramos dos niños grandes jugando a cosas imposibles. Y en aquel pulso había mutua información. Las fuerzas contrarias desvelaban mucho más que velaban.
Ninguno de los dos, ganaba el pulso. Marisa es fuerte y valiente. Y no porque ella quería doblegar la fuerza de un varón, sino simplemente porque es competitiva y grandota, vital, enérgica, y genio y figura.
Sí. Los dos hacíamos fuerza. Y nadie parecía llevarse el gato al agua. Mis acometidas eran neutralizadas por la mujer. Sabía la técnica del pulso. Se concentraba, me neutralizaba, y respiraba relajadamente para prolongar y aprovechar todos sus recursos. No le gusta perder a Marisa. Y a mí, tampoco ...
Estábamos tácitamente pactando un mutuo ataque sostenido. Si lanzábamos arreones violentos, descomponíamos la concentración y perdíamos ambos las posiciones.
Marisa, no se dio jamás por vencida. Y para ello yo volví a coger su mano derecha, y esta vez con decisión, con amplitud; con dominio y con convencimiento.
Ella cerraba los ojos desde sí, y yo me decía a mí mismo que mandaría yo, y que ella debería pasar a tener que defenderse únicamente. Y desde mi posición de convicción, pensé que podía ganarle a la bella fuertota, pero no porque yo fuese varón y ella mujer. Nada de ésto ...
Cuando le gané el terreno, ella seguía defendiéndose con entereza. Pero esta vez fui progresando mi fuerza contraria sin impulsividades y paulatinamente. El convencimiento y la fe me abrían el camino. Y gané a Marisa decididamente. Y ella me miró sonriente y hasta con admiración al perder el juego de nuestro pulso,
Yo, me puse del esfuerzo, más rojo que un tomate. Aunque fue fugaz. No había sido nada fácil doblegar finalmente a su fuerza. En absoluto. Pero yo gané en solidez, y mentalmente logré culminar con éxito una fortaleza similar.
Porque yo finalmente pude ser tan técnico y cerebral como ella. Decidido, pero frío. Empleando toda mi fuerza, pero desde la confianza. Y al ganar, le pregunté caballerosamente a Marisa si la había hecho daño, porque sé que ella es más que cabezota y muy capaz de negar habilidosamente muchas obviedades.
No. Marisa no había sentido ningún dolor. No había podido soportar mi fuerza convencida y progresiva, y eso había sido todo.
Mientras esto escribo, todavía noto cierta contractura en el músculo ganador solicitado. Pero también plenitud más clara en mi personalidad y en mis actos. Y estoy seguro de que el pulso también para ella ha sido un tanto inolvidable. Seguramente no estaba en sus cálculos el perder. Pero lo importante es que Marisa ha vuelto a su juventud por unos momentos.
-SIGNIFICATIVO-
11:26
jose vicente ortí
Reto. El seductor se mueve con mucha suficiencia en el chat. Lo que sucede es que substituye la vida que no hace por la fantasía de la mujer conquistada virtualmente.
El seductor siente grandes vacíos. Y entonces dedica su tiempo de la nada a llenarlo con deseos que suenan y saben a juego. Y va lanzando dardos de seducción. Es astuto y ocurrente, y eso agrada. Internet es facilón, y esto acompaña a su ingenio.
Al otro lado, algunas interlocutoras le prestan atención. Él, las va tanteando la psicología con astucia. Y todo va quedando en agua virtual de borrajas. No se ve capaz de abordar a gente de su edad y ciudad, y juega a la aventura de las lejanías.
Últimamente le ha dado por las mujeres de sesenta y un poco más. Quiere probar qué les pasa a estas señoras cuando se pacta un privado y empiezan las charlas. El seductor, selecciona. Va eludiendo a las mujeres de su tierra, y cuando huele distancia, se anima.
Encuentra fórmulas. Va consiguiendo la complicidad de estas mujeres, haciendo que las charlas sean extensas. Juega con las soledades de mujeres aburridas, que ya se separaron, y que poco de hombre real esperan en sus vidas. Pero el seductor se crece con estas circunstancias y se viene arriba.
Y pronto empiezan las preguntas cruzadas, y el seductor comienza a lanzar galanterías. Sabe, que algunas de estas personas utilizan el chat para imaginar que recuperan mundos imposibles con solo darle con los dedos al teclado de un ordenador.
En realidad, más que un seductor, nuestro protagonista es un "autoseductor", que necesita de su fantasía para mostrarse fuerte. Es creativo, agudo y simpático. Diferente, educado y nada lanzado. Al menos, inicialmente ...
- "¿Sabes? Eres tan agradable ..."
- "Dime tu edad ..."
- "Unos años más joven que tú. ¿Es tan importante? Tú eres una mujer y yo soy un hombre ..."
- "Claro. Pero ..."
El seductor ha lanzado bien su primer drive y su revés. La mujer le contesta luchando entre diferentes sentires. Uno de ellos es que se le pasa el arroz, y que ya le queda poco de disfrute vital.
- "¿Se acaba el mundo si intercambiamos nuestros teléfonos? Me gustas ...
- "¿Eh? ..."
- "¿Te he asustado? ..."
- "No ..."
- "¿No? ..."
- "He temblado toda. Hacía tiempo que no me sucedía esto y ..."
- "Ya ..."
Pasan los minutos y sigue la charla. Si dicha charla se torna marathoniana, el seductor fantasioso va asegurando sus anhelos. Galantea y mima calculada y audazmente a su interlocutora, le dice que se pone en su lugar y afirma: "Lo estás deseando ..."
Ella guarda silencio. Y al interrumpirlo se siente llena de dudas. ¿Tan grave será hablar por teléfono con un hombre más joven que ella? ...
Conseguido. Al día siguiente ella ha vuelto al chat. Y él utiliza la misma táctica, se muestra suave, y luego aprieta el acelerador. Pronto tiene el teléfono de la mujer imposible, pero dicha mujer no es de fantasía sino de carne y hueso. Y aunque siente cercanía de agrado, la mujer sabe que solo es un mero ocio sin más.
El seductor llama por teléfono a su madura "conquista". Y vuelve a ponerse educado, pícaro y exquisito. Tiempo tendrá de decirla luego un "me encantas", entre frase y frase de corrección.
Ella le observa bien. No le va a permitir mucho. Ni el seductor espera realmente nada de ella. Ni siquiera es partidario de coleccionar teléfonos femeninos. Lo único que hace es jugar a llenar sus vacíos interiores con ratos de placer que nunca llegarán a nada, y ni siquiera a contactos físicos esporádicos que tampoco él desea.
Ella, se lo dice bien claro. Le indica que esto es la realidad, y que ella solo irá a la cama con alguien a quien le tenga sentimientos de amor y nunca con follamigos ni cosas extrañas. Sí. Ahora ella es quien domina a la fantasía del habilidoso seductor. Ella le pone los pies en el suelo.
El seductor ya sabe lo que va a suceder. Que, será absolutamente nada. Y que el futuro irá enfriando el contacto, hasta desvanecerse por completo. Y toda la fantasía se esparcirá sin nostalgias por las redes imposibles.
-CHAT Y SOLEDAD-
11:44
jose vicente ortí
La paradoja y la realidad. El nerviosismo y la sorpresa. La Humanidad se desarrolla hacia unas formas y un progreso tecnológico jamás antes conocido. Y parece normalizarse la vanidad. Podemos hacer cosas realmente importantes, sí, pero hay otra verdad que nos cuesta aceptar.
El virus es un ejemplo. Tenemos que convivir con otros seres, con otros agentes, con más inconvenientes de lo esperado. Porque esto del coronavirus solo parecía ser cosas del África profunda, o del quinto pino, y de que estábamos más o menos liberados de las antiguas pandemias. Por eso esto nos parece tan sorprendente como inesperado.
También los blancos occidentales estamos en la circunstancia. Y esto nos humaniza y nos devuelve a la autenticidad y a los pies en el suelo. Y nos golpea en reflexión acerca de las prioridades y bondades básicas de la salud. La salud es el bien más grande al que aspira el hombre.
Es llamativo lo que sucede. A pesar de que hemos roto las barreras tecnológicas inimaginables, no somos tan dioses. Hemos salido del Sistema Solar y la tecnología digital parece magia imposible, pero también aquí están los temores y las amenazas.
Un virus es un ente microscópico que nos manda a la casa de la humildad. Aparecen los contagios y las muertes, y el Mercado de la gran globalización ha de detenerse. Un virus. Un organismo libre y vivo, es capaz de influír en nuestra seguridad de un modo contundente y voraz. Y entonces el hombre debe cambiar costumbres, hábitos, y huír del pánico como hicieron los habitantes cuando las pestes o cuando la medicina todavía no podía existir.
Y parece y aparece un festival o carnaval de mascarillas, guantes y elementos de protección. Sí. El hombre y las enfermedades. Parece cíclico. Llega un virus y pone patas arriba al mundo ufano del 2020.
Parece que esta gran suerte de gran gripe que se inicia en China, fuese como una nueva adicional a la que solemos tener todos los inviernos. Y los científicos luchan en los laboratorios para encontrar una vacuna.
La gente está preocupada. Sin fronteras. Es para estarlo, porque este virus tiende a la propagación aunque su mortalidad sea escasa. Se paraliza casi de repente nuestro tiempo de ocio; de costumbres. Todo esto parece digno de otro tiempo.
Este es el gran golpe para la reflexión. Somos más frágiles. Nos estábamos acostumbrando a que las grandes enfermedades se movieran en lugares distanciados de nosotros en miles de kilómetros, que todo se quedaría por allá, y que todo serían historias de pobres y de extraños. Cosas ajenas ...
Pero, no. El virus es libre y universal. Puede estar en cualquier lugar. Por eso la historia de la supervivencia humana es la de la serenidad y la de la reacción. La necesidad del inconformismo. El actuar, sin el interés económico como prioridad. Da bastante igual lo que digan los índices bursátiles o las emociones menores y de este cariz.
Lo que hay que ser, es humildes. Más. Que esto nos sirva de prueba de fuego para nuestros recursos físicos y mentales. Hay que acabar con esta nueva y potente amenaza. Y buscar nuevas lecciones. El virus y el ser humano van a ser siempre enemigos irreconciliables. En unos meses tendremos más respuestas acerca de los misterios de este virus de Wuhan.
Pero mientras tanto, acrecentaremos nuestra higiene, nos abstendremos de hacer cosas a la nuestra, respetaremos más al Estado y a sus directrices sanitarias, y tendremos toda la confianza y el optimismo.
Salud, virus y muerte. El hombre se mueve en muchos campos y panorámicas, en muchos laberintos y opciones. Pero el más suertudo e inteligente, es siempre quien logra sobrevivir. Cuando se suspenden eventos masivos, deportivos, tradicionales o de cualquier tipo, debe primar la cabeza fría y la responsabilidad. Demostrar el por qué hemos sobrevivido durante tantos años aquí. Y es, porque podemos pensar y reinventarnos.
-OBEDIENCIA Y REALIDAD-