sábado, 8 de agosto de 2020

- ÁRBOLES -


 

Les veo gordos y colosos. Fuertes, desnudos, a la intemperie, y adaptados a mil circunstancias. Solo beben agua. Sí. Prefiero los árboles grandotes, alejados de mí por su altura; protegidos siempre por su majestuosidad.

Un árbol lo cambia todo, y lo urbano lo vuelve entretenido y diverso. Los árboles no hablan y siempre están quietos y no se mueven de ahí. Me encanta pensar en su idiosincrasia que han de ser sus potentes raíces. Me gusta ver cómo en la ciudad, las enormes raíces rompen los ladrillos de las aceras, y desafían los alcorques. Marcan presencia y son orgullosos y sanos.

Sí. Se puede hablar mucho de lo que nos sugieren esos árboles. Tienen de todo; muchas cosas. Y provocan y generan sombra en verano y en invierno a través de sus copas y ramas. Abarcan el aire; el espacio de las alturas.

Y nos ven. Nos observan. A su manera, pero nos observan. Yo sé que lo hacen, y nos notan, y a veces se sorprenden con nuestras cosas humanas y peculiares. Si pudiesen hablar ...

Los árboles en el Amazonas, nos odian. Porque nos ven psicópatas sin miramientos, quemándolo todo, incluída su carne que es la madera. Sus brazos son las ramas, y las hojas son la estética verde de jogo bonito que nos agrada e impacta.

Hay gente a quien le atrae el fruto, y la flor. Porque papá árbol nos da de comer, y transforma el anhídrido carbónico en oxígeno, y nos da de respirar. Y es huésped para muchas aves, las cuales anidan protegidas en su frondoso interior.

Esta frondosidad interna, es en realidad un misterio. Como la savia, o como la vida.

A veces hablamos de bosques. Y, de emboscadas. Como si fuese algo peligroso y amenazador. Meterse por los bosques es algo bellísimo y a disfrutar plenamente. Lo saben bien los senderistas o montañeros. Un árbol nos cobija, pero también nos advierte de que debemos ser independientes y buscarnos la vida. Porque si se vuelve tormenta y cae un rayo, su vulnerabilidad es solidaria con nosotros y podemos morir chamuscados. Rotos ...

Dicen los creyentes que la lo de Adán y Eva fue cosa de un árbol prohibido y de un fruto tabú de desobediencia. Sí. Los árboles siempre están ahí. Y yo detesto los arbustos o arbolitos, los cuales ni son plantas ni son colosales y definitivamente musculados ejemplares.

Yo me llevaría árboles a mi casa. Y seguro que un pino, o un algarrobo. Algo que huele bien y que da sustento.

El árbol es una fuerza que está en todas partes. Y el desierto acaba violado en su límite final, y concluye, y el paisaje se llena y se eleva de nuevo. Vuelven más árboles. Siempre, árboles ...

Árboles que llaman al agua de la lluvia y que combaten con su vida la sequía y el cambio o emergencia climática.

Los árboles tienen oquedades en las cuales jugamos a explorar y a desaparecer en su interior cuando niños o adolescentes. Y trepamos todo lo que nos da la vitalidad, como si fuera un divertimento natural y energético. Don naranjo de Valencia.

Y ya de maduros y optando por algunas orientalizaciones y derivas, nos da por abrazarnos y casi besarnos a él, porque le intuímos buen rollo, vitaminas y todas las propiedades curativas y esenciales. Y aveces podemos llorar cuando vemos que son talados y entregados a los madereros,

-LES QUERÍAMOS MUCHO-



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