martes, 7 de abril de 2020

- RARO, DEMASIADO RARO ... -




Sí, claro, el confinamiento. Todo esto se hace raro. Demasiado extraño para mí. Es un reto. Mi fortaleza mental está en juego. Deberían dejarme salir a dar una vuelta por ahí. Con tranquilidad y sin prisas. Pero ahora con el virus ese puedo contagiarme y morir. Soy obediente. Y además me puedan cascar una multa de la que me acuerde siempre del coronavirus de los demonios.
Pero, sí. Estos días son un mazazo. Tampoco me los esperaba. Aquí en casa y confinado no me siento bien. Me siento rematadamente mal. Ya lo sé. El refrán ese de "mal de muchos, consuelo de no sé qué ..." De tontos. Hay otro que dice que "mal de muchos, epidemia ..." Maldita palabra la de epidemia, o pandemia, o como leches se llame ésto.
En toda mi vida no he pasado por una cosa parecida. Y eso que mi vida no ha sido precisamente un camino de rosas. Para que encima llegue esta cosa tan rara, tan extraña, tan inesperada, tan letal y jodida ...
Yo no sé estar en casa. Era y es una de mis asignaturas pendientes.Lo confieso. Yo, por la tarde y por la mañana necesito hacer cosas. Por la mañana siempre cosas de obligaciones y tal. Y por la tarde nunca o raramente aguantaba en casa. De hecho, y cuando ya no podía más, me preparaba y aún cojeando en espera de que me operen, me iba a caminar un rato y los fantasmas se tornaban más vencibles y hasta anecdóticos o inanes.
Y ya véis, cualquiera sale a dar una vuelta por ahí para estirar las piernas y salir de uno mismo. ¡No se puede! ¡Totalmente prohibido! ...
Permitidme que hoy os reflexione sobre la salud mental. Y la distancia. Imaginad a la gente que tiene bajones, o que sencillamente, está afectada severamente por un tema mental. Esto tiene que generar unas situaciones de angustia realmente terribles. Supongo que los locos no irán a mejor en una prisión, que las consultas de los pacientes no podrán ser completas, y que por una videocámara y el que pueda, mantendrá el contacto. Pero no es lo mismo.
A los errores de pensamiento, a los nervios extraños y propios de estos días raros, se añadirá el desconcierto y una mayor sensación de soledad y de desamparo. Supongo que como nunca dicen el número de suicidios, estos días los dirán mucho menos, supongo que en evitación del efecto contagio. Otra vez la maldita palabra ...
Cuando digo que esto es para mí un reto, lo que hago es afirmar mi realidad. Lo es. No sé cómo acabará ésto. Y prefiero vivir el presente. Y me rebelo contra los pensamientos que llevan al mal rollo. Y entonces me siento bien. Cuando reacciono, me siento bien y útil para mí mismo. Y tomar mis decisiones en estos días, me supone una gran alegría personal y una gran satisfacción. Porque pienso que si soy capaz de reaccionar ahora cuando estoy clausurado como un pollo de granja, cuando este panorama desaparezca, seré mucho más feliz y estaré más fuerte.
Me puede la ansiedad muchas veces. Porque todo esto tan raro, quiero que gire como una tortilla y de repente vuelva a ser todo como antes. Sí. Lo quiero y ya. Quiero volver al Mercadona sin pasar miedo y que también los pobres podamos tener unas mascarillas de protección.
Y, ¡mucho más! Quiero ver otra jugar a Messi, que vuelva la Champions y la NBA, y que abran los bares y se otee el camino de la alegría que se llama normalidad.
Normalidad. ¡Bendita palabra! Por ahora no es posible y todo es un lamento y una impaciencia. Me gustaría ir al cine y ver una película interesante, y volver a casa de mi amigo para ayudarle en la recuperación de sus piernas, y que se abrieran los lugares de las conferencias a las que habitualmente acudo, y reemprender ese viaje al Centro de mi país que tenía ya programado y que no pudo ser.
¡Ese es el consuelo! ¡Que es ansiedad! Que lo quiero, ya. Pero todo lo que yo anhelo va a tener lugar. Estaré de nuevo junto a la gente que aprecio, y volveré a viajar, y a salir de aquí. Lo volveré a hacer todo lo que antes hacía. Y esa normalidad será impepinable y tendré que armarme de paciencia.
¡BENDITA NORMALIDAD!

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