Tres de la madrugada. Puede ser muy raro que a esa hora Eugenio se despierte. Pero ha oído una especie de ruido siniestro y amenazador que le ha hecho ponerse en guardia. Y entonces Eugenio abre los ojos, pero cinco o diez minutos más tarde ya se ha dormido de nuevo.
Eugenio vive solo en una casa que tiene más de cien años. Allí mismo vivieron sus padres y su abuelo materno. ¿Dicen que a veces suceden cosas sobrenaturales en casa viejas? A veces, se dice. Que son almas en pena que quieren darse a conocer desde otras dimensiones. "¿Les creemos? No sé qué pensar ...", se pregunta para sí Eugenio.
Cuatro de la madrugada. Eugenio, en sueño REM. Profundamente dormido. Eugenio es físico. Físico nuclear. Mediana edad y mucho prestigio académico. Ha escrito varios libros y con mucho éxito. Y por las noches suele dormir como un bendito. Entonces, ¿por qué se acaba de despertar nuevamente a la hora que inicia este párrafo? Nada científico. No se sabe. Eugenio siente como si alguien le estuviera zarandeando. Sí. Alguien le mueve juguetonamente. Lo malo es que cuando Eugenio despierta, sigue solo. No parece acompañarle ningún otro ser.
El hombre, se observa fastidiado. Dos veces se ha despertado. Muy raramente le pasan estas cosas. Y lo que ha sucedido en dos ocasiones, le resulta realmente extraño; inesperado ...
De modo que Eugenio decide levantarse y deambular por su casa. Y se sienta en un sillón. Lo compró con sus primeros ahorros cuando su primer trabajo se concretó en un sueldo razonable. Sillón estampado, cómodo, azul oscuro y casi ineludible. Su sillón preferido. Mas de repente se oyó una voz horripilante y gritona:
- "¡Vete de aquí! ¡Y ya! ¡¡Y si no lo haces, te atendrás a las consecuencias!! ¡¡Maldito seas!! ¡Esta es mi casa y tu estás de más aquí! ¡¡¡Te mataré!!! ..."
Eugenio, es ciencia. Dicen que frío. No cree en cosas raras. Lleva dos meses confinado ahí por el maldito virus. Y es desordenado, funciona sin mascarilla, apenas se lava las manos, y se muestra bastante escéptico ante la información que recibe. Se limita a ser obediente y a salir únicamente a comprar. En el Instituto en el que da clase, le han dicho que no vaya hace un mes. Y que, seguramente, este año el curso quedará suspendido por la emergencia de salud. Mas por encima de todo, Eugenio está meditando en torno a los tremendos gritos que acaba de oír, intentando detectar esa voz, y elucubrándose a sí mismo tontamente acerca de las casas viejas y encantadas.
- "¿De quién diablos será esa voz? El caso es que se parece a la de mi abuelo ..."
El abuelo de Eugenio fue un tirano y un canalla. Hizo lo que quiso durante su vida. No trabajó jamás, vivió, fue mujeriego a mil, dejó a su mujer tirada como un saco largándose a otra ciudad, y un día sorprendió a todos al aparecer en la prensa franquista como un asesino en serie, el cual acabó suicidándose en el penal del Dueso. Pobre diablo ...
Eugenio se fumó un cigarro, y al terminar volvió a la cama. Todavía quedaban algunas horas de nocturnidad. Era cuestión de poner el transistor y los auriculares y de volverse a dormir relajándose con la vocecilla baja de los locutores de una emisora al azar.
¡Imposible! Un tiempo después, quizás veinte minutos, Eugenio se sintió despertado ... ¿Qué era aquello que tenía delante de sí?, ¿un tipo mal encarado blandiendo un enorme cuchillo y amenazando con rebanarle súbitamente el cuello? ...
Eugenio es de complexión atlética y no cree en otras vidas. ¿Para qué? Con una, ya hay bastante. Y además, no hay otra. Y hasta un niño se daría cuenta de que la supervivencia es la inmediatez veloz en acción. Fuese el fantasma de su abuelo o quien fuera el tipo terrorífico, debía de hacerle frente. Logró zafarse, le empujó y le derribó. Y ante su sorpresa, ahí acabó todo. Porque la figura de su enemigo fatal, se esfumó de su visión. Allí no parecía haber nadie... "Eh, eh, ¿qué era esto? ..."
Ya no pasó nada más aquella noche. Eugenio pensó en aquel cuchillo de enormes dimensiones. ¿Seguiría como siempre en la cocina? Pronto lo comprobó. Estaba en uno de los cajones. Pero, él siempre lo disponía de otro modo. El enorme cuchillo estaba al revés de como él lo situaba habitualmente ... Preocupado, Eugenio esta vez dijo basta. Pensó en su cabeza, en la fuerza de la mente y en su decaimiento cuando se está metido dentro de una casa muchísimos días sin salir y sin ver físicamente a los suyos. Se dijo que nada más hiciera su labor cotidiana de limpieza en la casa, se bajaría de internet toda la literatura que hubiese y que hablara de los deterioros y afecciones mentales en casos claustrofóbicos. Miraría bien. Como científico, era su obligación cuidar su salud mental, y a falta de médicos en esos días, trataría de verse reflejado en las consecuencias de la falta de libertad con el deseo de encontrar similitudes que le explicaran lo que aquella noche le había sucedido.
Al día siguiente se oyeron voces en el exterior. En la calle. Las autoridades avisaban de que la cosa había empeorado, y de que totalmente prohibido salir. ¡Ni a comprar! Eugenio puso las noticias y todo confirmado. Hizo varias llamadas y logró respuestas y soluciones. No debía salir. Ni siquiera con mascarilla. Esa misma tarde, alguien depositaría víveres en la puerta de su casa tras llamarle a la puerta. Una vez escuchase a la persona protectora que le traería lo esencial, debería esperar unos segundos, taparse con un pañuelo el rostro, proveerse de unos guantes, tomar los víveres y cerrar raudo y veloz. Y lavarse las manos de modo obligado cada dos horas. ¡Hasta nueva orden! ...
Cinco de la tarde. Alguien llama a la puerta. Es un ruído seco. Eugenio achaca el golpe inesperado a su ansiedad. Pero vuelven a oírse dos golpes más. Alguien, desde afuera, le indica que abra, y que le trae el kit de supervivencia para unos días:
- "¡Abra esa puerta, hombre!..."
- "Oiga, pero,¿no han informado que no lo hagamos y que solo abramos cuando usted se haya ido, señor? ..", repuso un sorprendido Eugenio Hortés.
- "¡¡Haga el favor de hacer lo que le digo!! ¡O daré parte a mis superiores! ...
- "Bien, bien. ¡Como usted diga! ..."
Detrás de aquella mascarilla, gafas y traje especial, había una mujer. Le dejó los víveres en una bolsa sobre el suelo, se quitó todo su traje de protección, y le pidió a Eugenio:
- "¿Me deja usted pasar a su baño? Sinceramente, ya no puedo más y ..."
- "Sí, claro. Pase usted. Es allá al fondo a la iaquierda ..."
- "¡Gracias! ..."
A Eugenio apenas le dio tiempo a pensar. Porque se negaba a pensar. A veces pensar puede ser letal, pavoroso, estúpido, desaconsejable, absurdo e ineficaz. Y además no le dio demasiado tiempo a valorar si aquella mujer bellísima y fría a un tiempo que se aliviaba en el baño suyo era o no portadora del virus exterior y de una temeridad y burrez más que supina y hasta terrorífica.
Y no le dio tiempo a pensar, porque Eugenio escuchó ahora un grito real y humano; estremecedor ...
- "¡¡Socorro!! ¡¡Dios mío!! ..."
Del baño procedía el grito, y de la garganta de la mujer que le procuraba los víveres de modo tan irresponsable. Y cuando el físico nuclear y docente abrió la puerta del baño, casi todo era sangre. ¡Aquella mujer había sido degollada!... Y con el mismo cuchillo del incidente increíble mientras dormía en la cama la noche anterior. ¡El del que podía ser su abuelo terrible y canalla,procedente de otras realidades! ...
- "¿Qué se hace?", se preguntó Eugenio. "Y ahora, ¿qué hago y a quién llamo? Todo es emergencia. Nos insisten en que no debemos salir nunca ahí afuera y ..."
Y de nuevo, una voz. Parecía proceder de aquel cómodo sillón. Y tras unas risotadas, alguien coqueteaba su vanidad. Alguien sin cuerpo. Solo una voz. Y la misma voz de aquella pasada y maldita noche.
- "Ja,ja,ja,ja,ja, mi nieto!" Y, ¿qué piensas decir ahora a la policía? Acaso que has matado a alguien que ha venido a auxiliarte? Vas a entregarte, y además a salir ahí afuera para contagiarte y contagiar a otros el virus? Je,je,je,je ¿O dirás que ha sido un fantasma, muchacho? Ja,ja,ja,ja,ja ¡Tú decides! ..."
Eugenio, sí pensaba. Lo importante eran los hechos. Él había tocado a la mujer. Sus huellas estaban en su cuerpo femenino. Todo el mundo pensaría que él era el asesino. La clave era decidir si confesaba a pesar de su inocencia e iba a la cárcel, o si decidía esconder el cadáver. Pero, ¿podía hacer esto último con éxito? ...
Lo raro, pensaba Eugenio, era que una mujer auxiliadora en situaciones límite y con órdenes bien estrictas, se hubiera saltado tan a la ligera el protocolo ...
Trató de refugiarse el hombre en el medio de su extrema y desgarradora situación. Afuera, en el exterior, por tierra y aire se mostraban voz en grito las órdenes:
- "¡¡Que nadie ose salir de sus casas hasta nueva orden!! ..."
Poner adecuación en una cabeza en esa situación, nunca es fácil. Necesitaba Eugenio de la Psicología, del ingenio, de la frialdad y de la fe. ¡Dios! ...
Mientras, desde su sillón, el fantasma de su terrible abuelo seguía riéndose a carcajadas y mofándose de él:
- "Eugenio, ¿volverás aquí que es tu casa cuando salgas, te contagies y te lleven al hospital? ¿Cuando te den el alta, ¿será este el mejor lugar para hacer la cuarentena?, ¿tienes alguna otra cosa en la cabeza, muchacho? ¿A que no? ¡Ja,ja,ja,ja! ..."
La verdad, duele mucho a veces. Aquel tipo o lo que fuera aquello, tenía razón. Él iba a morir igual más pronto que tarde y se cumplió inicialmente el guión. Eugenio salió corriendo a la calle, se contagió, comenzó a toser, le llevaron los soldados a un hospital de campaña, le diganosticaron el virus letal, comprobaron que en su casa había una mujer degollada, y le acusaron de su muerte ... Y aún así, tuvo cierta suerte...
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Eugenio se pasó veinte años en la cárcel, pero sigue vivo. Lo ha superado todo. O, casi. El mes que viene ya podrá volver a su casa. ¡Nunca lo hará porque allí le espera la figura mortal y siniestra de su abuelo aguardándole a la su caza de más sangre. De modo, que no pondrá a la venta dicho inmueble jamás aunque tenga que dormir en la calle como los sin techo.
Ahora, tiene algo a favor. Hace años que hay vacuna. Muchos. Todo ha cambiado. No morirá. Lo que sucede es que tras tantos años en la cárcel, Eugenio siente que ya no tiene cabeza para regir adecuadamente. Puede volverse finalmente loco.Y no tiene medios para pagar a un profesional que le pueda ayudar a pensar. Y el Damocles enigmático de la violencia de su abuelo espectral y terrible, sigue sin haber quedado resuelto. ¡Y el dilema le persigue siempre!...
-DEMASIADO TRABAJO DE RECONSTRUCCIÓN-
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