martes, 28 de abril de 2020

- ADIÓS A M. ROBINSON, TODO UN CABALLERO. -




Nació en Leicester, fue campeón de Europa con el Liverpool, jugó en el Osasuna y acabó enamorándose de España, un país desconocido por el joven futbolista Michael Robinson.
El cáncer se ha llevado prematuramente a un personaje humilde, cachondo y singular. Nunca logró hablar correctamente el castellano, pero eso no le impidió conectar perfectamente con nuestra idiosincrasia, sin perder en ningún momento su contención anglófona.
Decía Robinson que no conocía a los españoles. Que, no sabía ni en dónde estaba al principio de llegar aquí. Y jamás perdió ese fino sentido del humor que te hacía descojonarte sin perder él nunca la compostura acompañándote con su sonrisa. Fue alguien contenido, vividor y amante de la armonía. Un apasionado del fútbol y un gran amigo.
Todavía le recuerdo jugando con el Osasuna. Era delantero toscote y poco técnico, luchador y de área, valiente, rematador e incisivo. Pero, nada más, que no es poco. Para el fútbol, también se necesitan tipos potentes de área que rompan los espacios.
Pero el modo de jugar del amigo "Robin", iba a ser la antítesis de su personalidad, cuando apareció en el inolvidable "El día después" junto a Nacho Lewin y "Lobito" Carrasco. Absolutamente nada que ver.
Robinson era un guiri atractivo y echado para adelante, educado y siempre con ganas de aprender más. Michael Robinson se hizo popular y se graduó en la tele, y su modo de hablar pasó de imposible de entenderse bien a amigablemente imprescindible. Es extraño que un inglés se enamore de España. Quizás todo resida en la sangre irlandesa de su madre. Los irlandeses son siempre otra cosa. Bulliciosos, apasionados, excesivos y diferentes. Con sal y vida.
Humano. Es la definición más aproximada a la personalidad del comunicador. Gozó con el sabor de Anfield, y luego a disfrutar también del café de nuestra tierra y de nuestros diferentes campos de fútbol. Y amó su curiosidad el periodismo, y sus silencios eran expectantes porque Robinson sabía escuchar.
Y tenía los pies en el suelo, y España le adoraba. Yo no recuerdo en mi vida haber visto a Robinson enfadado con nadie. Quizás era su flema británica o su inteligencia sin fronteras. Robinson fue uno de los nuestros. Y como reza el himno del Liverpool: "You will never Walk alone ..."
Era cercano y le gustaban los personajes peculiares. Nos entendió muy bien a los españoles, y su mejor virtud fueron sus golpes inesperados de humor. Que Robinson se callara, no significaba que no se hubiera enterado y el primero, de las cosas. Se callaba, porque era seguramente lo mejor, y porque Robinson fue mucho más grande y necesario cuando dejó el fútbol y se incorporó a nuestra radio y a nuestra tele.
Guiri de catón, pero peculiar. Robinson siempre marcó una diferencia, y fue crítico con una sonrisa en los labios y con un gesto educado. Era la mejor forma para él de penetrar realmente en sus personajes admirados y descubiertos. Muchas veces, hasta anónimos.
Nos temíamos lo peor. No lograba del todo superar el cáncer. Julio Maldonado, "Maldini", nos puso en situación hace unos días. Temíamos lo peor. Pero conociendo a Michael, no le hubiera gustado que echáramos lágrimas por él. Nos diría que hay que aceptar las cosas como vienen, y que estas putadas pasan, pero que la vida sigue.
El periodismo y el fútbol están de luto estos días de coronavirus y pánicos, y va y encima se muere de cáncer un hombre tranquilo como Robinson.
Y yo prefiero recordar ese espíritu tranquilo y sereno del amigo "Robin". Su aceptación de la realidad, y que no le vinieran con cuentos raros. Ahora el fútbol seguirá sin Robinson, y él nos diría que estas cosas de la muerte pueden pasarnos a todos. Y remataría con una apostilla de humor.
En su programa "Informe Robinson", el finado Michael nos hablaba de la superación de la gente con problemas y de lo que somos capaces de hacer a pesar de que las cosas puedan ponerse muy adversas. Y contar valores e historias, con la excusa del deporte. 
-Y TODO, CON EL RIGOR DE UN HOMBRE TRANQUILO-

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