viernes, 10 de abril de 2020

- HACE "CIENTOS DE AÑOS".-




Nos conocemos porque nos presentó un obispo. Sí. Mi amiga conocía al obispo de su zona. Era un hombre delgado, enjuto y con cara de no haber jamás sucumbido a las tentaciones malignas. Don Andrés se llamaba. Ya hace tiempo que falleció. Sí. Lo siento de veras. Fue un gran hombre.
En aquel tiempo, D. Andrés tuvo una ocurrencia. Estaba departiendo con mi Silvia,-una treinteañera por aquel entonces, y el hombre de Dios tuvo la heterodoxia de pararme y hablarme. Y al poco, dicho obispo le dijo a Silvia: -" Mira, ¿ves? Este mozo es apuesto,¿eh? ...
Yo, me quedé un tanto perplejo. Sin reaccionar. Y el obispo volvió a dirigirse a mí con gran desparpajo y me soltó: - "Muchacho, ¿a que es maja esta moza? ..."
- "Sí, señor. ¡Mucho!"
- "Así es. Mira, Silvia, te presento a ..., ¿cómo te llamas tú? ...
- "¿Yo? ... Eduardo.
Y a continuación el obispo partió presto tras despedirse y darnos su bendición, y comenzó a caminar a grandes zancadas.
Silvia y yo nos quedamos solos y sin saber qué decir. Nos entró la risa, y ella acabó aceptando que la invitase a un refresco en un bar cercano.
Es y era médica. De medicina interna, me dijo. Y con el tiempo, conocí tranquilamente la noticia de que era especialista en enfermedades infecciosas. La quiero mucho. Yo soy profesor universitario, y solemos vernos a la noche. Hasta que llegó el fatal coronavirus y aquí estamos los dos confinados.
Al principio de esta pesadilla, yo le preguntaba a Silvia mucho sobre cosas para no contagiarnos ambos. Bueno, no intuiréis que Silvia y yo nos casamos por todo lo alto y por la Iglesia, en la valenciana parroquia de Santa Catalina. Sí. Ya sabéis: manías de ella y aceptación mía.
No hace tanto que somos marido y mujer. Pero ahora parece que todo aquello pasó hace cientos de años. Ahora, aquí, entre estas paredes, el inmediato pasado parece semejar demasiado al Medievo.
- "Silvia. ¿Y entonces qué puedes decirme más sobre las pandemias y las epidemias, que puedan servirnos a los dos? ..."
- "¡Vete a la mierda! Siempre me estás preguntando por lo mismo. ¿Es que no tienes otro tema de conversación, Eduardo? ¡Por Dios! Es que no sé contigo ya, ¿eh? ..."
Si os digo la verdad, mi mujer y yo no hacemos mucho caso de nada. Nos queremos que no veáis. Nos amamos apasionadamente. Y confinados, preferimos hacer a hablar. Y no guardamos ninguna distancia. El amor es cercanía, placer, sedación, sobe, manoseo consentido, y conocernos mucho más que antes.
La conozco tanto, que podría hacer una tesis doctoral acerca de mi subjetiva impresión acerca de su personalidad. Es guapa de cara, tiene largas las piernas como yo pero mucho más bonitas, viste sexy, es rara pero maravillosa, no tenemos perro para airearnos, y ahora echamos a suertes quién va a bajar la basura al contenedor y quién baja al súper a comprar. Casi siempre gana élla.
Sí. Estamos todo el tiempo juntos. Uno de los momentos más eróticos, es cuando oigo el ruidito eléctrico de su aparato de depilarse las piernas. Ella se está gustando, ubicándose en su femenino rol, gustándome a mí, y mostrando higiene y estética a un tiempo ecléctico.
Silvia no tiene por qué maquillarse, pero sé que lo hace por coquetería y por mí. Lo peor es que es médica de investigaciones raras, que todos sus amigas y amigos la llaman a toda hora con cualquier excusa que tiene que ver con la epidemiología, pero yo no soy celoso. Silvia solo es correcta, buena y científica.
Y ahí anda todo el tiempo metida en internet. Buscando entre páginas especializadas de virus y de más virus. Y se lo pasa bomba. Y, cocina y todo.
- "¡Eduardo! ¡A comer! ...
- "¿Ya está éso? ..."
- "¡Sí!"
Y esto no se acaba nunca. Y llega un momento en que ninguno de los dos no aguantamos más. Y ella cierra su ordenador y se tumba en la cama. Yo, me sumerjo en mi cuarto libro que no logró acabar de leer. También la impotencia del aburrimiento puede ser letalidad. Yo he llegado a imaginar que por qué no meternos haciendo un agujero  por las tuberías para poder escapar.
-LO SOÑÉ AYER-

0 comentarios:

Publicar un comentario