Se acaba de ir a su misma dimensión. ¡Aute! Es duro creerlo. Se nos ha ido un maravilloso animal sin tiempo. El gran creativo sin fronteras que nació en Manila y que fue un regalo para quienes creemos en la música y no solo en la música.
Aute fue polifacético. Una marca. Un icono de los que nos gusta complicarnos la vida. Aute se ha ido y nos ha dejado tirados. ¡No hay derecho! Lloro su ausencia ...
Demasiado todo. Demasiado maravilloso y referente Luis Eduardo Aute. Demasiado enfant terrible para creérlo aún. Demasiado revolucionario es poco. Dribló a la censura y se desmarcó de la dictadura de las casas discográficas y sus circuitos comerciales. Se fue del tubo por el que pasan tantos.
Una canción de Aute te la cambio por dos de quince. Cantaba al sexo con la audacia y la ternura de un titán. Me abstendré un tiempo de poner sus canciones en su bendito homenaje.
Aute fue un verso libre, un vademecum libre, un arcoiris de una valentía suicida y cuidada. Haciéndose el tonto era más peligroso que un soldado soviético con Kalashnikov. Porque todo es en él personalidad y libertad. Su estética es de él, con sus melenas, greñas, barbas y gafas. Aute solo habrá uno y trino. Respirar libertad es escuchar sus canciones. Habló del virgo, de las posibilidades, de la nueva dimensión, de el alba del poeta que va a morir por ser honesto y sabio. Habló de los cabrones y de los hijos de puta, pero sin mancharse de ellos. Supo siempre hacer que se descompusiera su pureza y su verdad abrupta y mágica. Besó a Sabina, a Serrat o a Krahe, y fue el che inspirador y a buena distancia de todos los condicionamientos ajenos.
Fue un maravilloso tipo inteligente y singular. Qué cerca están las palabras Aute y Arte. Creatividad, ingenio, valentía, atacante en terreno dictatorial y vedado.
Tú, pasabas por aquí. Siempre por aquí. Azarosamente por aquí. Y no lo pudiste resistir y llamaste a ese teléfono que sabes, y viviste como un maravilloso centinela quedo de lo libertario y puro.
¡Oh, Aute! Andamos tocados de dolor y muerte. Y va y alguien en maldita hora nos comunica que la has diñado. Mal hecho. Siempre te necesitamos aunque estés delicado y hasta extraño. Aunque la guadaña te acechaba y te daban por muerto. No tiene mérito no morir por coronavirus. Has muerto de infarto que es la misma putada.
Rosas en el Mar de la vida para tí, Aute. Nunca caminarás demasiado desapercibido. El mundo real de la música saldrá a la calle y con sus palabras a la boca para decirnos que el pater Aute se nos fue.
Música, música, que todo en el cine es música, que los sueños sueños son, que tu magia es ciclópea, que mis lágrimas tienen la obligación de loarte. Que has dejado un agujero potentísimo en el ADN de la música y de la cultura de mi país. Que me gusta la laboriosidad imparable y acérrima. Que me hiciste sonreír a carcajadas cuando te ponías a cantar con tu guitarra.
Esa mirada perpleja y cálida, atenta y astuta, filipina, española y universal. Emigrante que superó todas las fronteras. Politodo. Tú eras politodo, y un excelso y necesario protestón educado que nunca se despeinó aunque soltara lava educada y letal hacia el puto Sistema.
Aute ha sido oxígeno a falta de respiradores, el alba que iluminó a tantos cantantes espléndidos de mi país. Un arma endecasílaba. Un tío con un par, capaz de hacer de un reto un cuadro, o de una ternura un triple salto mortal con alegría y aplauso de diez.
Luis Eduardo Aute. ¡Siempre Luis Eduardo Aute! Plantó cara y ninguna vez se arrugó. Y le dio tiempo a todo. A amagar, a amar, a dar la nota, a elaborar cine, y parir toda una catarsis de sentimientos unidos y reales.
Poco puedo decir más. Porque me lo he dejado todo. No te he elogiado un carajo. Siento que no llego a loarte lo que mereces. Pero, en última instancia, a tí lo único que te importaba era la alta nota de tu propia conciencia.
¡SIEMPRE AL ALBA, MAESTRO!
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