Lejos andas. Y andarás. Solo eres una voz y una magia. Y un estilo singular. Propio. Y hablamos por teléfono. Sí. Tú y yo hablamos por teléfono. Eres del norte. Y hay distancia. Y estás lejos y no te veré. Y el caso es que me gustaría verte, pero intuyo que no podrá ser.
Vivo en el día, que es lo mejor. Y tú me enseñas alguna foto que otra, porque me dices que tienes gente por aquí por donde yo estoy, y que a veces vienes y todo eso.
Eres muy distinta a mí. Pero eso no es malo. Me dices que en mi Valencia, en verano no hace tanto calor, y yo me río con tus cosas. Y me dices que en Alicante y no digamos que en Murcia, hace muchísima más calor. Y yo te digo que no. Que Valencia en verano es África, y que la mezcla del calor insoportable con la humedad del mar cercano es duro de llevar sin agobiarse. Y tú insistes, ufana, en que no. Y en que no, porque tú conoces mi Valencia y me dices que no sea exagerado y que las cosas no son así. Te confieso que mola disentir contigo.
¿Quién eres tú? Juvenil, de posición holgada, muy tuya, sonriente cuando ves buen rollo, festera, nuevamente sonriente, cantarina, y eternamente niña grande. Con muchos temores e inseguridades para con los hombres. Es lógico. Las heridas queman, marcan y deciden. No pasa nada en balde y sin que se note.
¿Conocerse de verdad? Poco. Telefónicamente todo es limitado. Sí. A veces te imagino caminando a mi lado por el Paseo Marítimo de La Malvarrosa. Es o pudiera ser buena idea. A nuestro rollo. Disfrutando de la mutua compañía, respetando nuestras singularidades, haciendo el vaina, canturreando nuestras canciones, observándonos casi de reojo, pero siempre con el sol de la buena sonrisa como árbitro.
¡Joder!, soñar es gratis. La vida son a veces momentos nescafé. No pienso dejar de soñar. Porque soñar también es vivir. Y me atrae tu porte juvenil, y tu cabello rizado, y tu broma inesperada, y tu actitud de mujer seria a la par que divertida.
Y me gustaría mostrarte las calles más bonitas para mí de Valencia, las cuales creo que no son las que más te gustan a tí. Porque tú prefieres todo el señuelo turístico de la oferta. El Oceanográfico, y toda esa zona nueva y monumental. Y los puentes del río Turia, y tus gustos personales son respetados porque yo también debo ser respetado.
Puedes ser una excelente amiga de móvil, o amiga sin más, o a saber. Porque yo no quiero saber, sino el respirar toda esta cosa de la vida, partido a partido. No eres de aquí, y yo no soy de allá. Creo que cada vez te sorprendo menos y tú a mí. Porque me voy ganando tímidamente tu confianza y esas cosas.
A mí tú me prefieres nada trascendente y hasta juguetón y real. No quieres poses corteses. Y entonces sin duda que soy más yo, y tú lo percibes y aceptas mi voz. Somos más que diferentes. Pero hay un algo que agrada por ahí.
Estoy cien por cien convencido de que nunca te veré, porque será peor. Porque si vienes, te veo, me gustas, nos gustamos, etcétera, entonces cuando más a gusto estemos comiéndonos una paella en un restaurante de cristal al borde del mar, justo en ese momento, tus ojos de realidad comenzarán a ojear de reojo tu reloj para ver a qué hora sale tu tren o tu avión camino de tu cuna lejanísima del norte.
Y entonces centenares de kilómetros volverán a alejarnos. Y te echaré de menos y nadie habrá tenido la culpa cuando partas. Por eso decido no pensar. E imaginar que te conozco nuevamente todos los días que hablamos por teléfono. Porque es lo mejor y lo más inteligente.
-EL SENTIRSE BIEN-
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