Déjame contarte que sueño con tus manos entrelazadas con las mías mientras paseamos tranquilos por el Paseo Marítimo. En libertad, en curiosidad y en empatía.
Nadie nos ve aunque nos vean. Es una mañana valenciana, primaveral, ilusionada y con olor a azahar. Pero por encima estás tú y tus sonrisas, y nuestro jugueteo particular para conocernos mejor y decidir el futuro.
Rojiza, pelirroja, juvenil, con sandalias de verano, segura y tuya. Sí. Caminamos y casi no nos damos cuenta. Desde la escollera del puerto hasta Alboraia o hasta ni nos demos cuenta de adonde hemos llegado.
¿Por qué no imaginar que las cosas son posibles? Déjame mandarte una carta de arriesgar, de jugarnos los prejuicios iniciales, de juntarnos y de probar. De una continuidad, de un compromiso social, de unos silencios necesarios y de dos respirares plenamente libres y adultos.
Permite que te viva desde mi bonito y hermoso deseo. No digamos nada si nos place, pero déjame que te sueñe y te reclame. Déjame que te pruebe y que tú me pongas en tesituras. Jugueteemos a espiarnos las dudas más recónditas. Hagamos amistad y pareja, decidamos lo que queramos, no pensemos demasiado, y descubramos que el cielo sigue haciendo el mar azul, que la arena es más tentadora que el asfalto, y que la intimidad es más estimulante que la multitud y el jolgorio.
Descubrámonos. Intentemos que nos den la una, y las dos, y las tres. Y las cinco de las tarde. Y apostemos y decidamos vivir la experiencia como hacen las aves al llegar la bonita y hermosa primavera.
Tú puedes ser ese brote que ya se adivina en las ramas de los árboles, en la movilidad creciente de las plantas que entrenan sus mecanismos florales, podemos lo que nos separa, y reguemos con convicción nuestras vidas.
Sí. La playa, el monte, el jardín, la montaña, la natación, la excursión, el viaje y los sentires. Hueles a Cantábrico y yo a la Malvarrosa, y el intercambio puede florecer y prosperar.
Seguramente somos muy diferentes, pero se pasa bien. Lo reconoces hasta tú. Eres dura de pelar, consecuente, cautelosa, prudente, analítica y más que sensible. Pero a mi me da igual, ¿sabes? ...
Prefiero que nos mandemos luego a la mierda si no van las cosas bien, a que digamos que no sin probar nada. Y, sobre todo, que yo pueda ver en tus ojos eternamente juveniles y femeninos que lo pasas igualmente bien, y que se te abren las aletas de la nariz porque respiras agradablemente profundo, y que es posible que todo esto y sin miedos pueda valer la pena.
Soy fueguino y apasionado, pero también dual y eterno corderillo considerado. Puedo ponerme en tu sitio aunque sea de un modo bien distinto y tú igualmente hacer de mí. Sí. Me gustaría hacer de tí, y no pensar demasiado en el pasado ni en las heridas que la vida va marcando.
Regateemos. Hagámosle un caño al no. Penetremos en nuestro mutuo círculo cómplice y dispongámonos a vivir con plenas consecuencias. Mar. La mar. El mar. Las gaviotas y la coqueta lluvia. Y los espacios deseados. Quiero acercarme a los sueños y convertirlos en sonrisas mutuas. Y que tú hables mucho, y que no me dejes meter la parrafada condicionada, y que se te vayan todas las mil dudas que ahora te vienen, y que sigas donde las manos todas las noches, y todos los días y todas las horas, y sin tener prisa de ansiedad.
Te reivindico en un sueño real y auténtico, y exigente, y hasta hermoso y necesario, y valiente, y acogedor, y de cabellos lindos, y de manos suaves y delicadamente femeninas. Y seguro que un día te haré soltar la carcajada más bonita del mundo, y yo sonreiré como un bobo empoderado de mí.
-GRACIAS, DESEO.-
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