miércoles, 11 de marzo de 2020

- EL PULSO -




Entre risas, buen rollo y amistad. Huyendo de lo trascendente y apostando por el ocio. La cafetería estaba llena de gente, tomando chocolate con churros, refrescos, horchata, fartons y bebidas varias. Tardeando y haciendo compañía de amistad.
Marisa exhibía su cuerpo ya delgado. De mujer todavía hermosa que se resiste a envejecer. Tiene unas piernas largas y bien bonitas. Le gusta lucir su cuerpo, e imitar en lo que puede a los treinteañeros. Confiesa que su juventud pasó inadvertida para ella, y que cuando quiso darse cuenta, ese tren de apogeo ya lo había consumido insatisfecha y con el hombre equivocado.
En un momento de la charla, sumergí a Marisa en el interior de su tiempo perdido para siempre. Y le sugerí hacer un pulso. Me nació la ocurrencia, y ella se puso a colaborar. Compite bien y no rechaza ningún reto. Solo quiere recuperar y más recuperar las páginas de los juegos de su vida. Hasta que el paso del tiempo pueda inaugurar una nueva posición de poder en ella. Su tiempo que anhela y espera entre dudas.
Agarré la mano de Marisa. Y empezó el pulso. Aunque era una prueba de fuerza, yo también auscultaba su modo de ser. Y Marisa hacía fuerza contraria a la mía. Y utilizaba la estrategia de su experiencia. Éramos dos niños grandes jugando a cosas imposibles. Y en aquel pulso había mutua información. Las fuerzas contrarias desvelaban mucho más que velaban.
Ninguno de los dos, ganaba el pulso. Marisa es fuerte y valiente. Y no porque ella quería doblegar la fuerza de un varón, sino simplemente porque es competitiva y grandota, vital, enérgica, y genio y figura.
Sí. Los dos hacíamos fuerza. Y nadie parecía llevarse el gato al agua. Mis acometidas eran neutralizadas por la mujer. Sabía la técnica del pulso. Se concentraba, me neutralizaba, y respiraba relajadamente para prolongar y aprovechar todos sus recursos. No le gusta perder a Marisa. Y a mí, tampoco ...
Estábamos tácitamente pactando un mutuo ataque sostenido. Si lanzábamos arreones violentos, descomponíamos la concentración y perdíamos ambos las posiciones.
Marisa, no se dio jamás por vencida. Y para ello yo volví a coger su mano derecha, y esta vez con decisión, con amplitud; con dominio y con convencimiento.
Ella cerraba los ojos desde sí, y yo me decía a mí mismo que mandaría yo, y que ella debería pasar a tener que defenderse únicamente. Y desde mi posición de convicción, pensé que podía ganarle a la bella fuertota, pero no porque yo fuese varón y ella mujer. Nada de ésto ...
Cuando le gané el terreno, ella seguía defendiéndose con entereza. Pero esta vez fui progresando mi fuerza contraria sin impulsividades y paulatinamente. El convencimiento y la fe me abrían el camino. Y gané a Marisa decididamente. Y ella me miró sonriente y hasta con admiración al perder el juego de nuestro pulso,
Yo, me puse del esfuerzo, más rojo que un tomate. Aunque fue fugaz. No había sido nada fácil doblegar finalmente a su fuerza. En absoluto. Pero yo gané en solidez, y mentalmente logré culminar con éxito una fortaleza similar.
Porque yo finalmente pude ser tan técnico y cerebral como ella. Decidido, pero frío. Empleando toda mi fuerza, pero desde la confianza. Y al ganar, le pregunté caballerosamente a Marisa si la había hecho daño, porque sé que ella es más que cabezota y muy capaz de negar habilidosamente muchas obviedades.
No. Marisa no había sentido ningún dolor. No había podido soportar mi fuerza convencida y progresiva, y eso había sido todo.
Mientras esto escribo, todavía noto cierta contractura en el músculo ganador solicitado. Pero también plenitud más clara en mi personalidad y en mis actos. Y estoy seguro de que el pulso también para ella ha sido un tanto inolvidable. Seguramente no estaba en sus cálculos el perder. Pero lo importante es que Marisa ha vuelto a su juventud por unos momentos.
-SIGNIFICATIVO-

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