Está ahí. Estamos ahí. A la luna la vemos casi todos los días. Y en los boxes de la tecnología, la idea del viaje cuajaba heroicidad, reto y expectación. Como todo el Espacio. 1969. Guerra fría y científica. Estados Unidos y la URSS pugnando por la hegemonía de ser el mejor. Yuri Gagarin la había liado. Fue el primer hombre en el Espacio. La NASA preparaba venganza y muchos cohetes APOLO.
La luna es la tentación más inmediata. Se puede ir y echar un vistazo. Se tiene a huevo, se pone a orbitar y se vuelve esquiva y hasta coqueta. Era cuestión de tiempo y dinero.
Los humanos por encima de las banderas. Mi abuela nunca se creyó nada, y decía que esos iban buscando a Dios pero que nunca lo iban a encontrar. Pero las convenciones y las normas están para quedarse caducas. Solo vale la fuerza arrasadora del nuevo saber y conocimiento. Y los soldados lo saben bien: la única forma de ganar las batallas es jugarse el pellejo a ritmo de infantería. Llegar allí como fuera, y asumir absolutamente todos los riesgos y sacrificios del límite.
Armstrong, Aldrin y Collins, fueron los tres grandes héroes ya dentro del mundo mediático que con ellos empezaba, y que sucedió a las aventuras de Cristóbal Colón. Las montañas himalayas y su Everest se quedaban enanas. Habíamos despegado y entrado en el espacio lunar. Hay fotos tremendas. En una de ellas, se ve la Tierra desde la Luna. ¡De locos! Y el hombre llegó a la Luna y pisó su superficie y concluyó exitoso. La hazaña tiró los miedos al carajo. La Luna era accesible y contestable. No había oro ni nada onerosamente destacable aparentemente. Incierto. Empezó el estudio sobre el satélite y cada día se descubren avances geofísicos y científicos realmente apasionantes. Y una consensuada convicción: es un gran primer paso. No podemos acceder a otros lugares lejanos del Sistema Solar sin acceder a la escala y campo base lunar.
Mola Marte. Es el planeta que toca ahora. La NASA y los rusos ningunearon lo de la Luna a nivel de dinero, pasados los años setenta. Yo, tenía solo nueve años cuando el hito. Recuerdo al gran Jesús Hermida y a medio mundo mirando por aquellos televisores antiguallas. Había ganas de ver la primera gran película mediática y su gran final feliz que pare sugerencias y conclusiones constantes.
El gran hándicap que en la sociedad de la imagen existe, es que prácticamente Marte no se ve. Que es un puntito de nada en la noche oscura y tienes que calentarte los cascos para saber en dónde para. En cambio la Luna sigue estando ahí.
Pero Mars, hace tiempo que está en el punto de mira del poder. Antes incluso de las leyendas sobre hipotéticos seres marcianos. Es el gran crack escondido. Le toca a Marte. Pero, entretanto, que nos quiten lo bailado y visionado del film del éxito lunar del que ahora se cumplen 50 años y que puede que todo haya cambiado.
Para bien, o para mal. Estamos destrozando nuestro planeta Tierra, pero la gente vive al día. En el mundo de los poderes económicos, la ética es la ambición de los nuevos éxitos.
Ser astronauta es mucho más que piloto de combate o de avión civil. Meterse en una nave e irse a donde Cristo perdió la gorra, es lo que impulsa hacia delante. El gran deseo. Y las distancias se reducen con la perfección de la velocidad. Cada vez más, cuatro ricos tienen más money que todos los demás, pero también cada vez parece importar todo menos.
Haz la prueba. Sal esta noche al balcón o a la terraza y la verás. Queremos sobarla y tocarla con la mano. Poseerla y colonizarla. Y ahora ya sabemos que es alcanzable aunque juegue a orbitar. Nos gusta el misterio y lo heróico porque son motores de acción.
¡ESTAMOS VIVOS!
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