Para entender a Ceballos hay que viajar a la tradición. A su cuna sevillana de Utrera, en donde está lo típico y esperado. Sí. El olivo y el cante jondo, las iglesias, el paso de la historia y el auge de la tauromaquia.
Junto a su paisano Fabián Ruiz, ha sido el alma mater de la gran selección española sub-21 que ha alegrado con fútbol la sede de Italia y San Marino. A mí me encanta cómo juega Ceballos. Me agrada esa escuela y ese modo de jugar. Siempre me gustó, quizás porque también soy tradicional, quizás porque entiendo el desparpajo de Ceballos y su trabajo para convertir su don y duende en una cuestión adaptada al fútbol colectivo.
Desgarbado, flaco, nada mediático, zanquilargo y siempre con la pelota pegada al pie. Ese es Dani. Nada de volverse loco, y lo primero es estudiar al morlaco que tiene delante. Lo que le pasa, es que solo se siente bien cuando juega, disfruta, y hace todas las diabluras que sabe hacer y que poco le dejan en un deporte tan de resultados y de victorias.
Por eso Ceballos siempre es alambre,-como le pasa a Isco-, pero a diferencia del malagueño, Ceballos tiene la personalidad clara y el liderazgo que no puede evitar esgrimir.
A sus veintitrés años, el utrerano ya ha pasado por los dos clubs de Sevilla, y ha logrado vestir la roja camiseta de la Selección, incluída la absoluta. Porque nadie puede dudar de su enorme calidad.
A Ceballos no hay que decirle demasiado lo que tiene que hacer, o entonces sin querer le condicionas y se aparta porque es muy sensible. Ceballos ve el fútbol colectivo de la pausa y el toque, pero no sobar. Su juventud aún le hace perderse entre virguerías y algún robo de balón que no espera. Mas su espíritu crece y se propaga. Ceballos es de temple y jefe, has de confiar en él, y dejar que tras las palabras remate en ovación, y tras el clamor lleguen las orejas y hasta el rabo.
En la final del Europeo en Udine, los alemanes no podían con él. Porque Ceballos juega a jugar. No es de carrerazas ni de agonías, y prefiere que corra el balón y la cercanía.
A pesar de su edad y de su temperamento, cuando no sepas muy bien qué hacer con el balón y precises pausa, busca a Dani Ceballos. El sevillano te lo va a agradecer y entonces comenzarán sus fintas y amagos. Verá la mejor ocasión, te la devolverá de primera para que se la vuelvas a pasar, y él tendrá el control del balón y de las cosas. Se sentirá útil y hasta imprescindible, y saldrá el sabor esencial de la oliva sevillana exuberante y toda sabrosa.
Y ese aceite empapará el colorido y el entusiasmo, de orgullo. Y cuando eso pasa, te sientes satisfecho de unos colores y de un dominio del tempo del fútbol.
Y déjale cuando se meta en líos, porque Ceballos amagará arábigamente yéndose a un lado o a otro fintando con clase y elegancia, pero raramente perderá el balón cuando está creando juego y talento.
Ceballos juega como lo haría todo un veterano. Tiene un aire futbolístico al gran ex barcelonista Cesc Fábregas, juega en esa posición de talento en el que arranca desde un lado del campo, y ve los desmarques y la jugada a elaborar.
No parece gustar a Zidane y él se lo pierde. Porque de Ceballos nunca digas este no vale. La tradición de su fútbol tiene muchos trucos y ecuaciones variables, pero por encima de todo Ceballos es manija y calidad.
Lo mismo que el fútbol de clase. A Ceballos no le van el relleno o los minutos corteses. Ceballos quiere jugar en un equipo de fútbol y que el fútbol pase por su genialidad. Dani no quiere que le cuenten lo que va a pasar sino que desea ser él el que invente el fútbol y lo decida. Nadie puede dudar de que apuesto por este chaval.
¡OLÉ, CEBALLOS!
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