domingo, 5 de agosto de 2018

- MIRANDO POR EL VENTANAL -




Gerard. Como envejecido o alhelado. Es su fascinación. Acurrucado en un rincón, otea la vida que pasa. Pero es la de Gerard una mirada extraña, como si algo le atrajera sin dar el paso hacia sus deseos. Como si el ventanal defensivo en el que pone sus ojos, le liberara de obligaciones y de responsabilidades.
Dicen que Gerard está loco. Y que no le interesa nada. Entonces, ¿por qué se pasa las horas mirando y mirando? ...
Un día, distraído por el calor y potentes aditivos, perdió el control de su vehículo y mató a dos chicos atropellándolos causándoles la muerte. Lo llevaron a prisión. Pero antes de su triste suceso, Gerard ya era extraño.
El juez le preguntó a Gerard si tenía algo que alegar antes de escuchar su sentencia condenatoria. Y entonces  Gerard se mesó extrañamente sus cabellos, se tocó la ropa, y finalmente clavó sus ojos en los del juez. Este le insistió instándole a que reaccionara ante sus palabras. Pero Gerard siguió mudo mirando a su juzgador. Mirada, mirada, mucha mirada, toda la prolongada mirada ...
Fue sentenciado a veinte años de prisión. La familia de Gerard había perdido contacto con él algunos años antes. Porque no le comprendían. Y finalmente le rechazaban y se alejaban. Gerard se negaba a trabajar, a ir a un psiquiatra, a relacionarse de manera sólida y franca con los otros. Nadie se explicaba el porqué de su actitud.
Ahora, anda en un penal de Cantabria, y se limita a hacer el aseo diario, pero no va a ningún taller a aprender cosas. No quiere aprender absolutamente nada, y solo espera su momento clímax. Que es, asomarse a un ventanal desde el que puede ver foresta, y hasta pueblos cercanos. Y entonces ahí clava Gerard toda su energía. Y han de gritarle y hasta sujetarle los carceleros para que vuelva a la realidad cotidiana.
¿En qué puede estar pensando Gerard cuando mira obsesionado y más que relajado por el ventanuco?, ¿acaso en su libertad?, ¿en un nuevo tiempo?, ¿en que nada le interesa y quiere morir?, ¿en recuperarse y tomar su coche y surcar viajes por las carreteras de sus sueños?, ¿en darse a la droga o a la bebida?, ¿en frecuentar putas en los clubs de carretera? ...
Nunca se sabrá. Es cosa de él. De Gerard. Porque a lo mejor la idea general cambia drásticamente de rumbo y lo que quiere ver el hombre desde el ventanal es a su familia, y darle un beso a la nostalgia de su pasado, y ponerse en acción, a estudiar, a abrazar y pedir perdón a sus padres, a encontrar una mujer que le quiera y unos amigos  honrados que le den compañía.
Lo único que se puede ver e hipotetizar de Gerard es su mirada fija, fría, mistérica como los jeroglíficos de una pirámide egipcia, real como que está vivo aunque no lo parezca; una mirada limpia y azul ...
Es un mirar poliédrico y cambiante, pero predominantemente estático y nunca catatónico. Gerard es raro pero no ido ni taimado. Gerard parece pasota y ajeno a la lógica del mundo, pero se le nota dolor. Gerard tiene nombre, y apellidos, y una resolución de sus cosas aparcada por indolencia y seguramente por su propio escepticismo.
Gerard quizás solo mire por expectación y nunca por concretarse una felicidad. Mas no hay que sacar demasiadas conclusiones y buscarle respuestas. Es callado, no confía en nadie, y parece poseído por un espíritu desconcertante. Aunque sea él tremendamente humano.
-Y NUNCA UN MONSTRUO-

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