jueves, 21 de mayo de 2020

- VERANO...¿HORRÍBILIS? -




A ver si nos vamos enterando. Si llevamos meses metidos en casa como conejos, ha de llegar la cosa de la recompensa. Sí. Han sido demasiadas semanas de demasiado estrés, y de demasiado dolor y de demasiada locura. De demasiado pánico. Los psicólogos privados se van a poner las botas...
Pero ya huele a calor. Aunque estemos en Mayo, esto ya es pleno verano. Y a mí no me joden las vacaciones. Soy libre, ¡joder! Y tengo muchos derechos. Y no solo a pasear en busca de la tienda cerrada o la de la cita previa telefónica.
Quiero más. Quiero muchísimo más. Quiero volver al antes de toda esta historia del virus. No se llama coronavirus. ¡No! Se llama, virus de los cojones ...
¿Sabéis? Me he sacrificado demasiado. He jugado demasiado a la lotería como para que no me toque ni siquiera la devolución del décimo.
Habladme de otra cosa. Metedme en lo más profundo del chip la palabra playa y la palabra vacación. Y la palabra bar, y la palabra viaje, y la palabra fútbol, y la palabra ir de birras con los amig@s los findes, y la palabra perdernos con el coche camino de donde nos dé la gana.
Yo, ésto, no lo voy a aguantar. Ni a consentir. Necesito ruido, "mucho mucho ruido", y bullicio, discoteca, ambiente de la noche, botellón hasta el sueño, y que Silvia se plante las minifaldas que solo ella sabrá cómo se hace para ceñirse favorablemente su trapo tan corto.
¡Ah! Y, visibilidad. Quiero visibilidad. Quiero, ver. Y quiero que el vaho de la mascarilla sobre mis gafas no me tenga zombie y a tientas. Y quiero volver a visibilizar la sonrisa y la magia de Daniela, cuya mirada salva mi vida y le pone a todo lógica y sabor.
Moverme, sin miedo. ¿Tengo derecho? A veces siento que voy por la calle engañado, y que en realidad no me estoy moviendo del pasillo de mi casa. ¡Que vuelvan las calles! Y que la gente se junte y se ría a carcajadas reales. Y que se descojonen, pero para mearse de la risa sin remedio. Y que no haya un hándicap de pose al final de la sonrisa no creíble.
Quiero ver a Vanessa moviéndose con energía por el spining del Gym, e ir ya de una puta vez al cine y a engatusar a Rosalía en la fila de los mancos. Y que las terrazas recuperen el antes de Cristo.
Este post cosas, es de cartón piedra. Es una insoportable estética para hacernos ver que viene lo bueno. Y como nadie sabe nada, nosotros tampoco, y el puto piojo que vino de Wuhan parece que ha substituído a la hegemonía del homo sapiens del poder en la Tierra y ahora es el amo dictatorial y dominador. Conclusiones de demasiados días de delito de confinamiento ...
¡Ni hablar! La playa nació para ser el analgésico y ansiolítico de mi tiempo. Como el fútbol. De modo, que no quiero volver a ver en la tele a esa belleza confinada de libertad en la playa luciendo un imponente bikini y un cuerpo fetén, pero todo encorsetado por una maldita mascarilla que no deja ver toda la realidad y que capa la ilusión.
¡Con dos cojones! Yo confío ciegamente en el verano. En su poder del aire libre y en su magia. Y seguro que el tórrido sol coge a ese virus y lo fríe y se lo carga. Pero hay muchos más virus que ya dependen de mí. Soy una fiera a la que han encerrado, y que tiene unas determinadas necesidades humanas y evidentes.
Aquí hay que vivir la vida, que son dos días. Y volver a trabajar, que a algún parásito le ha venido más que bien esta mierda para no moverse. 
Hay que romper el verano por algún sitio. Hay que respirar de una puñetera vez. Hay que hacer algo. Hay que pensar en el chapuzón y hasta en el patito de goma, y perseguir cual Alberto Cortez a Manuela en bicicleta para ver las estrellas en la playa, y pensar que bajo los adoquines del virus se esconde la arena de una cala virgen de la que emergerá una diosa de belleza, de sexo, de sanidad y de amor. Hay que volver al directo y al cara a cara. No quiero morir estando vivo.
¡ME CAGO EN LA PUTA! ...

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