Desde Pasionaria o Santiago Carrillo, la izquierda española de verdad no conoció a un líder del calado del cordobés Julio Anguita. Comunista confeso y valiente.
Sí. De Córdoba La Llana, ojos grandes, descendiente por rasgos físicos de aquellos prohombres del gran Califato omeya en España, el maestro Julio Anguita tuvo siempre ese porte engañañoso y poco complaciente de orgullo, el cual no dejaba ver inicialmente su enorme humanidad y lucidez democrática.
Julio, nunca cambió su chaqueta y ha muerto defendiendo lo que siempre postuló desde su PCE e Izquierda Unida. Su ausencia no es precisamente la mejor de las noticias para la verdadera izquierda, y en la cual el Psoe ya no está.
Anguita peleó mucho con Felipe González. Y al cordobés le dolía ver cómo ese Partido Socialista y Obrero, se tumbaba a la bartola del tancredismo y del hasta aquí he hecho y he llegado ...
¡No! Julio Anguita siempre reinvindicó otra cosa. ¡Programa, programa, programa! Transformación, nada de superficialidad, densidad argumentativa y pedagógica, defensa de la gente real que más sufre, cuentas claras, y denuncia de las injusticias de una Transición fofa y de cartón. Vindicación permanente de la lucha de los obreros contra los señoritos, y en su profunda convicción se ganó el respeto de todos.
Orgullo cordobés y serena elegancia. Ojos elocuentes y mirada incómodamente inolvidable. El corazón de la izquierda. El hombre que nunca levantó su voz porque no hacía falta chillar, sino pensar. El que huía de los periodistas gallineros y les ponía en su sitio. El que se hacía de respetar. El que dignificaba la figura de la política ideológica frente al mercader. El "Averroes" sencillo que nos explicaba el porqué de las cosas que nos pasan a los pobres y las causas.
Julio Anguita fue el alcalde de Córdoba. Y aunque procedente de bien abajo, nunca se arrugó ni se postró ante nadie. Habló con dios y el diablo, pero siempre mantuvo el equilibrio personal de su convencida decisión definitiva. Los cordobeses le adoraron, y su potente carisma conquistó al país.
A veces, cuando los de la derecha arreaban a diestro y siniestro político, al llegar a Julio tomaban una duda de aceptación. Porque su fina educación y su inexistencia de boutade en su trayectoria le hizo ganarse muchas más simpatías de las previstas.
Sí. Julio Anguita estaba jodido del corazón, y cuando recayó el otro día, temimos lo peor porque su salud llovía sobre mojado y porque hoy en día le seguimos necesitando. Alberto Garzón llora desconsoladamente. Y toda la izquierda auténtica.
También Pablo Iglesias lloró cuando aquel mitin de Podemos en Córdoba. Cuando Julio había dicho que no iría a dicho mitin, pero que finalmente su humanísimo corazón cedió generosamente y se presentó al acto eclipsándolo todo. Y Pablo le abrazó, en una de las manifestaciones más emocionantes en la izquierda cainita que yo nunca olvido ni olvidaré.
Julio Anguita pudo sonreír de nuevo cuando vio al 15-M y a la tremenda pegada del "Tyson" de Podemos. Había por fin, relevo. Se podía confiar en la gente de nuevo. Se habían levantado. Eran y seguían siendo valientes. Pero en aquel mitin, el "padre" político de Iglesias advirtió que vendrían tiempos difíciles porque los privilegiados siempre están ahí al acecho como los buitres carroñeros. Y que muchísimos de ellos no eran demócratas. Y que la respuesta era la summa unión.
Anguita ha sido la referencia de una generación que cree en el pan y en el sudor, en la brega, en el campo y en su faenar, en que la tierra es para quien la trabaja, en la gente que no tiene los privilegios de los ricos de siempre, en la justicia social, y en la unión como gran fuerza final contra las injusticias. Yo voté siempre a Izquierda Unida, y a Anguita cuando le llegó el turno. Ahora voto a Podemos. Y oro por pensar y desear que mi izquierda siempre reme junta.
¡GRACIAS, MAESTRO!
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