Cuenta la leyenda que todas las tardes cuando dan las cinco y todos los días del año, una estrepitosa belleza negra se acerca siempre hacia la playa. Con un andar seguro y femenino, con aplomo y toda la decisión. Y que nadie puede parar su magia.
Se sabe muy poco de Elsa, a pesar de haber nacido bien cerca del barrio de Ipanema. Pero se rumorea que partió a otras lares muy lejanos de muy joven, y que por fin ya hace años que ha vuelto. Y que está ya aquí y sin importarle absolutamente nada.
Como su baile solitario sobre la arena exuberante y a la orilla del mar en donde la miran asombradas las gaviotas. Porque Elsa llega a la playa de la libertad, y descalza sus pies lanzando a cualquier parte sus sandalias. Allí ahora no hay nadie. Y prescinde también de su ropa, y se queda únicamente con su minúsculo bikini. Y también ese breve pedacito de tela saltará por los aires. Porque a Elsa le molesta para lo que hace, cualquier tipo de ropa.
Y Elsa se deja ir, y lanza el desafío de su imaginación ahora al desnudo. Y gira sobre sí misma, y lanza su belleza expresada, y vuelve a girar sobre sí, y hace samba y hasta candomblé, e invoca a sus antepasados africanos, y sus senos perfectos muestran la belleza salvaje de su gen.
Salta, sí, ríe, sonríe, musita unas palabras, ejercita su cuerpo, se deja llevar y se concentra. Elsa es una mujer mito, una referencia inaplazable, otra heredera de la chica de la canción de Vinicius de Moraes, aunque no haya ahora nadie que la jalee o piropee.
Y, ¡qué más da! Elsa es mucha Elsa, y sus pies y la arena hacen una cópula suave sobre playa de todos los deseos y las imaginaciones. ¡Danza, Elsa! ¡Danza y no pares! ¡Saca todo tu ingenio y tu explosiva femineidad, acaricia al sol con tu hermosa mirada de ojos grandes, desafía a todos los impedimentos y a todas las represiones! Que,¡tú puedes! ¡Oh, Elsa! ...
Veinte minutos después de las cinco y aunque nadie mirará el reloj, Elsa lanza varios besos al cielo sin nubes o con ellas, y vuelve a ponerse su minúsculo bikini blanco, o de cualquier color, da las gracias al mundo porque ha sido parida, y ya ha creado una atmósfera de placer y de debate.
Porque dicen los maledicentes y las envidiosas, que Elsa es puta, y que ha logrado con sus pérfidas artes de mujer hermosa que el encargado jefe de la vigilancia policial de la playa, le permita esos increíbles veinte minutos de libertad y exhibición y a costa de todos los favores sexuales de este mundo en días excepcionales como estos de ahora.
Hay más versiones. Las que dicen que la belleza de Elsa tiene inmunidad a todos los virus, porque es en realidad una diosa que está por encima de todos los seres humanos. Y que, por tanto, no precisa ni de mascarillas, ni de guantes, ni de la menor protección pensada.
Y la mayor versión que rula, es la negación de que todo lo referido anteriormente pueda jamás tener lugar, y que solo es un anhelo y una proyección imaginada y colectiva.Una ansiedad ...
Y que no hay pues belleza carioca a las cinco de la tarde del té inglés, ni arabescos gimnásticos y artísticos sobre la majestuosa playa, ni senos turgentes, ni glúteos de esculpir. Y que únicamente el deseo de salir de ahí marca el relato y la mentira deseosa. Porque ahora, todos somos un poco Elsa.
¡BEIJOS!
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