- "Papá, ¡ya podemos vernos! ¡Se ha acabado el confinamiento! ¡Esta tarde ya voy a poder verte en persona! ..."
- "Claro, hija. Estoy deseando verte igualmente, Silvia ..."
- "¡Yupiiiee! ¡Pues mira que yo! ..."
Cinco de la tarde. Ricardo tiene la mirada rara. Muy extraña. Lleva meses sin salir de su casa. A comprar, y de vuelta a su hogar. Por eso debería ser una fecha muy diferente la del reencuentro. Pero hay algo en Ricardo que ...
Ricardo y su hija Silvia se ven finalmente en persona. Y además de su hija, están sus dos nietos Raúl e Iris. Los niños dan saltos de alegría al verle. Y hasta su hija debe contenerles para que no dejen de respetar la distancia sanitaria. Y se han sentado todos en una terraza, y hablan. Sobre todo, Silvia ...
- "¿Qué te pasa que estás tan poco hablador, papá? Si tú eres de los que nunca para de charlar ..."
- "Jejeje. No te preocupes, Silvia. Han sido meses duros. Estoy como atontado. Ya se me pasará, je,je,je,je ..."
- "Eso espero, papá ..."
- ¡No te preocupes, mi tesoro! Aysss ..."
- "Ja,ja,ja,ja, papá ..."
Ricardo está de vuelta a su casa a la hora de cenar. Es viudo. Y dos veces a la semana, va una chica a hacerle las cosas de la casa. Ricardo ya está jubilado. Trabajó en la comunicación. En la radio. Fue una de las voces más conocidas.Y era lo de menos. Porque lo de más fue que su profesión le llenaba plenamente. Absolutamente vocacional su labor.
Al día siguiente, temprano, Ricardo comienza a pasear por las calles de su barrio. Todo el mundo le conoce. Y le saluda con cariño y efusividad. Pero Ricardo, aunque responde a los saludos, se limita a ser cortés. Y pronto se despide.
Ricardo está profundamente triste. Nada parece alegrarle. Todo se antoja aburrido y rutinario. Cuando nadie le ve, llora. La chica que le hace la casa, también se ha dado cuenta del abatimiento de Ricardo. Y como le aprecia, está entre extrañada y preocupada.
Suena el teléfono. Es su hija Silvia. Ha preparado una fiesta familiar sorpresa para el día siguiente. Y Ricardo, acude. Pero tras la comida, y antes y durante ella, le cuesta seguir el ritmo de su hija y de sus nietos. Y le cuesta estar atento a lo que le dicen. Y entonces se inventa que ha quedado con su mejor amigo, y decide partir. Su hija le mira un tanto sorprendida, pero no hace comentarios.
Lo que desea Ricardo aquella tarde,-si es que desea algo-, es caminar por la ciudad pero sin rumbo fijo. A veces le dan ganas de echarse las manos a la mascarilla y tirarla lo más lejos posible de él. Lo único claro que tiene el hombre es que todo esto es demasiado raro, y que desea volver a los tiempos anteriores a la pandemia.
Ha perdido la ilusión. O, éso pareciera. No tiene ganas de mucho. Es como si todo le diese igual. Cuando llega a casa, se acuesta vestido. Al día siguiente se levanta de mala gana y se ducha presto. Pero no se afeita. Ya lo hará.
Siente un raro miedo interior. Es como si no asimilara el nuevo tiempo. Y las calles no le saben a libertad sino a rutina. Tiene aspecto de muy envejecido en tiempo récord, y su mirada aguda parece haber perdido el brillo habitual.
El fútbol apasiona a Ricardo. Es del Real Madrid. Y, socio y todo. Pero no presta ahora atención a las noticias. A las del deporte, nada. Y a las de actualidad, cada vez menos.
Y no se siente con capacidad de reacción. Era siempre de moverse a zancadas enérgicas y casi impulsivas. Hizo mucho deporte en sus años mozos. Y ahora, con sesenta y cinco años, lo seguía practicando. Era un veterano runner más. Pero hace tiempo que no le apetece correr. Se queda mirando como hechizado a la gente que corre y pasea.
- "¡Papá!... ¡tú no estás bien! Es como si estuvieras depresivo y ..."
- "Ja ja,ja,ja. ¿Depresivo yo, Silvia? No te preocupes que yo no tengo nada."
- "¡Sí tienes, papá! ..."
- "Verás, hija. Para que estés más tranquila, iremos un día de estos al médico de familia y que me haga una revisión completa ..."
- "Pues es buena idea, papá. Es que no sé qué te veo ..."
- "Tú, tranquila, Silvia. El papá está perfectamente."
- "Bien. Te creo. Pero ..."
- "¿Sin peros, Silvia? ..."
- "Vale, papá ..."
Le acaban de llamar sus mejores amigos. Le saludan y van a verse pronto. Pero a Ricardo todo esto le da un poco igual. Antes, él era el motor de las fiestas ...
Ahora, lo único que percibe el hombre, es que no siente ninguna atracción por los viajes, a pesar de que fue un empedernido y apasionado amante de los desplazamientos a otros lugares para disfrutar conociéndolos. Y fotografiar dichos momentos. Y ahora, todo le parece distinto ...
Es como si quisiera viajar únicamente hacia un universo interior zarandeado y confuso. Su casa. Su casa parece convertirse en su alfa y omega. Ahí se siente bien. Y no quiere volver a su automóvil y ponerlo en marcha. Porque cuando está en la carretera, la competencia con los demás conductores le impide concentrarse y acaba agobiado. Ve su vida en riesgo.
Prefiere otros transportes. Y sobre todo, estarse quieto y no alejarse mucho de en donde vive. Ricardo quizás reconocería en otros momentos que su ánimo está como perturbado. Pero ahora no logra asumirlo. Prefiere no pensar en nada. Dejarse ir. Quizás, esperar alguna grata sorpresa. O que, sea lo que el destino quiera. No se ve capaz de pelear. Está como noqueado.
El día de la visita del médico le es indiferente a Ricardo. El médico le hace pruebas y todas salen bien. Y el hombre trata de tranqulizar a su hija:
- "¿Ves, Silvia? El doctor me dice que nada importante tengo. Espero que ya no estés preocupada, hija ..."
- "Sí. Sé lo que nos ha dicho el médico. Pero yo sé, papá, que a tí te ocurre algo ..."
- "Je,je,je, Silvia. ¿Además de economista, también eres doctora? Ja,ja,ja ..."
- "Sé lo que digo, papá ..."
- "Y además de economista y doctora, ¿también un poco testaruda, Silvia? ..."
- "No me convences ..."
- "¿Quieres tranquilizarte, Silvia? ..."
- "¡No! ..."
-UNA HIJA ES UNA HIJA ... -
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