Moto GP. El niño campeón logra su quinto título mundial en la categoría reina, a sumar a los otros títulos universales que ya atesora. Catalán, con sonrisa del buen rollo, muy jóvenes veinticinco años, y al lado de su gran estímulo y pasión que es la moto.
Disfruta corriendo. Se lo pasa bien y crece mientras los otros se excusan y tiran la cuchara superados. Marc Márquez. Los demás, solo rellenan.
Valentino Rossi levanta su veterana pierna en busca de la rapidez de la curva imposible. El verde lo intenta, pero su experiencia se estrella en el recuerdo. Solo patalea desde su imperio innegable que tanto bien le ha ido al motociclismo para mirar a Marc con demasiada frialdad o para darle una patada descalificadora.
No hay más mitos aquí. Jorge Lorenzo mira muy serio y se trabaja como pocos las carreras y los entrenos, pero su motociclismo es más de pegada estratégica que de virguería de jogo bonito. La mirada de Jorge es más realista que romántica, más de soldado que de poeta imparable.
A Marc parece ya darle todo igual. Juega y se diversifica. Le va su deporte arriesgado y de ataque, pero está aprendiendo a contenerse y a seguir sonriendo. Su sonrisa es el logo de su victoria, y su dulzura aparentemente en crecimiento es su hacha mortal. Cuando está contento, no hay rivales de enjundia.
A Márquez quieren perseguirle algunos mediocres con la idea de que es un suicida que hace demasiadas garruladas peligrosas y gestos inadecuados. Y lo que en realidad sucede es que a algunos empieza a repatearles su dictadura y hegemonía. Su aplastante dominio, suele irritar a los que pronto se aburren.
Marc es el puro sucesor de Ángel Nieto. ¡El mejor! Ha madurado aún todavía más y tiene confianza ciega en sí mismo. Le gusta aprender de paso que crece, no entra al trapo de las descalificaciones, sabe hacerse el sordo, y todo empieza para él cuando se inician las pruebas.
Sabe jugar a todo aunque lo mejor sea su dominio genial de la moto. Le gusta tirar ataques, pero también disfruta con el límite, no se termina de caer cuando otros por menos se van al suelo, se pone atrás a veces para calcular los puntos cuando ve que las ruedas no están para alardes, y hace una estrategia diabólica con el ruído de las diferentes escuderías. Aunque no tenga la mejor moto, es capaz de sacarle el mejor rendimiento y hacer que los demás técnicos se estrujen las meninges buscando en los talleres japoneses un antiviral para el de la leridana Cervera.
Sabe correr deprisa, prudente,espectacular, sensacional, amarrategui y límite. Completo. Todo un campeón sin fisuras por el que hay que apostar. Su amor es la curva y el adelantar, la brillantez y el espectáculo, su éxtasis es el disfrute en la sonrisa y en la adrenalina loca y acelerada, pero nunca te va a perder el oremus porque a pesar de sus emociones lee las carreras como un erudito.
Es el brasileño de la GP, el artista invencible capaz de hacerte pensar que el sacrificio que has hecho para gastarte los euros y verle, ha valido la pena y con creces.
Márquez, familiar y siempre juguetón. Pero, a la suya y al ganar. No le gusta perder a nada y lo confiesa. Por eso disfruta siendo un ganador y dejando a sus rivales con un palmo de narices. A Dovizioso le hace mejor y le propone que salga a cazarle. Le da carisma y decisión. Lo que pasa es que superar a este astuto mozo son palabras mayores.
Demasiado joven para no ser genial Márquez. Demasiadas victorias que se desprenden de su carismática calidad. Y mientras le siga la sonrisa y la astucia, le seguirán creciendo los números positivos. Ahí está ya su clave. Que le gusta esto y se lo pasa bien. Y quizás ahora esté esperando a otro valiente que le meta caña y le obligue a sacar lo mejor de su calidad. Que cuando la saca, ya sabemos siempre el guión por anticipado.
¡QUE SEGUIRÁ GANANDO!
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