El director español Rodrigo Sorogoyen hace una incursión valiente en forma de reflexión narrativa acerca de la corrupción en mi país.
Todo, es el actor Antonio de la Torre. El contínuo protagonista que debe estar en casi todas las escenas de esta película trepidante y acelerada. Su trabajo es árduo y límite, de tensión permanente en pasado y futuro. Sin duda que laborioso trabajo interpretativo.
Toda corrupción es convulsa. Toda tregua o placer son fugaces. Son otras normas y valores alternativos que nunca pueden obtener bienestar y calma auténtica.
Las ideas son de inmediatez, de picardía y de ambición: de Poder. Y en ese círculo que se teje alrededor de lo instituído como cosa normal y respetable, aparece el parasitismo del exceso y de la avaricia.
Desde las risas de los amigotes pergeñando trampas hasta el final de la historia, todo es violencia y rapidez. Todo se sucede desde un suelo fofo y peligroso, inmediato y amenazador, como un casino de fantasía de gente demasiado frágil para no actuar como perfectos golfos y ladrones.
El personaje de De la Torre, acaba siendo el del chivo expiatorio a donde se acaba dirigiendo todo el volumen de la gran hez pestilente e hipócrita.
Es terrible. ¡C´est terrible! Lo que la peli cuenta es la verdad de España y de una sociedad estructural que pisa y genera una vulneración de la pureza de las cosas. La corrupción en las alturas aparece llena de tipos que no son capaces de distinguir entre la verdad y la trola, entre el riesgo y la audacia excesiva, entre los límites y lo razonable.
Perdieron el sentido de las situaciones y de los actos, y al verse desconcertados sueltan manotazos locos de ventilador por todos los más perversos medios imaginables.
"Manuel Gómez Vidal", el personaje de De la Torre, cae en desgracia. Pero necesita dentro de su oscuridad que no ceda su esperanza del mundo al que aspira y que no es más que vueltas favorables sobre sí mismo y con el objeto de salvarse y sobrevivir. De buscarse la vida y las vendettas después de defenestrado.
Ya fuera de toda acción de poder, nunca va a aceptar su derrota así como así, y entonces se revolverá como un silvestre contra todos los que le rodean en su mundo sin ley y en el que todo va a ser pernada e impunidad.
¡No! No acepta su derrota al ostracismo, y entonces vuelve una y otra vez la mirada hacia sus tiempos gloriosos de golfo impune. ¡Todo vale! Hasta la revancha más violenta va a pasar, por el pavor de acabar con sus huesos en la nada y en el estigma de la cárcel.
La corrupción no solo afecta a un lugar del cuerpo social. Afecta a toda la integridad. Está en todos los estratos de los poderes públicos, judiciales o financieros. Es una lucha sin aliento. Una batalla sin cuartel en donde el placer se ha muerto. De ahí que lo corrupto sea indeseable.
¿Los medios de comunicación?, ¿su papel en ésto?, ¿meras correas de transmisión?, ¿nada puede estar limpio en su sitio? Quizás que sí. O, que no ...
Pero al final, el discurso postrero del corrupto ante las cámaras de la tele, acaba chocando con la periodista que aparece inicialmente buscando share a toda costa.
Y entonces el periodismo se defiende porque apela en seguida a los sentimientos inmediatos y el corrupto se tambalea. Porque la reflexión no es violencia sino filosofía, razón y verdad, capacidad para romper mafias y gobiernos o reinos en la sombra.
Esta película es densa, trepidante y más que oportuna. En la vida real, ahí arriba, hay mucho corrupto sin valores claros que decide ir por la vida como le place. ¡Nunca! La corrupción es algo pútrido y fétido, insalubre y cabrona. La corrupción es la puta manía de pretender algo imposible como lo es engañarse a uno mismo. ¡En absoluto! En todo grupo social han de haber elementos definitivos que diferencien lo verdadero de lo falso y lo bondadoso de lo errado y fatal.
-LA ÚNICA MANERA DE VIVIR MEJOR-
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