No fue Rubiales ni tampoco Lopetegui. Las primeras borrascas las gestó desde Madrid el mecenas Florentino Pérez al poner entre la espada y la pared ética al técnico vasco, el cual dejó tirada a la "Roja" a escasas horas de su debut en la rusa Sochi.
Ni siquiera fue el guardameta De Egea y sus extrañas cantadas y nerviosismos quizás producto de males momentos personales. O de la baja forma de Silva o del paso del tiempo en las botas del genio Iniesta.
No hay culpas excesivas y la responsabilidad es de muchos. Calor, muchos partidos acumulados, precipitaciones, faltas de concentración que en un Mundial se pagan y mucho, y la endémica carencia en los españoles de delanteros capaces de romper las defensas y los cerrojos contrarios.
El último, el de Rusia. Los rusos fueron una estratégica vergüenza ética bien cerca de su Plaza Roja y lejos de su Imperio. Había que verles a sus aficionados llenando el campo, y sus jugadores todos atrás a pesar de ser la nación anfitriona de este Mundial 2018. Los sucesores del mito Lev Yaschin, o de Mostovoi, Karpin o Demianenko,-que por cierto nunca han ganado a nivel de seleciones una gran competición-, parecen continuar escépticos en cuanto a su nivel de juego, y como le pasó a los nazis les dejaron entrar y acercarse al precio de colocar a los españoles todas las barreras defensivas posibles buscando si eso la velocidad del contraataque. El ajedrez les fue muy positivo.Los rusos ya están en cuartos de final, y los del cariacontecido Fernando Hierro ya lloran su nuevo fracaso en Madrid y lugares de veraneo.
España hizo un Mundial feo y con mucha inestabilidad y transición. Nunca fue aquella maravilla del tiki-taka que maravilló a todos hasta remitirnos al gran Brazil de los 70 de Pelé, Gerson o Rivelino.
España no completó partidos regulares, y solo tuvo cosillas sueltas de gran equipo campeón. Isco Alarcón mostró toda su gama mágica y fou de exquisitas virguerías técnicas que le dan alegría a las cosas del balón redondo. Pero nadie más.
Diego Costa hizo lo que pudo, pero no le alcanzó en solitario y con tan poca profundidad en los balones que nunca le llegaban. Aspas sorprendió por su audacia. El paso del tiempo atacó a todos casi empezando por Sergi Busquets y se cebó con la bajísima forma del creativo y espléndido canario Silva. Y sin un centro del campo fuerte e imaginativo, la tragedia se mascó pasando por Portugal,Irán, Marruecos, hasta desembocar en la ex URSS.
Esto va a ciclos. Ya le pasó a Brazil, a Argentina, a Italia o a Alemania y Francia. Y cuando llega este momento, los entrenadores se han de debatir entre sus veteranas estrellas consagradas o abrir el aire a jugadores nuevos y por lo tanto menos seguros de ofrecer a piori las garantías. Hierro el breve hizo lo que pudo, y tuvo la honestidad de dejar a un mito llamado Iniesta en el banquillo hasta finalmente sacarle al no encontrar soluciones de actualidad.
Nunca hubo ideas claras en nada. Y eso es básico. Y por si faltaba algo, inaugurada la competición, se generó un mal rollo inédito entre los jugadores y el periodismo a causa de las críticas. Esto pudo realmente marcar el fin del todo en el Mundial ruso.
No se puede despedir esta opinión acerca del nuevo fracaso de la "Roja" sin hacer mención al gran Andrés Iniesta, que ya se despidió del Barça y que ya deja la Selección para jugar sus últimos tiempos de profesión y de dinero en Asia. El mago de Fuentealbilla plantea con su ausencia nuevos vértigos y vacíos. Es imposible substituírle por nadie. Humano e inevitable. La Selección deberá aprender a caminar y a crecer de nuevo sin un genio como ha sido Iniesta. Pero también es bueno que entre los lamentos y las lágrimas del fracaso y de la decepción, que le demos las gracias al albaceteño por los ratos inolvidables que nos hizo pasar. Y que, ¡le echaremos todo de menos! El fútbol es cruel y hasta lógico, pero todo pasa y nada se detiene. Como bien pronto aparecerán los cuartos de final ...
¡NUEVAS CARAS!
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