Shorts brevísimos, piernas más que depiladas, mirones a gogó, imperio del tirante femenino, zapato plano, chanclas de playa, vestido de informalidad y fiesta, pamela, gorra, sombrero y bermudas.
Triángulo de calor y vacación. Rebajas con aire acondicionado y la noche que no se pensó en julio para dormir. Planazos, la casa en las afueras, la pinada, ese viaje largo que nunca te contaré, el imperio del escape y el minibañador con el que siempre harás soñar.
Cama y descanso. A la bartola. Helado, granizado, turismo a lo bestia, fiesta y más fiesta, más noche, tu piel, tu alegría, tu comer una sandía, la prima que vino de Burgos, y tus pies que no se despegan de la orilla del mar.
Andalucía a la plancha. Prohibidas las horas diurnas por riesgo de calor. Duerme y suda como puedas, pero no te abstengas de hacer el amor. El comodín de la brisa que despeina tus pulmones y te hace sentir películas breves y fugaces. Porque pronto vuelve el sopor, y el ahogo, y el calor permanente y brutal, y más calor, y todavía más calor, y todo el imperio del verano y del calor canicular.
Calor es la conversación recurrente del que uno no se harta. Calor son las evidencias y lo inevitable,y en el norte es primavera loca, y en todos los sitios no quiere ponerse el sol.
España, calor de España irreductible y evidente. Ya no hay nadie en la ciudad. Solo, los que se quedan hipnotizados viendo el Tour o disimulando en el interior de las grandes superficies comerciales.
Calor. Siempre el calor. No se puede hacer nada. Gana el calor, nos puede, nos aplatana, nos martiriza, nos democratiza, nos desespera y nos afecta.
La playa es la capital del reino del calor. Meterse en la Malvarrosa y al chapuzón. A los cinco minutos de salir estás más caluroso que antes de penetrar en las aguas. Lo que pasa es que el calor tiene un compinche que es el verano que ayuda a aflojar las tensiones de todos los tirantes. El calor es la excusa para la socialización del culto al hedonismo.
El calor no tiene fecha ni reloj. El calor es una energía generalmente agradable porque huele a fiesta, a vacación y a huida. El verano es el momento de la aventura loca que rompe los tabúes, y las edades, y las diferencias, y se hace consenso fácil y entretenido.
El calor avanza hacia el volcán ígneo de toda la pasión. Todo lo arrebata y lo invade, desgasta las ropas y convierte a la piel en una sombra nueva y atractiva. El calor es capaz de dejarte seco si no bebes, o enfrentarte enfadado convirtiendo un obstáculo en un asunto de vida y muerte. Acalorados respiramos otro oxígeno libertino y nada usual o académico.
Y ponemos los zapatos en el balcón, y los pies de las mujeres muestran nuevos atractivos, y el calor hace a la noche un concierto masivo y de gritos que se puede prolongar hasta la extenuación.
¿Qué fue del frío?, ¿acaso existió? ... No parece posible que ese cuento tomara las riendas y convirtiese las jornadas en paraguas o nieve. Quizás ahora pensemos que nos han engañado. Y el único frío que podemos aceptar no es ni siquiera el aire acondicionado, sino el que se introduce en forma de cachitos de hielo en el interior de una copa de vino rosado, o el que se coquetea y hasta pizpiretea degustando un cucurucho de fresa y nata y que se derrite a poco que seas lento y te confíes. El calor no piensa.
-EL CALOR ES VELOCIDAD Y AUDACIA-
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