Hacía mucho tiempo que no la veía, aunque no perdemos el contacto. No se pierde, cuando hay amistad pura y sincera.
Me di un pequeño madrugón, alcancé el tren, y en poco más de dos horas ya estaba ella esperándome en su estación.
Nada más verme, sonrió. Yo fui hacia ella con energía y le di un fuerte abrazo. Está herida. Y dolorida por su arterioesclerosis. Y muy triste. El contacto físico la envaraba ...
Está tan triste que no parece ella. A menos que se la mire como yo lo hice: con ojos de amistad. Y ella me ayudó mucho a que yo experimentara una paz y una tranquilidad cómplices. Hay respeto y serenidad, y mutua aceptación de nuestras historias, y pasa el tiempo y la esencia no cambia.
Ella no parecería ella, si no hubiese esa cercanía amical. La enfermedad no solo la ha hecho estragos en el cuerpo, sino también en su espíritu. Y me confió que su tristeza tiene varios vértices y ángulos. Todos complejos y difíciles, incluso para una mujer tan fuerte como ella.
Me di cuenta de que si la hacía bromas, sería inútil. Estando así, lo mejor es aceptar, callar y respetar. No insistir sobre la alegría del encuentro, porque ella tiene esa alegría pero decide expresar otras formas o modos de dolor.
Parece ahora una elegante señora catalana con su pelo indómito corto y casi completa y suavemente morado. Sigue coqueta a pesar de que siente que le falla todo. Yo le hablé de esa elegancia señorial, pero eso no lo puede recibir bien porque su alma es otra.
Ella es torbellino y vitalidad, lo que siempre fue, energía, aventura, un vivir precoz e imparable, contagiosa mujer de agua y de mar, de pescadores y de experienciar viajes y mundos nuevos. Su escasa movilidad actual, la repatea. Y además, quiere las cosas claras y planificadas. Y como no se sabe qué va a pasar con su enfermedad, como su familia la ha decepcionado, y como todo su futuro parece un vértigo oscuro, entonces ella no puede sacar su sonrisa natural y se retrae.
Desde que la conocí han cambiado drásticamente las cosas. Ella no puede ser lo que fue y es distinta, yo soy otro y con los pies más en el suelo, y toda la situación es otra bien diferente. Pero la amistad,¡intacta! ...
Con su deseo de agradar y agradecer, entramos en un bar a comer, aunque ella está tan fastidiada que sabía de antemano que apenas le entraría el alimento. Sé que lo hacía por mi.Y yo hacía como que no lo sabía ...
Al acabar la comida, nos fuimos a un restaurante cerca de su mar. Corría la brisa en un domingo no en extremo caluroso. Y fue cambiando de idea. Por la mañana me había dicho que no quería regalos, pero al ver tristeza de decepción en mi cara, se lo pensó mucho mejor. Y me regaló una pulsera. Y entonces yo intuí lo que le gustaría más. Hacía escasos meses que un valiente trabajador del Jardín Botánico de mi ciudad, nos había obsequiado a los habituales del lugar al acabar una poda, con unos trozos de bambú. Y cuando tuve ese bambú en mi poder, entonces me vino la imagen de mi amiga y su recuerdo. ¡Pleno acierto! ...
El trozo de bambú cambió la tarde porque le entró la sonrisa de siempre, y le cogió ilusión y entusiasmo, y de inmediato me dijo mil cosas que iba a hacer con el trozo de bambú. Y a partir de ahí ya la tarde tuvo su color, y sus cosas, y su ella de siempre.
Lo otro bonito vino después. A punto de tomar el tren, nos sentamos a hacer tiempo en unos jardincitos adyacentes a la estación. Y vino la verdad y sin ambages. Yo me emocioné y ella lloró. No fuimos estrepitosos sino profundamente sinceros. Se acercaba la despedida. Teníamos ganas de que esa fisicidad no la interrumpiese Cronos en un tren. Pero da igual. Otro abrazo y dos besos más. Llanto de alegría. Nuestra amistad nadie la amenaza. Porque está fuerte y consolidada.
-QUÉ PURO SENTIMIENTO-
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