- "Sí. Claro. Bien, Teresa. Ya ..."
- "Y es mejor que nos veamos en persona. ¿Te viene bien a las seis? ..."
- "Bien, Teresa. A las seis ..."
Ojazos espectaculares. Le sienta fetén la mascarilla. A Teresita le sienta bien casi todo. Y llevada por su deseo un tanto truncado, necesita mostrarse; hacerse notar. Contar cosas de ella misma. Ser protagonista. Quiere que yo la escriba sus cosas contra todos los hombres y contra su pena.
A Teresita le cogí ternura hace años. La vi palmariamente que necesitaba soltar sus heridas y competir a muerte. Ser rápida, y crecer a mujer, y aprender picardía y aplomo, y sobre todo que alguien la escuchase de una puta vez.
Teresa habla fuerte. Me pone a prueba. Suelta tacos sin miramientos continuamente. Adora el sexo. ¿Quién no adora un dulce? ... Pero en el caso de Teresita, lo que desea es compensar con dulces potentes su pena interior.
Cuando me ve, quiere gustarme. Y de repente comienza a contarme su relato, el cual parece desear que yo escriba y le ponga diálogos. Veo que su relato no es más que ella, su vida y las cosas que la pasan. Porque ella ahí es la deseada, la que gusta a todos los hombres, la que siempre tiene razón, la que no puede evitar soltar su impulsividad en cada frase o en cada situación. Su proyecto de guión es su vida, que desea convertir desde su angustia en traicionero y potente aguijón de escorpión frente a sus chicos cotidianos.
¡Momento clave! Inesperado. Teresita debe parar de hablar. Parece que se ahoga. Dice algo que no parece coherente, y entonces no me mira. Dice algo como que no se ha tomado su pastilla contra la epilepsia, y comienza a vomitar saliva. Yo, la digo que se calme, intentando con éxito transmitirle serenidad. Lo consigo. Teresita sabe que sé lo suyo y que no me voy a ir de ahí dejándola tirada a su suerte. Y se va rehaciendo. Tras escupir la saliva, logro que poco a poco se vaya olvidando de su episodio.
Desnuda Teresita en su realidad. Calmada y más que hermosa. Con un abriguito de putilla de antes, y con toda su femineidad al viento pletórica de deseo. Me mira un poco con temor, pero luego se va al ataque y me reta con amabilidad.
Y abre su abriguito, y se ve su piel en el fresco, y su sexy tirante blanco, y lanza su torso hacia adelante señalando tetas y femineidad, y me toca los brazos con sus manos, y gira sus piernas largas hacia las mías mientras aprieta desafiante. Y sigue luchando esta niña mujer hacia su victoria por donde sea y haga falta.
Yo, la sujeto. Sostengo su deseo y solo le sugiero que es hermosa, y en un momento sale de su mutismo y lucha consigo misma. Y afirma que follar es fundamental en una relación, y me dice que por qué me voy a ir tan pronto cuando la tarde larga aún brilla precoz, y todos sus misterios se tornan proyecciones desnudas que se atreven a tirar toda su timidez a la mierda.
Está hermosa Teresita. Pero es demasiado joven y demasiado frágil. La tengo como a una guapa sobrina, o como a una hermana menor y lesa; como alguien a proteger. Y por éso le digo que sí. Que le escribiré los diálogos para su cortometraje, que tiene razón en todas las cosas, que no tenga prisa, y que trate de reunirse con chicas y chicos de su edad. No tiene cara de tomar drogas, y parece evidente su epilepsia y su decepción existencial. No se acepta.
Bella y animosa Teresita. La sonsaco que le gustan los niños y que empieza a jugar con hacer bisutería. Nunca le diré que debería reflexionar acerca de por qué está sola y fantasiosa un domingo por la tarde con lo guapa que es.
Teresita está jodida porque sus males no la dejan juntarse así como así con la gente de su edad. Ni triunfar como una diva. Y que no acepta sus problemas, de la misma manera que sabe su salud que debe renunciar al alcohol y a las noches enteras de su discoteca de niña bien.
Jamás de los jamases. Si Teresita se enfurece puede ser autoterrorífica consigo misma. Y la chica me da simpatía, y tengo ganas de que se deje de sexo y que sea feliz. Muy feliz. Y que deslinde el afecto de la carnalidad. Y que siente la cabeza y deje de ser machista y absurda. Y de que madure. Y de que si no logra madurar, por lo menos que no se ponga nerviosa.
Siempre espero que Teresita me sorprenda. Y que un tipo millonetis la enamore, le dé hijos y la lleve al altar. Y la haga sentirse muchísimamente más cosas de las que se siente. Solo intento llenar desde mi fantasía su vacío evidente.
-ME DA MUCHA COSA VERLA ASÍ-
0 comentarios:
Publicar un comentario