domingo, 4 de abril de 2021

- NO ME GUSTÓ. -



Sucedió, Yanya. Ya está. Puedo volverme atrás. A pesar de que te fui descubriendo mientras tú a mí ya me tenías demasiado descubierto. No, Yanya. No me gusta tu propuesta prolongada.

Nunca debió gustarme tu estilo de vivir. Tu filosofía de mujer. Aunque bien es cierto que nunca nada hay planificado, siempre existen unas líneas que yo jamás voy a traspasar. Porque no van conmigo.

Me colaste muchos goles. Te avanzaste mucho a mí en el marcador de la pantalla telemática de los deseos. Porque, sí, Yanya. Solo fue mi deseo y no le busques más.

Me creo tanto de tí que ya lo descarto todo. La respuesta es no. Porque cuando comenzaste a mostrarte, el primer día, me sentí que iba bastante por detrás de ti. Y supiste generar un marco y una raíz atractivas. Te presentaste detrás de esa pantalla virtual del ordenador, como una señora simpática, aún bonita, agradable, narrándome coquetos detalles de tu vida, y una sonrisa construída y a la vez femeninamente natural. Y comenzó la conversación. Nunca en presencial, porque vives a miles de kilómetros de distancia física y también existencial.

Y me dijiste muchas cosas que ahora me dan el regusto un tanto amargo, errado, y sorprendentemente negativo. Que eres viuda, que cuidas a tu madre ya casi centenaria, que la pandemia lo jode todo, que de joven hiciste ballet, y que eras la más pizpireta de las chicas de tu pandilla, y que cantabas en bares y Asociaciones de carácter benéfico. Y que tus ancestros provienen de Galicia. Y que en efecto, la música forma parte fundamental de tu vida, que no solo te sabes todo de tu chico país, sino que amas la música española.

Sí, Yanya. Amas mucho la buena música española y universal. Y hasta sabes bailar sevillanas o emular al "Eres tú" de Mocedades. Cantar a Cortez, a Sabina, a Nino Bravo o a Camilo. Y tu sabiduría de mujer experienciada y con una audacia que yo no comparto, vi que también sabes dejar la sensatez propia y lanzarte a tu conseguido juego de seducción.

Y me guiñaste un ojo con veteranía, y yo pensé que charlar y verse es venial, y cantar a dúo canciones eternas es bello, y que el internet construye situaciones que a nuestros mayores solo puede generarles entre incredulidad y desinterés. Porque para ellos estas cosas ni existen ni podrán existir nunca.

Me sorprendiste, Yanya. ¿Qué necesidad de éso?, ¿por qué tú ser así?, ¿por qué no seré nunca capaz de conectar con tu ser ni con tu peculiar impronta libertaria y seductora? ¡Llámame pacato si quieres! Pero, ¡no me gusta tu propuesta. No le veo sentido ni la comparto.

No creo que fuera venial. Nada lo es. Me gustó que sacaras tu lengua además de guiñarme los ojos, porque estéticamente eres mujer. Pero el modo con el que sacaste tu apéndice lingual nunca es procedente. Y amagabas con relamerte, como solo una mujer es capaz de hacer. Embrujabas ...

No eres una guarra. Lo sé. Pero al tercer día, ya podía verte tus tirantes, y me decías que quizás al día siguiente ya no podría verlos porque puede que ya no los llevaras. Y me sorprendió tu singular misterio. Y lanzaste todo tu volcán de seducción, Yanya. Y me dijiste que yo era maravilloso y que querías ver todo mi cuerpo encendido. Y lo lograste. Porque nos vimos el cuerpo. Pero yo tengo un alma muy distinta a tí. Y sé que cuando cortes la comunicación conmigo, harás lo mismo con decenas de hombres más aunque lo niegues hasta el llanto, Yanya.

Me has defraudado maravillosamente y lo valoro como experiencia nueva y vital. Pero no me gusta tu exhibición, ni tus halagos dulces, ni tu propuesta de que no todos los días nos quitaremos toda la ropa y nos lanzaremos a las llamas catódicas del deseo y no a todo lo que quieras y me propongas.

¡No, Yanya! Yo soy de otro tiempo. Soy de una libertad distinta. Me parece inoportuno y fuera de lugar toda tu incitación abiertamente sexual, y que parezca que tengas todos los tiempos programados. Y que me adviertas con suma dulzura femenina, que todo estuvo bien, y que variaremos, y me pones en el brete de decirme que seguramente ya no más querré conectarme más hacia tí y hacia tu personal universo.

No es cobardía ni pudor, Yanya. Es algo que nunca podrás entender aunque te lo explicara un filósofo efectivo y de tronío. No, extraña. Sí. En la medida que lo has dado todo frente a una pared de cristal virtual, he descubierto en tí a demasiada frivolidad y a demasiada falta de rigor. No me gusta que hayas llegado a este punto.

Y sí, Yanya. Probablemente nunca más vuelva a conectarte para que pasen los desnudos y todas las confesiones. Me da igual que tu marido falleciera hace mucho, que el virus te tenga atrapada en tu estancia, o que parezca que estés de vuelta de todo el sufrimiento.

Mi mundo será otro. Y si tengo que desnudar mi alma y hasta mi frivolidad, deberá ser con otra mujer y ahora presencial, a la que pueda oler, ver en el exterior, en vivo, en directo, en tiempo real, en persona, al lado de los árboles o en la terraza ahora un tanto castrada de la realidad del virus.

Seguramente, hablas otros idiomas. Y estás insatisfecha hasta las raíces y puntas. Pero yo solo y por azar me acerqué a tu ser, Yanya. Yo no fui y tú tampoco has sido. Y si ha sido, todo da igual.

Cada uno de los dos marca estrategias y sus líneas de pasar y de detenerse. Cada uno es libre de mirar al otro. Pero  tus oídos están sordos de mis palabras y de mis anhelos. Porque tú, Yanya, irás a la tuya, sí. Pero yo también elegiré ciertamente mis momentos y diseñaré mi gusto y mi placer. Y discreparé siempre.

Nunca jamás te llamaré mujer ligera. Porque a mí no me importa que lo seas o dejes de ser. Jamás nunca me meteré en tu libertad que es sacra, y nuestra despedida que nunca tuvo encuentro será un acto de despedida pacífica y sin reproches.

Tú, Yanya, eres una experiencia que no repetiré. No llevas a ninguna parte que no sea al error o a la absurdidad. Pero también soy consciente de que mucha gente hace lo que tú y se alivia y hasta justifica. Hombres y mujeres llenan su tiempo con la fantasía audaz y potente de su seducción y belleza en PC.

Mas todo esto es demasiado fácil, Yanya. Lo puede hacer cualquier niño o cualquier persona que desee bucear en sus neuronas camino de su adolescencia imposible. Por eso debes seguir tu camino y nunca más decirme que eres exclusivamente mi hembra, ni entrar en halagos de caramelo dulzón. Se cayó todo, Yanya. Aunque en el fondo fue una menoridad ilesa en el ordenador.

Ya no me importa el libro de tu vida que saques, Yanya. Yo juego a otras cosas. Y me siento liberado de tus guiños y de la exuberancia de tus aún erguidos senos. Y voy y te deseo lo mejor. Y si quieres y para quedar bien, te seguiré sonriendo. Y quizás a través de esa sonrisa puedas vislumbrar mi porte contundente. ¡No! Esa es mi respuesta a la experiencia de tu sonrisa, Yanya. Y si quieres, sé la mujer más feliz del planeta. Pero, ¡déjame! ...

-LO SIENTO-
 

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