Con discreción y sordina. Abriéndose paso entre las tiritas de la incertidumbre, los dioses del fútbol del money, son menores. Porque todo está cubierto y nublado por las sombras de la tristeza.
Los pasos adelante son tics valorados, andanadas o percusiones emocionales, cuyo único fin es que el gran negocio del balón redondo pueda aguantar sin Ertes ni Ingresos mínimos vitales. El gran circo de la pasión española quiere cantar esperanza. Y arranca nuevamente.
Lo tiene todo en contra, menos el dinero. Es una lucha larvada sobre si todo estará de nuevo bien, o si lo de ahora es una soberana y riesgosa majadería.
A falta de pan y de solidez, bueno es el fútbol. A falta de un Estadio al que llenar y soltar el grito del espectador, bueno es un contrato con las plataformas de la tele que ofrecen fútbol.
En medio de la gran tragedia, solos y casi desnudos, los futbolistas miran de reojo sus contratos, y deciden hacerse todas las pruebas, ponerse los calzones de sus equipos, y volver al tajo.
Aquí, en España, aturdidos por lo inesperado y letal de lo trágico, decidimos mirar lo que pasaba en Alemania con el Bayern, Dortmund y todos los demás. Y al ver que no pasaba nada,-o al menos aparentemente-, los mandamases hispanos le dijeron al Presidente Pedro Sánchez que ellos podrían ser el estratégico entretenimiento que paliase el terrorífico y necesario confinamiento. Sánchez, les levantó el pulgar.
Ya hay fútbol en España. Fútbol de tele, radio y periódico. Ya se puede ver a Messi hacer de la suyas. Ya vamos recordando aquel maldito Marzo que nos propuso la gran retirada a la cueva general. ¿Cómo iban? ...
Como siempre. Como solían ir habitualmente. El Barça y el Madrid bailan pegados a dos puntos, que no es nada. Todo estaba y está por decidir. El fútbol de las nubes negras ha llegado al deseoso Junio que abre el verano, y la emoción por los puntos no varía.
Manolo Lama se hace el astuto y grita bien fuerte todos los goles que hay en el vacío. Grita con tanta potencia y profesionalidad, que un día futbolistas y entrenadores acabarán oyéndole y volverán sus cabezas buscando el estruendo entre la niebla descorazonadora e inusual.
No son buenos tiempos para el fútbol. Ni para nada. Ni para nadie. Porque ahora gobierna y reina en hegemonía el coronavirus. De modo, que cerramos un poco los ojos y tratamos de hacer como que no vemos mucho y que no pasará nada especial de la película del terror.
El dinero se pega a los talones de los futbolistas, y ya hay partidos, y mil cosas siempre menores para contar. Gane la Liga el Madrid o el Barça, nadie que no sea una descerebrado se tirará a la calle. Quizás se haga a lomos de coches y banderas. ¿Quién sabe? Habrá que construír, ser pragmáticos y soñar. Caminar aturdidos también es caminar. Y así, por las noches tomas el sueño como un buen paliativo contra la desazón que todo lo invade.
Aquí no se mueve nadie. Y en la UEFA ya están confeccionando fechas con otros formatos para que haya Champions League. La idea es terminar entre el virus con el curso actual, y liberar con menos letalidad la próxima temporada.
Habrá campeón de España si el virus quiere. Y de Italia, de Alemania, y de Europa. Y el futuro se proyectará en las mesas de negociación de los grandes jefes del fútbol. Será la temporada más triste, pero será. En espera de que las buenas noticias rompan el miedo y puedan parir la vacuna.
-AHÍ EMPEZARÁ OTRA COSA-
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