jueves, 25 de junio de 2020

- NOSTALGIA DE AQUELLA ESCALERA -




El otro día bajé por esa escalera entrañable a la que con locura quiero. Y tras una compra, volví a ascender por esos escalones que me vieron nacer y crecer. No puede haber ascensor por las características del sitio. Es demasiado pequeño el hueco. Esta finca tiene ciento veinte años, y yo,-que en en Julio haré 60-, siempre he vivido aquí en la misma puerta de la misma finca de la misma calle.
Una de las veces que subí de la calle a mi casa, no me sorprendió ver trozos desconchados de la pintura de la baranda en el suelo. Dos pisos de restos de desconche de la pintura. Han estado ahí varios días. Todo está delegado desde otra visión actual. Y en el medio de esa escalera sentí el silencio real del olvido y de lo que marca el tiempo de hoy.
No me molestó ver la escalera llena de restos de pintura. O, no lo que más. En realidad no me molestó nada. Asumí que mi escalera de toda la vida ya no es nada, y que no cuenta. Solo son trozos anecdóticos y exteriores por los que se transito, y pare usted de contar. Y siempre será así.
Esta mañana he recogido los restos con la escoba y el recogedor. Nadie hará nada por detener la circunstancia. Estas cosas son para la figura de alguien que ya se encarga de la limpieza de la escalera. Y punto pelota.
Vivir en este lugar que ya no se parece en nada a lo que fue, supone una asunción paulatina y rigurosa en las cosas. Y caigo en la tentación y me voy a la nostalgia de los años sesenta o setenta.
¡Muy mal hecho! Mi barriada con su tejido social, ya no puede existir. Se fueron. Aquí ya no queda nada de aquello. Seguramente, muchos de aquellos vecinos que vivían aquí, ya habrán fallecido. Y sus hijos y sucesores, se mueven por otras zonas de la ciudad. Valencia es otra y los barrios mueren y mutan.
Por éso, cuando vi los restos desconchados de la pintura de la baranda, yo vi la verdad. Y la verdad es que en realidad lo que vi eran los restos de mi escalera.
Todo lo que viví, lo intocable, se ha desbordado en otras líneas. Nada de lo anterior ha de volver. Mi escalera, también queda demolida desde aquel recuerdo, y entonces se transforma en otra cosa, en otra calle, en otra barriada, en otra mirada y en otras mil actitudes.
Sí. Insisto. Lo de menos es lo que pasa a toda hora en la escalera. Lo de más, es la nostalgia de otras verdades que desnudan a las antiguas, y que configuran un nuevo ser y una nueva realidad. 
Y ante éso, lo mejor que se puede hacer  es pensar en ese rigor e imaginar que mi escalera y mi barrio ya bajaron a segunda, que mi calle ya no es conocida, que lo que puede pasar aquí ya no me debe sorprender, y que lo mejor es no enfadarse por las contrariedades.
Mi cuna ya no es lo que fue. Pero no por ello hay que reacccionar con ira ni con negativa sorpresa exaltada. Mi escalera y yo, debemos vivir al día y sin grandes expectativas. Sobreviviremos juntos lo más posible el tiempo de ahora, y aceptaremos lo que ha de venir.
Pero siempre con asunción real, sin fantasías de extrapolación, sin pretender que todo sea una orla o una Champions, o que yo pueda ser internacional, o del Valencia, o del destaque.
Lo mejor, es aprender la lección de un sitio que se fue aunque geográficamente siga aquí. Ahora mi escalera es una triste circunstancia menor.
-SIN RAROS ASPAVIENTOS-

0 comentarios:

Publicar un comentario