domingo, 7 de junio de 2020

- DONALD TRUMP -




Escribir acerca del Emperador icónico de la actualidad y del pionerismo de la modernidad, y desde una colonia estadounidense como es mi país, como que acojona un tanto. Es como desafiar a un gran desafiador.
Trump es por encima de todo, un empresario que va de sobrado. Y que aún no ha sido capaz de diferenciar el aglutinamiento de lo institucional, de su filosofía particular de empresario sin rivales.
El otro día, algunos días después de que un bestia asfixiara al negro George Floyd, llegué a pensar que la gente se iba a la Casa Blanca a por él. Y el mundo se estremeció por unos instantes. Porque todos somos en el mundo una copia de la gran referencia del país de las barras y estrellas.
Trump parece un sheriff duro del Far West. Vive en su mundo. Aparece como simplón  en sus planteamientos. América deberá ser "first". Y los malos serán los chinos, o los rusos, o los europeos que reprueben sus cosas.
En Estados Unidos hay una gran lógica de la fuerza y de la realidad. Los votantes,-que pronto lo harán nuevamente-, eligieron a un tipo con dinero. Los blancos porque les suena a suyo, y los demás porque siempre es más tentador votar a un millonetis que a un paria.
El Poder. Eso es peor que cualquier virus, porque marea y te lleva a un río que casi nunca tiene fin ni desemboca en el mar cuando acaba la película. Donald Trump representa al tradicionalista ganador que no quiere tocahuevos molestos a su lado. Y su bandera es su pose de seguridad y de aplomo. Va de Supermán, del que gana, del que manda y sabe mandar, de que es más americano que nadie, y religioso, y el que limpia la vía de gritones y se va a una Iglesia y saca la Biblia. Trump es la tradición. El "yankeísmo". El pasado eterno. El invencible. El blanco. El John Wayne del cine. El que tiene a su lado a una mujer de campanillas, al que lo de menos sea que solo tiene estudios de bachiller, el que se siente perfecto, el que no aguanta al periodismo porque también es Poder, el que se alía con las armas de los militares y de los policías del rifle; el que dice ser de la Ley y el Orden. El que cree que va a lograr que las cosas se mantengan y que nadie cambie a su país.
Donald Trump no es que sea mediático o que domine las cámaras o el Twiter. No. Lo que sucede es que no ve ningún peligro ahí, y sabe que todo puede ser show o plataforma de proyección personal.
Trump hace payasadas como mofarse de discapacitados, decir que toma lejía contra el coronavirus, censurar a la propia OMS, o decir que son todos un atajo de comunistas que solo pretenden competirle y vencerle.
Pero,¡no! Donald pasará a la Historia de los Presidentes más recordados de los Estados Unidos. Y no solo por ultraconservador, sino porque sus efectismos parecen realmente surrealistas. Hace exactamente y sin pudor, lo que le da la gana. Con su cabello rojizo y sin el más mínimo de los complejos.
Pienso en Reagan. Muy duro con sus políticas neoliberales. Pero no era ésto. Había aprendido la lección del conjunto o de lo global, le gustara más o le gustara menos. Como Bush.
Trump ha abierto la espita del desafío total. De la pernada en el Capitolio, de ir mucho más allá de la Estatua de la Libertad. No ha sido capaz de percibir con brutal miopía, la necesidad de la contención.
Ahora, pronto, en breve, Trump se someterá a unas nuevas Elecciones. Dicen que perderá ante Biden. Pronto se irá sabiendo. Pero no creo que le afecte si pierde. Porque esa palabra no le cabe al hijo de emigrantes europeos. Esa palabra perder, ha de ser y será de cobardes. Si no gana, dirá cualquier cosa y a sus empresas, y a seguir ganando dinero, y a disfrutar al máximo de la vida.
Sí. Será difícil olvidar las cosas de Trump. Porque hay líneas rojas impasables. Aunque él nunca crea en ellas.
¡GENIO Y FIGURA!

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