El preocupado mundo del virus se tomará el domingo por la noche en hora española un sedante para su psicosis y malestar. A esa hora, Su Majestad El Fútbol invadirá los tiempos y los espacios de las mentes de los aficionados de todo el mundo, y la televisión de pago y de pub proyectará sobre todos los aficionados una vacuna de noventa minutos de duración, pasión y rivalidad.
El Estadio Santiago Bernabéu. El Santuario que bautizaron Di Stéfano o Gento. El gran templo español del fútbol. El Súper Clásico. El partido social más sexy de la Liga. La segunda parte del duelo que ya tuvo lugar en la primera vuelta en el Camp Nou. Y no habrán mascarillas, ni fiebres, ni pensamientos clínicos, sino estrictamente pasionales en lo deportivo y reivindicativo.
El Real Madrid está a punto de ser eliminado de las Champions por el City del Mesías Pep Guardiola. Y se aferra a la Liga como a un clavo ardiendo y enganchado a la fleur y a la cara de actor de Zizou Zidane. Con un equipo sin brillo estético y sin grandes consistencias, los blancos apelan a ese orgullo y a esa épica carismática que les ha llevado a ganar 13 Copas de Europa y mil Ligas. El Real lleva volando demasiado bajo para su grandiosidad en los últimos años. Lo de ahora es consecuencial.
Porque su política deportiva ha sido desastrosa, y ahora solo le queda Benzema y la veteranía de los antaño sensacionales jugadores. Se fue Cristiano, no se trajo nada para reforzar el ataque, y ahora resulta que llega Hazard y se resiente de una lesión que le permitía triunfar año tras año en el Tottenham Hotspur.
El Barça padece problemas similares, solo que le queda el dios Messi, el cual es capaz de hacer lo que nadie puede siquiera imaginar. El Barcelona es Leo y diez tipos más que no juegan bien al fútbol, y que creen encontrar en el estilo de su cántabro entrenador Setién algo tan fantasioso y deseable como irreal. Ese jogo bonito. Esa posesión del balón, es más fofa con la lesión de su panzer uruguayo Luis Suárez. Y las urgencias de las sonrisas se vuelven desilusiones.
Esa mutua característica de no fiabilidad del Madrid y del Barça de ahora, componen un equilibrio de vértigo que rearma las pasiones en la incertidumbre. Y con ese panorama y exigencia, el árbitro de abajo pondrá todo en solfa cuando la fuerza de sus mofletes impulsen el sonido del silbato. En ese momento, será posible que puedan pasar todas las cosas apasionantes de este colosal choque, y que todo el pasado se torne inexistente e impensable.
En cuanto arranque a rodar el balón, los aficionados del Madrid llenarán el Coloso Estadio del club que preside Florentino Pérez en un griterío descomunal por amor e impulso a sus colores. Y los azulgranas, acostumbrados inevitablmente a los partidos potentes y decisivos, tratarán de aplacar las adrenalinas a base de Messi, sudor, estrategia y genialidad.
Todo apunta al partido estratégico de las pequeñas cosas y de los pequeños detalles. Habrá más que respeto entre Real y Barça, ganas de ganarse mutuamente mentalmente por k.o. psicológico, y deseo también irreal de que las cosas de la Liga se acaben en este primero de Marzo madrileño y nacional. Craso error.
Sin diferencias de puntos y de segundos, en una Liga marathoniana de horas y golazos venideros y continuistas. Podría ser un partido intrascendente al acabar el choque y mirar la matemática de la clasificación y de las distancias.
Pero eso, será después. Ahora nadie piensa en eso, entre virus y virus. Ahora pensamos en que el fútbol volverá a temer a ese frío y genial Benzema que no perdona. O, que Messi arrancará desde la zona del campo que tenga a bien ocupar y se marcará unos regates que nos dejen con la boca abierta y cuyo fin sea el gol definitivo y demoledor.
O que haya gritos, tarjetas rojas, toda la emoción, entrenadores casi fuera de sí, el grito y la pasión irresistible, y a no pensar lo que no sea desde la expectación del visionado del partido. Y que haya V.A.R., y más polémicas, y tertulias, y comentaristas a los que se les ve el plumero pero que tendrán más autoridad que alguien de la OMS, y al final habrá impacto de imperios, y de maquinarias en colisión,y de nostalgias, y de sonrisas a boca abierta de satisfacción plena y rivalizada. En Cibeles, en Canaletas, en Mozambique, y en cualquier vuelo y giro del planeta que se identifique con el deporte fútbol. ¡Y éso está más que garantizado! ...
¿NUESTRA SÚPER BOWL?
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