domingo, 19 de enero de 2020

- LLUVIA TRISTE Y SUYA -




Sola y oscura, lluvia triste y oportuna, divertida y libre, llorona y avasalladora. Lluvia sobre mi ciudad y sobre mi sociedad, lluvia como reto y termómetro de actitudes. Lluvia de nube negra, de ir en serio, de tomar decisiones, de lanzar al mundo su mensaje de vida.
Lluvia mohína y enamorada, lluvia ambiciosa y democrática, abundante y natural. Lluvia de regalo para los agricultores en el campo y lluvia de pereza en la ciudad. Borrasca de tus ojos en alto.
Charcos que salpican tus medias que lucen belleza, lluvia de chubasqueros; de turistas fastidiados que han de quedarse en el hotel. Lluvia de watsaps y de ocio digital. Chats en ebullición avivando la fantasía a la espera de que pase el temporal. Playa solitaria y de vértigo, olas de curiosos captando fotos para pasárselas a los de la tele, lluvia, sí, mucha lluvia, toda la lluvia que ella quiera, toda la libertad de la naturaleza que se mueve a ritmo de cambio climático, lluvia adversa porque lo único que nos interesa es que salga el sol monótono y hegemónico. El Real Sol.
Lluvia persistente y preocupante, época de las lluvias en el Nostrum, mañana preciosa y coqueta de cambios. Me encanta el sonido de las gotas de la lluvia cayendo decididas por el exterior de mi casa. Me gusta que llueva. Que lluevan ranas,si quiere. Porque llover es signo de exorcización y de movimiento natural, de salir del aburrimiento, un hilo musical que te hace compañía, radio lluvia internacional, lluvia local, lluvia anunciada y esperada, lluvia de medalla y trofeo para las mujeres y los hombres del tiempo, lluvia que acaricia mis plantas del balcón a quienes pone a prueba.
Ayer hice una estratégica poda de las hojas grandes de mis plantas temiendo al viento. Corté copas con la idea de darle más agarre a las raíces y más sentido a los tallos. Y horadé la tierra para evitar encharcamientos.
¡Oh,lluvia! De Enero. Ya te tenía ganas. Parecía que te habías ido definitivamente de mi lado porque en Valencia nunca llueve. Pero veo,lluvia, que sigues ahí. Que a muchos da por saco que estés porque quieren visitar la ciudad,o caminar sin mojarse, o correr unos kilómetros por el cauce seco sin llegar a casa hechos una sopa, o sencillamente por que no y ya está.
Lluvia inevitable y atrevida, descaradamente mediática, lluvia diferente y original, de gota fría, fondista, de romperse los paraguas a la primera ventolera, y para rezar en reflexión metidos en la casa propia y en el interior de nuestras mentes y de nuestros universos.
Cae el mar desde el cielo, y los niños peques miran sorprendidos un tiempo que apenas conocen y que se pierden. La ciudad es nueva cuando cae esta lluvia y todas las expectativas se convierten en estrategias.
Bendito techo que protege mi casa pobre. Y benditas paredes. Tengo suerte de no ser un desgraciado sin techo, el cual a saber qué hará además de refugiarse en donde pueda en busca de no caerse frío en el suelo. Sequía social.
La lluvia barre y peina la ciudad, y nos gana. La lluvia nos derrota y doma. Lo demás sirve para bien poco. Ahora gana la lluvia emperatriz y todos a sus órdenes y a hacer lo que nos deja su evolución. Mientras, el sol descansa velado por las nubes. El sol agradece ese descanso y nuestra nostalgia.
El polvo se volatiliza y la seguridad del paisaje y de los árboles se tambalea y limpia. El verdor sale del olvido y la savia se torna traslúcida y desnuda. La lluvia trabaja sonriente y hasta amenazante cuando llega a los ríos y se encuentra con basura abandonada en ellos. El agua pide paso, y abre su senda natural y real, y ayuda a que nos limpiemos las lágrimas que no nos permiten ver la realidad como deberíamos. Lágrimas de suerte.
-AGUA SIN ENVASE-

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