"Terminator" Nadal no parecía a priori esperar tanta oposición. Más de cinco horas, cinco sets, derrumbes psicológicos y recuperaciones trepidantes.
Todo quisque pensaba que con el lastre de dos sets en contra, el tenista ruso Medvedev no tendría capacidad de creer en su futuro. Pero le echó el orgullo de futuro campeón. Será el número 1 en dos años. Lo pronostico. Aunque aún está un poco verde para el juego creativo, el ruso está madurando mentalmente a pasos agigantados.
Además, se encontró enfrente a un Rafa que no jugó de modo mandón y que se dejó bastante llevar, no logrando casi nunca sentenciar o marcar su dominio mental del juego. ¡Dos tipos corriendo como idos tras una pelota de tenis durante más de cinco horas! ¿Están locos estos romanos? ...
El tenis a cinco sets y sobre cemento pone a prueba todas las resistencias tanto físicas como mentales. Lo de la final de Nueva York/Flusing Meadows 2019, será recordada por el sufrimiento y la agonía límite de los dos aspirantes al Open USA. Una batalla campal. Un correcalles de esos que hay en los partidos de fútbol cuando caen las marcas y el centro del campo se torna inexistente.
Nadal,-que es de otro planeta-, dio una nueva exhibición de rapidez, fortaleza, blindaje y resistencia. Con sus puntos antológicos, ya habituales en este dios español del tenis.
Serio como un castigado. Con una lucha brutal contra su impulsividad, frío como un jugador de ajedrez, veterano, cauteloso, estratega, genial, defensivo, un tanto gris, y con un gesto evidente de preocupación de ganador que maquillaba su saber estar de campeón en la pista del mito Arthur Ashe.
¡América! EEUU. El sueño americano en el bolsillo. El "extraterrestre" Nadal sacó finalmente su capa de orgullo y de Supermán y se llevó de nuevo el gato al agua. Rafa se rescató a sí mismo y supo salir de la ciénaga del pesimismo y de la contrariedad. Se plantó zen ante Medvedev y se dijo a sí mismo que lo suyo es dejarse la piel hasta el último segundo.
Nadal es un héroe del esfuerzo. Una leyenda que parece mejorar con los años como lo hace el vino. Y sin hacer un jogo bonito, fue capaz de auparse hacia un nuevo éxito mundial. Acabó emocionado y no fue para menos. ¡Que maravillosa e inolvidable bestialidad fue el match! ¡Increíble! ...
Si no lo has visto, di que te lo graben. Las gradas eran el reflejo de la pasión y de la épica. Presos por la incertidumbre, la gente se comía las uñas, gritaba, se levantaba como un resorte para aplaudir puntazos, y unos y otros mostraban una maravillosa y neoyorkina rivalidad.
Hubo de todo sobre la cancha. Y todo bueno. La pista de tenis parecía el Madison Square Garden cuando allí se zurraban Alí, Frazier o Foreman. Aquello es Nueva York. Toda una pasión. La gran ciudad del planeta. La carismática. La del Poder. La del viejo Sinatra y en donde la maffia gobernaba entre sí.
Nadal y Medvedev fueron unas Torres Gemelas amables, que llenaron de fuerza y de vitalidad a millones de espectadores. ¡El tenis sigue de enhorabuena! Podemos seguir viendo jugar a Nadal, y ahora promete Medvedev. ¿Qué hubiera sucedido de haber estado al final Federer o Nole? Jamás ha de saberse. Lo único que es verdad es que Rafael Nadal no es de este planeta.
¡VAYA PAR DE ...!
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