Era ya viernes. Casi viernes por la tarde. O, el mediodía. Por ahí aproximadamente. No tenía nada planificado para el finde. Esperaba como de habitual. Aguardaba a ver qué sucedía con los otros. Si se movían y proponían cosas. Pero esta vez yo me supe anticipar. Tarde, pero lo conseguí.
Fue, pensado y hecho. Los grupos amigos no concretaban nada, y yo me veía venir otro domingo de rutina y anodino. Nadie movía pieza. Y además yo no soy de la noche sino dinámica diurna. Es o suele ser minoría entre unos grupos que prefieren la risa fácil, la juerga y la noche.
Me temí lo peor. Lo peor era quedarme ahí parado, esperando que otros tomaran por mí decisiones, que mi temor volvía a ganar a mis sueños, y que todas esas cosas que a veces suelen pasarme. Más que la pereza, la indecisión.
De repente. Os juro que casi de repente, me enfrenté a esa idea de dependencia y de no ser yo quien diera mis pasos. Me pasó cuando me disponía a llevar unas mantas a una lavandería pública. Cosechó mi mente la idea del riesgo. De salir de mi zona conocida en busca del vértigo de vivir. Y pensé en algunas agencias de viajes que proponen económicas rutas cercanas y de un día.
Y entonces asumí mis miedos y opté por las responsabilidades. Llamé a la agencia de viajes. Me dijeron,-no sé si como cebo-, que solo les quedaba una plaza y que debía confirmar y ya si deseaba ir o no. Y, ni corto ni perezoso, con coherencia, les dije que esa plaza iba a ser para mí. La agencia cerraba a las ocho de la tarde. Maldije a la lavadora pública en varias ocasiones porque debía apresurarme, volver a casa, recomponerme del esfuerzo de llevar las mantas limpias con la fuerza de mis brazos, y volver a tomar un autobús urbano camino de la agencia de viajes. Yo sigo funcionando en efectivo en todo. Necesito lo presencial para creérmelo todo más y estar más tranquilo así. ¡Ya tenía mi plan B ! ...
Fallaron las previsiones y los planes de los amigos, pero esta vez yo me guardaba mi tierno as en la manga: ¡el viaje! E incluso podía permitirne pasar de temeroso tímido sin planes, a tipo seguro de decisiones finales. Y jugar al eufemismo y a la inconcreción. Al postureo. Podía hacer lo que hacen ellas y ellos, que es coquetear con las excusas. Podía ante una cita, vacilar y decir que ese día no estaría, que lo sentía y que en otra ocasión, que me hallaba cansado, o seguir jugando con mi tierna y bisoña creatividad. ¡¡Podía elegir!! ...
El domingo salí escopetado camino del bus. Anduve varios kilómetros por la ciudad y sin problemas, a la velocidad de mi audacia y de mi aventura. Todo, mí ... De mí.
Todo lo demás casi no viene a cuento a pesar de las cosas hermosas y viajeras. Eso ya es otra historia. Lo es el hecho de que el autobús partiese hacia la carretera de Alicante, y que al llegar al pueblo de Pego el enorme bus se atreviera a trepar entre curvas peligrosísimas y paisajes de fábula. Camino de la Vall d´Ebo te la juegas. Es una maravillosa ladera de montaña y si miras por las ventanillas puedes contemplar alturas distintas de una belleza incomparable. Todo montaña. Y cuando coronas y entras en la Vall D´Ebo,-los ciclistas fervorosos y escaladores y los residentes alemanes que allí moran lo saben bien-, entonces puedes dirigirte a las más que bella y recientemente descubierta cueva del "Rull" la cual hace las delicias de la gente que ama las grutas. Dicen que todavía dicha cueva sigue creciendo, y su paisaje interior húmedo y lunar con poca visibilidad, convierte la geología en magia imaginativa y de un valor extraordinario. Comimos, y por la tarde paseamos con la guía por la conocida Gandía antes de volver a mi Valencia.
Sí. El contenido del relato de la excursión solo es una orla en el escrito. Lo menos importante. Lo destacado fue mi decisión. Asumiendo y viviendo. Moviendo una máquina que ha poco no lograba despegar. Y esa idea de autogestión me acompañó siempre, y aprendí mucho de mí. Y supe hacer bien las expectativas y no perderme entre fantasías y bellezas. Cuando llegué a casita, estaba agotado mental y físicamente. Si el dinero me deja, pronto seguiré entrenando. Entrenando y derrotando mis miedos y mis apoyos absurdamente imaginados.
-PORQUE TENGO DERECHO DE MÍ-
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