Se la nota en los gestos y en su convicción. Es catalana, práctica, realista y triste. Eulalia no tuvo una vida fácil nunca. Y ya en su tierna juventud, decidió sacar su carácter y enfrentarse al mundo.
Eulalia nunca supo callar ni ha nacido para ello. La costumbre y el franquismo cercenaron finalmente su deseo de ser doctora aunque lo intentó todo. Eran otros tiempos,-ahora anda en los sesenta-, y eso ella lo acusó demasiado.
La gran palabra de Eulalia, fue la pregunta del porqué. Cuestionó con inteligencia todo el machismo con el que se topaba a cada instante. Y Eulalia nunca se rindió. No pudo ser doctora, pero hace años que trabaja y de vocación en el humano campo de lo sanitario.
Pero su rostro es el de alguien escéptico y desencantado. Lo único bueno que refiere es que su hijo es inteligente y que va bien en los estudios y trabajos dado que tienen las ideas claras y porque ella decidió de madre marcarle las referencias.
De lo demás, poco hay en Eulalia. Mucha tristeza, como en el todo del drama catalán, discurso negativo político constante, y la confesión de que hubo un tiempo en el cual ella no era independentista.
Dejó su tierra tras el desgarro catalán, pero la huída no resulta efectiva. Porque en el fondo ella sigue en su tierra, en su catalaneidad, en su diferencia, en el callejón sin salida, en que no se puede apenas comunicar con gente que la entienda, que los demás hablan frívolo y superficial, y concluye diciendo que ya no logra creer en mucho.
Eulalia está tocada a todo nivel porque la vida puede ser una larga zozobra y con prórrogas inauditas y jeroglíficas. Pilló a su marido y no solo con una mujer. Con varias. Pero está su hijo del corazón, e intereses económicos compartidos y que ahora afirma ser traicionados en beneficio de las pérfidas queridas.
Eulalia, laboriosa, vivida y educada. Trabaja en una residencia de terminales y confiesa que es un afán triste y necesario. La mayoría son dementes ancianos sin solución. Y me habla de esa eutanasia tanto en el ojo del tabú, y que tanto dolor podría quitar si los atavismos se hicieran a un lado de una puta vez.
Eulalia sabe pelear. Es su leitmotiv. Me habla de políticos presos, y de gentes que gobiernan sin talla necesaria. Precisa desahogarse, contar su dolor, decirme que a los cuidadores nadie les cuida, que España es un país lleno de pueblos diferenciados, y al derecho de toda libertad.
Eulalia me dice que el franquismo sigue ahí y que la gente sigue votando en esa línea. Que, cuidado con la España del Vox o del parlamento europeo, o de la Italia de Salvini que afirma literalmente ante los medios que a los negros inmigrantes hay que devolverlos a su tierra con una patada en el culo...
Inteligente y académica Eulalia. Exquisita, amable, experienciada, pero bastante angustiada. Las imágenes de los porrazos del 1 de Octubre terrible aquel, aún la despiertan en el descanso de la noche, y me reivindica que los políticos presos deben salir de ahí. Y yo decido seguir esuchándola.
Y en un momento dado, noto su falta de cariño y le paso una de mis manos por los hombros mientras suelto una controlada ocurrencia. Y ahí Eulalia saca una preciosa y casi inesperada sonrisa. Y su rostro se ilumina en esperanza y renovación. Esa sonrisa escondida de Eulalia ha de preocuparme porque es síntoma de su realidad y discurso. Poco me dirá de los momentos mágicos en los que fue inmensamente dichosa.
-QUE LOS HUBO-
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