Lena, de pequeña, solo tuvo holguras económicas. De padres andaluces con mucho latifundio, y con expectativas de alcanzar otros territorios hacia el exterior.
Alegría. Toda la jarana y la distinción. El porte. El dinero propicia a veces esas atmósferas. Y como Lena es tranquila, bella y tradicional, siempre ha tenido claras sus preferencias. A la menoridad y al poco recurso que se los coman los feos ...
Lena, siempre de costumbre antigua pero de mentalidad avanzada. Y en pleno contraste con sus ideas concretas y decididas, también abrazó el romanticismo convencional. De modo que se casó y tuvo la parejita. ¡Oh, amor! Y dentro de ese romanticismo, vislumbró a un mozo y médico latino que la ganó. Y Lena es lo que queda de aquel amor ya de pasado.
Separada. No fue fácil. Para ella los hombres han de ser bien altos en el escalafón. Que tengan carreras universitarias y todas las ganas de la fantasía que siempre ha sido su alma.
Lena niega seguir teniéndole amor a su ex. Pero es que aquel mundo la marcó toda. Su pareja de hijos, todos guapos y bien posicionados, ella madraza y leona hasta donde por ellos haya que llegar. A Lena ya le consintieron cosas de pequeña, pero sus hijos no pueden tener final en sus mimos y apoyos. Da igual que puedan ser unos niños bien consentidos. Lo único importante es que lo tengan paulatinamente todo, y sin la menor celeridad.
A Lena le gusta perderse por entre las grandes superficies, y comprar y comprar, y cambiar de look y estar a la última en todo lo que puede. Y que le dejen sus espacios para ella. Y en esos espacios, Lena puede soñar con hombres y más hombres, los cuales deberán ser diferentes, divinos, y con dinero, pero al final siempre hay alguna semejanza con respecto a su latino ex amor que fue el único y verdadero que poder habrá en su santa vida.
Lena es graciosa, y singular, y andaluza sin acento, y juguetona y hasta erótica. Pero ha de ser un erotismo suave y sentido. Ella no se va a coger del brazo de un caballero, a menos que este acepte todas sus condiciones. Ahí encuentra obstáculos y suele fracasar una y otra vez en sus relaciones con sus admiradores pretendientes.
Una de las fantasías de Lena son los chats de internet. En el fondo espera que vuelva el pasado en forma de torero fornido y de unos diez años más joven que ella. No quiere saber nada de las viagras ni de los avejentados incapaces o con dificultades para trempar.
Lo aparente de Lena es que adora los seres románticos, y los pasados de sexy, belleza y glamour. Y se mueve desde esas perspectivas. Desde un amor real que nunca llega, y desde el gusto por los varones enérgicos, masculinos y hermosos que desde sus niks virtuales la abordan, la siguen, la sugieren, la dicen lindezas, le proponen tomar cafés y quedar, y le hablan atrevido de amor además del sexo escurridizo y bocazas que a ella no parece hacerle en principio demasiada gracia.
A pesar de que a nadie le amarga un dulce y que es consciente de que les pone a sus hombres el listón demasiado alto, Lena sabe que existen los yogurines y los follamigos. Y que debe ir templando su chip y reseteando sus condiciones.
Porque Lena conoce bien Disneylandia. Su mundo se ha parecido mucho a la ilusión mágica. Y nunca va a renunciar a él. Y su cuerpo sigue juvenil y con el atractivo de la más que madura, aparentemente insegura, pero que lo tiene todo más clarito que el agua. Domina bien su contradicción.
Y Lena entretanto se apunta a inglés, y nunca se puede perder los viajes caros, y admira y se inclina hacia la ternura de los inofensivos. Y sigue y sigue viajando en busca de nada especial. Pero ese nada especial será siempre risa y vitalidad eternas.
-QUEDE CLARO-
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