sábado, 2 de junio de 2018

- JUNIO ROJO -




La trama borrascosa Gürtel trajo para el Partido Popular una acumulación excesiva de inestabilidad. Demasiada lluvia de dinero corrupto, demasiadas decepciones, demasiados chubascos y sobresaltos sucios, y demasiada mentira.
La lluvia caía sobre Mariano Rajoy y los suyos. El barbudo aguantaba con un silencioso chubasquero y con algunos paraguas, las constantes avenidas de agua de cloaca. Hasta que llegó una tormenta definitiva que hacía ridículo el aguantar. Porque bajo los pies del Partido Popular comenzaba el desbordamiento de las aguas, y las sonrisas se tensaban desde la impotencia. El ciclón democrático llamado Moción de Censura se cernía sobre los populares, y solo la posición condescendiente de Albert Rivera y su Ciudadanos le conferían alguna esperanza al partido foco de todos los focos de reproche, incluído el sector judicial. Sentencia tras sentencia ...
Rajoy se aferraba a sus apoyos. Había negociado el dinero vasco, y trataba de pensar en positivo. Las cosas siempre le salían bien. Parecía Nadal en el tie break. Un especialista sereno para resistir airoso todos los apuros inminentes.
En una semana, todo cambió. Pablo Iglesias e Irene Montero volvían una y otra vez a la carga. La primera prioridad no podía ser otra que sacar a una mafia de malhechores de La Moncloa. Todo lo demás podía esperar. La higiene, frente a la mugre impostada. La anormalidad de la normalidad. España y los alardes de bandera, por encima de los fondos inmorales.
El Psoe, dudaba. Últimamente, siempre dudaba. Como Pedro Sánchez. Hasta que el viento de Pablo Iglesias empujó al líder socialista a contemplar un panorama general más que desalentador. La mierda del caso Gürtel pringaba a demasiados borbotones. Los socialistas,-sector pedrista-, comenzaron a pensar que llegaba el tiempo de actuar y de jugársela, de tomar decisiones y de mover el árbol. Y al ataque y a la acción que se lanzó. Habló con todos los Partidos. Gesto esforzado hablar con un espectro tan enconado y diferente. Tenía Sánchez a su incómodo Iglesias, a lo vasco, y a que todo lo que oliese a conflicto catalán le rememorara su movimiento final para sacar a Mariano (punto) Rajoy de ahí.
Todo muy rápido. Los acuerdos han sido voluntariosos y simples: echar a esos tipos siempre bajo sospecha una y otra vez. Tratar de destensar y buscar aperturas de sonrisas e ilusiones.
Unidos Podemos nunca tuvo temores. Incluso anunció que si fallaba la Moción de Sánchez, ellos presentarían otra. Los de Iglesias y Garzón han sido en el fondo los factotums o hacedores del cambio de la tortilla. Y, parece imposible. Pero ahora Mariano ya no está. Ahora el nuevo Presidente es socialista y se llama Pedro Sánchez. Ser optimistas se antoja la actitud más valiente y positiva.
Hay mil problemas, y muchas frustraciones, y odios larvados, y rivalidades irreconciliables. Pero también hay una necesidad de que aunque no brille un sol potentísimo y de yoga, por lo menos que esté nubladillo con ratos de solete y de ética democrática regeneradora.
Cremas de piel y de buen afán camino del verano. Ahora, todos los que no parecían contar han salido a la superficie. Y esto ha de enriquecer y sin duda. Nadie va a negar los tremendos riesgos y retos que andan en seguida por ahí adelante. Coser un país roto a disputas y envuelto finalmente en una óptica herida, nunca puede ser labor sencilla.
Pero España es un reto. Y se necesita gente con nivel arriba y que no robe. ¡Por dios, basta ya de latrocinios! Y mucho alimento de diálogo, y mucho coraje e infinita generosidad y diplomacia. Ha comenzado una gran transición con gobierno rojo, y eso puede asustar. Se ha vuelto a oír el nombre de Bildu y hasta de Torra. Mas insisto que son retos de galenos convencidos y de vocación. Este país está enfermo de visceralidad, y los más vulnerables temiendo lo peor. Vaya para la gente que sufre mi saludo más sentido.
-DEMOS UNA OPORTUNIDAD A LA ESPERANZA-

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