Hace mucho tiempo que no parece él. El tenis es bien duro. Y más, la continuidad y perseverancia en el estrellato cuando ya lo has ganado todo. El tenis es mental y resistencia. Actitud. Y la tentación del relax siempre estará ahí. "Nole" no lo es ya. Parece mentira pero no está. En Madrid, en la "Caja Mágica",-desde la que se queja el mecenas Tiriac de falta de apoyo en sus proyectos-, Novak Djokovic ha vuelto a defraudar con esa nueva personalidad de indolencia.
El serbio está delgado, enjuto, pero su mirada está hechizada en alguna parte del atrás. No va a las bolas. No quiere ir, y cuando lo desee ya no podrá.
La mirada del gran Novak es más que la de un pasota. Es la de alguien que ya no cree que ganar torneos tenga una gracia y un predicamento especial y necesario.
Parece blando, indiferente, mente en otro sitio, y de vacaciones en medio de la lucha de los feroces guerreros de la raqueta. Chirría, hasta el punto de que viéndole jugar nadie podría sospechar que fue el número 1, que martirizó a Nadal, o que ganó a Federer en muchas ocasiones.
Solo tiene ahora "Nole" la técnica de que nunca se ha de perder. Saca fuerte y golpea con elegancia. Pero ese saque es irregular y hasta mediocre, y dicha elegancia no es efectiva y se la ve fallona y fatal.
Djokovic, antes, se fijaba en estos pequeños detalles. A veces dejaba todo el fantástico oropel, se ataba los machos, y solo buscaba puntos y más puntos. Aprovechaba los errores del rival, y te soltaba unos ángulos incontestables. Pero sobre todo, Novak se cabreaba cuando las cosas no le iban bien. Y cuando la bola pasaba muy cerca de la raya, reclamaba un posible error del juez. Como todo el mundo.
Ahora semeja un duende y una sombra en barrena de lo que fue. Me duele verle así, porque el tenis vivo lleva a un muerto a bordo y cargado de laureles de gigantesco campeón. Dominaba todo el tenis y en todas las superficies. Incluído su esquivo Roland Garros.
La gorra que lleva es similar, sus piernas son delgadas y hasta erráticas y extrañas. Arrojó el espíritu y juega por jugar. No quiere movilidad ni nuevos tiempos. La competición ya no va con él. La ha tirado. Todo lo contrario que el resucitado dios Nadal, o que el gran estratega especial que es Roger Federer.
Djokovic nos caía un poco gordo, porque ganaba siempre a todos, y además durante la crisis de Rafa Nadal se encargaba de mandar a la lona del lamento al manacorí ahora revivido y antes tan jodido una y otra vez.
No. Ya no es un "chacal". No tiene lesiones. Pero la fiereza y el hambre le han matado. Ahora "Nole" es un extraño corderillo de morbo que parece no desear unirse al pelotón de los grandes triunfadores actualizados.
Y lo paradójico es que no parece triste, sino ausente. Ha colgado su raqueta genial en el medio de la expectación,y eso decepciona del todo.
El genio ha dejado paso al atrás. Al nunca. El otro día, el joven británico Kyle Edmund le ganó en tres sets pero sin alarmas. Fue honrado. Sacó bien, peleó hasta el último sudor, y con la fiereza de su fuerte brazo lanzó la bola hacia adelante con determinación. En otro tiempo, hubiera sido un mero juguete para "Nole" ...
Sí. Lo de Nadal y Federer tiene mucho más mérito del que pensamos. Porque el tenis despeina la mente y la erosiona. Y al serbio parece que le ha dado por el tao y por la suavidad. Aquella mágica precisión con el revés y su versatilidad fastuosa, dan paso a una caricatura del gran as.
No sé muy bien ni quiero saber por qué lo hace. Él lo sabrá. Lo que pasa es que le hace daño al tenis y seguro que sin proponérselo. El tenis no le admite sus heterodoxias sin resultados ni la derrota con la gente anónima. En mi opinión modesta debería ya colgar la raqueta, dedicarse a otros cometidos, y salir de ahí. Porque su mirada amansada puede con su parte felina y agresiva.
¡Y ASÍ NO, "NOLE"!
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