domingo, 6 de mayo de 2018

- JOSÉ MARÍA ÍÑIGO, RITMO, MÚSICA Y ENTREVISTAS. -




Su mirada azul y penetrante. Aguda. Su pelo, siempre perfecto. Su ritmo de la tele, muy nuevo. Pionero. Su pasión, la música y el periodismo. Nos deja y siempre con discreción, el gran periodista bilbaíno José María Íñigo.
Yo, no tenía televisión. Y como había oído que los programas de entrevistas de este gigante  histórico de la tele eran magníficas, entonces recontrapegaba mis orejas en la pared de los vecinos para poder así escucharle las entrevistas. Era el Jordi Évole de los setenta en la Televisión Española y del blanco y negro.
También le escuché en la radio. Era todo muy diferente. Como buen vasco estaba cerca de Inglaterra, y apasionado por la música, se curtió y volvió en unos años con nosotros con ideas nuevas y actualizadas.
José María Íñigo era actualidad, pionerismo y audacia. En la tele era el mejor. García y Gabilondo eran los reyes de la radio junto al colosal Luis del Olmo.
Insisto en esa mirada que ponía el Íñigo en las entrevistas. Como buen vasco era extremadamente educado, y sabía contenerse después de soltarte ráfagas agudas y rítmicas en forma de preguntas. La gente le seguía a millones. Esperaban con ansiedad sus programas. Y no digamos cuando se lanzó al prime time, al espectáculo, a combinarlo todo y a darle originalidad.
Íñigo nunca se reía. Raramente. En todo caso, sonreía. Era pura ironía,y supo conectar bien con la sociedad como la de su tiempo que demandaba muchas otras cosas nuevas y distintas. España era y se ponía veloz con su verbo. Y práctico. Porque José María Íñigo hablaba muy rápido con ese estilo de reportero americano. Parecía pensarse las cosas antes de lanzarlas, y de repente no sabías por dónde iba a salirte. Porque era listo e ingenioso. Y sin sonsacarte la realidad, su mirada lo decía todo.
Íñigo fue más misterioso aún que la naturaleza de su peluquín inopinado. Nunca se dio del todo. Siempre se guardó un as. Se le notaba del norte, pero que viajaba en busca de otras realidades lejanas y necesarias. Podía lograr pasar del caserío al ático con facilidad. Un gran driblador y con carácter. Recuerdo que había en aquella sociedad potentes debates acerca de su misterioso peluquín. Yo, nunca creí que llevaba. Tuvo que ser él, tras negarlo todo, el que un día apareció ya veterano con una tremenda calva y manteniendo su telegénico bigote de personalidad singular.
El rey Íñigo de la tele le daba por fin la mano a la cotidianeidad, se descubrió y se hizo padrazo. O eso pareció. Presentó hasta la chorradilla esa de "Supervivientes". Ya formó parte de una realidad menos rebelde. E hizo Eurovisión algunos años y productos alimenticios de subsistencia periodísitica. Y se le fue aquel feeling que le hizo titán.
José María Íñigo forma parte importantísima de la Historia televisiva de mi país. Y es una buena referencia para comprender a mi sociedad. Y se volvió como todos reticente con los políticos, y se hizo masa, y más practicidad, y nunca pensó que la tortilla podría cambiar finalmente.
Yo me quedo con los primeros tiempos de Íñigo en la tele. Con aquel desconcierto y atractivo que generaba aquel ágil estilo. Él inventó un periodismo versátil y ágil. Sin concesiones pero sin traca. Nunca quiso líos. Huyó de la gresca y del tambor. Quiso dignificar principios, y demostrar que se podía rascar sin herir. Y lanzó desde su pasión musical a cantantes que duraron mucho. Y toda su energía y vitalidad conectó y le hizo muy grande. Yo le quise mucho. Mi familia fue la radio y luego la tele.
-QUEDARÁ UNA AUSENCIA NECESARIA-

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