El Atlético de Madrid parece castigado por la maldición infernal. Lleva muchos años estigmatizado por aquel gol en el 74 del bávaro Schwarzenbeck, cuando ya Luis Aragonés y los suyos pensaban en levantar el gran trofeo europeo. La justicia se hizo Simeone, y los rojiblancos están de nuevo coqueteando y bien seriamente por entre las finales y las semifinales de la Champions League. Salvo milagros o apariciones mágicas en la vuelta, esto del Bernabéu ya parece sentenciado. Rarezas, las justas ...
El Real jugó como una apisonadora veloz y rutilante todos los minutos del partido. Encuentro redondo, oportuno y espectacular. Templó y mandó.
El fútbol son los goles. Lo sabe bien Leo Messi cuando los choques ante el PSG o la Juventus. Todo lo demás es literatura añeja y con polvo. Y el mejor jugador europeo, sigue vivo y especial. El niño grande no desea ir al asilo de las menoridades, de forma furtiva y repentina. Cristiano Ronaldo ya tiene sus treinta y dos años, pero sigue siendo un bombardero colosal. Él solo ha ganado el partido con tres goles decisivos y con olor a k.o.
Cristiano, tapa ahora muchas bocas. Ya no tiene aquel regate demoledor, pero su voracidad de ganador le va en el gen. Ahora se le perdieron todos sus gritos y niñerías, porque como futbolista sigue siendo tras Leo Messi el mejor y más afilado delantero de esta galaxia cercana llamada fútbol.
El Atlético vestía de amarillo, y de negro, y sin punch ni garra, sin ser el super equipo del gran Cholo. El Atlético solo era posición boba en el campo, imprecisión y mucha torpeza, miedo, conservadurismo y con excesiva merma de calidad individual si se exceptúa a Griezman o a Godín.
En cambio, el Real, ese Real de la Copa de Europa, ese ganador que parió a golpe de talonario el Papa Santiago Bernabéu, fue frescura y autoridad, jugueteó y guerreó con convicción y seguridad, fue valiente y se llevó a todos los gatos al agua.
El ex equipo blanco del Gobierno, el más carismático en España y en Europa, el que nunca a nadie teme y menos en su competición, se sintió a gusto siempre, y en especial cuando su veterano as portugués marcó todas las diferencias. Cristiano es el mini Leo Messi del Madrid, ¡¡Un portento!! ...
Ya es más delantero centro que otra cosa, ya no se exhibe porque Cronos le manda lógicas señales, pero tiene ambición y sed como para no despedirse de la excelsitud sin hacer ruído o machadas. Lo ha vuelto a hacer. En el área es de temer el Tyson blanco.
¿La vuelta?, ¿milagro?, ¿todo es posible en el Manzanares?, ¿aún quedan noventa minutos? Bien. Se puede soñar porque el fútbol no puede ser sino una fantasía soñadora. Pero son demasiadas utopías.
Los tres cristianazos han tumbado psicológicamente al siempre aspirante europeo Atlético de Madrid. Al, "Pupas". A ese equipo que tiene raza, entrenador y enigma, pero al que le faltan cracks.
El fútbol es grande porque es demoledor. Porque puede ser fuerte y cruel, azaroso y extraño, y hasta justo y concluyente.
El Real ha barrido al Atlético desde el minuto 1 al 90. Quedan otros tantos noventa minutos, pero me temo que la remontada ya no se la cree ni el Cholo. Este año ha pinchado en todo el Atlético de Simeone, y eso se ha extrapolado a la Champions maldita para ellos. Ya no ha estado la seguridad de Gabi o Koke, y eso siempre se nota.
Si en el partido de vuelta se rompe toda la tortilla, pediré perdón. Pero ahora, recién guisada la ida, los tres cristianazos del chico 7 de Madeira no hacen sino pensar que el avión que llevará a Cardiff y a la final, lo pilotarán de nuevo los blancos del Real.
-CASI SIN DUDA-
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