El disgusto del palo inesperado, se une y suma a la cabezonería de su prepotente seleccionador Luis Enrique Martínez, al que espero que echen pronto. Nos vendrá a todos más que bien.
Perder con Marruecos solo fue la última gota que colmó el vaso de la desfachatez. ¿Qué se puede hacer contra todos los equipos que se nos cierran atrás y cubren los espacios? Según el repelente entrenador, nada. Seguir con su estilo de juego, insistir, y si las cosas no salen, aceptar la derrota ...
Y ese es un argumento que se cae por su peso. Porque lo que España ha tenido y tendrá siempre, es creatividad. Y, afortunadamente, el relevo generacional destaca a Pedri como ese nuevo gran jugador capaz de hacer fácil lo muy difícil. O al igualmente barcelonista Gavi, que posee a pesar de su juventud una capacidad de lucha y bravura que causan admiración.
Pero Luis Enrique no sabe que hay muchas bastantes más cosas que sus ideas. Y que se puede ser más humilde y versátil, a la hora de encarar los encuentros. ¡Ni idea! ... Por eso se le debe dar puerta y lo más pronto posible.
Luis Enrique es un tipo carismático, llamativo, seductor, y jefe de su propia orquesta y de su propio grupo. Le tiene manía a la prensa porque es rarito, y a la vez sabe ganarse a sus amigos los jugadores, dándoles la sensación de grupete de buen rollo, los cuales nunca osarán contestarle. Quizá, porque saben, que si caes en su lista negra, podrías dejar de entrar en las convocatorias y perder el prestigio que dan los Mundiales o los Europeos.
España no está al nivel de Francia o Brazil. Es evidente. Pero sí que hubiera podido estar más en su juego. En el juego de jugar bien, de profundizar, de crear peligro y brillantez. Y sin pretender compararlo ni por asomo a este equipo, con el Súper que capitaneaba Xavi Hernández y todas las estrellas ganadoras.
El relevo, no va mal. Los chicos que salen siguen teniendo el ADN de toda la vida del fútbol español. Incluso cuando nos despachaban igualmente en octavos o cuartos de final, y con un individualidades excelentes. Eso, ni se ha perdido ni se perderá. Porque son nuestras señas de identidad.
Con pena y mal cuerpo, el avión de regreso a Barajas ya cumplió su tarea. Demasiado pronto para no enfadarse. El "marroquinazo", ha quedado ahí. No hemos metido ni un solo penalty en la suerte final. Y en España se quedaron Yago Aspas, Canales, Borja Iglesias o Sergio Ramos, entre otros ...
Este Mundial de saldo, que parece estar siendo disfrutado en una playa de Brazil por las genialidades de Neymar, Vini y los suyos, semeja tener a los cariocas y franceses como máximos aspirantes, ante la seria y académica mirada de Inglaterra, o de ver cómo serán los últimos minutos de Argentina en un Mundial en donde Messi merece su primer gran premio que será ya el último.
En este Catar de plástico y de ausencia de olor a Mundial de los de verdad, jugado entre otoño e invierno por los petrodólares y rompiendo las Ligas Nacionales, me temo que no pasará demasiado a la historia de la brillantez y del recuerdo vivo.
Porque los Mundiales se nutren del recuerdo, y ahí nació Pelé, o Garrincha, o Beckenbauer, o Maradona, o tantos y tantos dioses. Y un Mundial siempre ha de ser recuerdo y referencia.
Y el recuerdo de España en Catar no podrá ser positivo, sino aquella escuadra que pudo hacer bastante más, y que se topó con un seleccionador que creyó saberlo todo de todo. Y eso precipitó la vuelta y la temprana decepción.
-SE DEBEN SACAR CONCLUSIONES-
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