jueves, 29 de diciembre de 2022

- EL AMOR. -



Tus brazos, tus manos, tu figura, tus ojos, tu mirada decidida. Y siempre mi sorpresa. Y también la tuya. Porque todo en el amor es puro azar. 

Te vi, te hablé, charlamos, quedamos, tomamos unas cervezas, y en algún momento tú sonreíste de verdad. Y yo me sentí realmente a gusto contigo. Y me fui abriendo a ti. Quedamos más veces.

Era un pequeño pub de la calle de San Ramón. Una calle asolada por la especulación urbanística, intimista y oscurota. De atreverse a meterse por ahí. Pero tú fuiste valiente. Y temí lo peor cuando me preguntaste si me gustaba el fútbol, y ante mi sorpresa, me dijiste que también y que eras del Barça.

Yo te dije que era profesor de universidad, y tú que auxiliar de enfermería en el Hospital General, sección Traumatología, consultas externas. Y yo te dije que a mí me tocaba siempre ese mismo Hospital, y tú me miraste, y luego medio reíste como una tonta feliz. Y evitábamos pensar en el presente, y vivíamos al día, y tú a tu trabajo y yo al mío y tal ...

Hasta que un día te propuse ir al cine, y tú me dijiste que creías que te iba a invitar a una entrada para ver jugar al Barça, el cual visitaba al equipo de mi ciudad.

Y después te llamé por teléfono-, me costó mucho tenerlo-, para decirte que ya no quedaban entradas a la venta, y entonces tú me dijiste divertida que si había mirado en internet a los de la reventa, y yo te dije que eso era peligroso, y tú me dijiste que yo era un cagón y que hoy en día no pasa nada y que hay que arriesgar. Y a continuación me colgaste. Y yo te puse un watsap diciéndote ladrona, y tú me contestaste con otro diciéndome que era un caguetas. Y a la media hora, y cuando empezaba a estar pensativo, me mandaste otro mensaje llamándome "noble sacerdote", e incluyendo unos emoticones de risas.

Y al día siguiente me dijiste si era posible que tú asistieras a una clase mía de la Universidad, y yo te dije que bien, que sí, que si querías hacerme pasar un mal rato, o qué era lo que te proponías. Y entonces te pusiste seria.

Y va y me gustó tu seriedad. Porque sé que detrás de esa carita, había sinceridad y atracción de verme. Y te dije que te podías venir a mi clase de las once, y tú respondiste que tú irías a la clase que te diera la gana. Y seguías seria.

Al llegar al Campus, te di una palmada en el culo, y te recuerdo petrificada mientras yo seguía hacia adelante  camino de mi clase de Literatura como si nada hubiera pasado, y con una fina y persistente sonrisa escondida en mis labios. Llovía ...

Fue mi primer contacto físico contigo, y no solo no viniste a la clase, sino que estuve más de tres días sin saber nada de tí, y bloqueado de teléfono y de todo.

El volvernos a ver, tenía el significado de nuestra atracción. Lo de que no te tocara el culo más, de que tú no eras una guarra, o de que yo no era un calentorro, no fue sino algo superficial que nunca enmascarará una realidad. Nos gustábamos. Y mucho.

Y más que mucho. Y bastante más que mucho. Y tú lo sabes igual que yo. Y ya nos besábamos, y te ponía la mano en tu bolsillo del pantalón y tú la tuya en el mío, y dejabas de maquillarte y te ponías feíta, para ver cúal era el efecto en mí. Pero a mí no me trastornaban ni tu culete ni tus tetas, ni tus piernas, ni tus ojos, ni tus minifaldas ni tu modo de vestir. Me gustaba más tu manera de andar y tu espontaneidad cuando estabas a solas conmigo.

Y nos besábamos como locos, y éramos pareja, y tú me diste tu cuerpo y yo a tí el mío, y la cama fue de los dos, y yo te cogí los cabellos. Sí. Me gustaba juguetear con tu pelo, estando vestidos y desnudos. Y en verano, ibas con tanga y suje, hasta que encontrábamos un lugar nada frecuentado, y entonces nos despelotábamos con la empatía de gustarnos y de la plena libertad. Y éramos muy felices dentro del agua muchos minutos.

Yo te dije si regularizábamos nuestra relación auque fuera por el Juzgado. Y tú me contestate burlona y firme, que siempre eras partidaria de la desregularización y que no sentías el más mínimo instinto maternal. Que lo niños era muy majos, pero que en la distancia todavía eran más majos.

Pero esa no fue la razón por la que nos dijimos adiós. La razón la saben los médicos del Hospital General de nuestra ciudad. Un súbito tumor cancerígeno. Un súbito cáncer. Un cáncer en la zona del cráneo. Algo que había aparecido tan de repente que casi lo mejor era no pensar.

Han pasado cuatro años de lo anterior, y todas las chicas no solo tienen exactamente tu cara, sino que no soportan el fútbol, y no te llegan a ti ni a la suela del zapato.

-C´EST LA VIE-
 

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