lunes, 2 de noviembre de 2020

- PODA INTUÍDA -



Y rápida, y arriesgada. Como todas las podas estratégicas y oportunas. Mi balcón está desnudo ante el futuro. Las plantas de mi balcón llegan al cambio y esta vez de verdad. La luna llena mediterránea me mira irónica desde todo lo alto aunque no haya aparecido en el horizonte, y tras una mañana en extremo veraniega.

Pero hay una verdad. La del cambio. Porque ahora las plantas de mi balcón ya no van a sufrir el impacto de ese calor que ya empezó en Mayo. Ahora ya va todo en serio. No será una poda con paréntesis o de festival. Ahora toca preparar un nuevo sentir que será contrario al calor.

Pero algunas begonias parecen hacer que no saben que va a llover en abundancia y que deben ser comedidas. Y siguen lanzando los rayos de sus flores potentes y rojas, las cuales reinan efímeramente en un tiempo que concluye. Y estas flores begonianas y excesivas, ya no pueden tener consistencia sino vanidad.

Intentan caerse a la mínima, para demostrar que siempre son hermosas. Pero las begonias en noviembre, también tienen su tiempo. Delicadas y coquetas, igualmente reciben el impacto del fresco, y pronto las avenidas de agua exageradas y erróneas del cambio climático. Y lo que deberá quedar, no será su ornamento o su ropa bonita, sino su andamiaje. Porque solo su base deberá contar. Los tallos bajos y sus raíces a salvo de contratiempos. Su tratamiento y presentación, nutriente y esencial. Su resistencia. Que el agua las moje sin riesgos de quiebras en las alturas. Que reciban el agua y el frío con aceptación y sin sobresaltos.

Parecido a las flores de un día. Siguen ahí con sus tallos altos, hasta que decido que esto es Otoño y que eso es excesivo. Le doy decidido a la tijera y al corte. Las raseo. Las echo hacia abajo. Les toca esperar la temporada invernal. Ya crecerán nuevamente cuando llegue la nueva primavera. Ahora toca agachar la envergadura y hacer humildad y defensa de su zona interior. Vendrá el ventarrón y el agua, habrá que replegarlas y hacerlas resistir. Las hago bien pequeñas y les deseo su mejor tiempo primaveral.

Los geranios, vibran. Se notan sobrados, en su tiempo, concentrados sobre sus raíces. No deben esforzarse en hacer hoja hermosa. Son selectivos para éso. Los geranios admiten el nuevo tiempo que viene. Lo agradecen y aplauden.

Siempre me preocupan mis vulnerables y a la intemperie, calas o lirios blancos. Esos tallos van a crecer huérfanos. Se moverán como quiera el viento y el frío, y poco podré hacer por ayudar a esas calas que cuando hacen flor es su magia de belleza blanca. Lo intenté con bridas, tutores y cordeles de hilo de palomar. Pero rechazan las calas los agarres. Porque su fragilidad se llama libertad y riesgo. Las dejaré al azar. Desde los bulbos estaré atento a su deriva. Son plantas de agua y frío, pero sus hojas pronto se bambolean y parten. Lo asumiré porque el balcón es el mejor lugar que tengo para ellas con la luz y los elementos naturales exteriores. Están creciendo vertiginosas. Como en un lucha constante contra su fragilidad.

La azucena grande no me preocupa. Ha enraizado y he jugado con ella a cortes ornamentales prácticamente todo el tiempo del año. Desde uno de sus hijos, logré una azucena hija, que se anima y amplía por esplendor. Es blanquiverde e inefable. Disfruta en todo tiempo aguantando una luz que precisa.

Mi naranjito en maceta, está escorado en un lado del balcón. El cítrico aguantará todo, porque esto es valencia y es una de sus cunas. Está en su hábitat, y esto es una buena garantía de solidez. Bien peor fue el achicharrante calor que ahora solo es nostalgia.

Al otro lado de mi balcón, experimento con el principio de una gran palmera. Le cuesta mucho a esta palmera. Crece lo que quiere, toma personalidad y espacio ajeno, pero con el viento desnudo se abre en abanico y se tuerce y rompe deshilachándose en exceso. La he salvado gracias a la fuerza de unos largos y excesivos tutores que la ayudan para la altura. Deberé esperar. Los tutores alargados seguirán ahí como garantía. Ya veré cómo evoluciona esta palmera.

Lo dicho al principio. El cambio de tiempo ya está ahí, siempre contando con la suavidad valenciana. Y mis plantas del balcón se miden ante el anverso del estío. Será un placer observar su nuevo comportamiento. Y a mis macetas de semillas las entraré cuando llegue la lluvia excesiva.

-NUEVO TIEMPO, NUEVO CICLO NECESARIO-
 

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